domingo, 8 de febrero de 2009

Ocejón justiciero

8 de febrero de 2009

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Con los ojos puestos en el Ocejón, llegamos a Valverde de los Arroyos apretando con el culo en cada curva en “avisedo”* por temor a la nieve que allí se hacía hielo. Estábamos obligados a subir un poco rápido por el pronóstico de la meteo que daba empeoramiento a medio día, y ya desde el coche se veía que en la cumbre reinaba un fuerte aire (viento para muchos) que llegaba a formar, como si de un comenta se tratara, una estela blanca.

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Con las prisas que dan la ilusión y la gana de quemar energías, que todo lo pueden, en pocos minutos nos vestimos al ritmo de los golpes del airecillo del norte que se colaba por cada uno de los huecos que dejaba la ropa. Así, dispuestos a todo, en ágil andar de pingüino mareao, bajamos al pueblo sorteando placas de hielo. Nos calentaba tímidamente un frio sol invernal que acentuaba los contrastes de la pizarra de pueblo negro con la inmaculada nieve recién caída.

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El panorama era digno de ser disfrutado. Por encima del nivel del pueblo, el temporal había tapizado en blanco inmaculado árboles, rocas, caminos, etc., y todo. El contorno de la montaña se perfilaba solo en blancos de algodón.

Además de estar en el pico, disfrutar de la compañía de los colegas y del motivo de la actividad (la cerveza), la subida desde Valverde tiene el aliciente de ver la chorrera, que no sabíamos si estaría quieta y helada o fluyendo atronadora. Así que, tras pasar por el campo de futbol (no es que quisiéramos pero el camino va por allí), llegamos al desvío entre castaños que nos lleva, por la derecha directos al Ocejón, y por la izquierda al punto en el que la chorrera cae sobre las rocas en un recogido circo. Tomamos la senda de la izquierda que, en ligero descenso y cubierta de hielo, nos calienta los músculos mientras nos regala muy buenas vistas del valle y nos ubica de cara a nuestros objetivos (en orden el pico arriba, el bar/mesón del pueblo atrás).

La chorrera está con un poco de todo: Helada en los laterales, caudalosa en el centro, silenciosa en la soledad de la mañana, hermosa por el tapiz blanco de su entorno. El momento merece un poco de reflexión y disfrute.

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Pero poco. Pasados unos minutos salimos de este estado de autocomplacencia en el que nos habíamos sumido y recordamos que el plan es subir al Ocejón. Tenemos que volver sobre nuestros pasos para superar la barrera rocosa por la que se descuelga la chorrera. Pero, en lugar de desandar el camino hasta la bifurcación, decidimos recortar por un atajo si es que el hielo lo permitía. A unos 300m encontramos una zona “posible”, por la que tiramos “pa’rriba”. Hitos, rocas, arbustos, todo es blanco. Varios resbalones y mucha cabezonería (de eso vamos sobrados) nos llevan enlazar la senda de subida. Por el camino vemos un extraño caso de huellas en la nieve que tendrá que ser remitido al programa de Iker a ver si las interpreta (ver foto).

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Esta senda ya nos conduce cómodamente hasta los prados del vallecito superior formado por las aguas que bajan del Ocejón y de sus collados. La nieve acumulada va haciendo “denso” el camino, pero no es hasta cruzar el tercer curso de agua que el camino se hace “pesao” (en otras zonas se escribe como “pesado”), con nieve por la rodilla, o a la altura del muslo donde está acumulada. Senda perdida o imposible, incómoda, cansina. Desde aquí un calvario en el que me doy cuenta de que he de adelgazar. No puede ser que, por sólo 5 kg más, yo me hunda en la propia huella del Trasgu. ¿Pisaré con saña?. Bueno, desde cada agujero en el caigo me queda el consuelo del hacer fotos entre lamento y juramento.

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Con todo, todo llega, y con sorpresa alcanzamos las rocas que marcan la cima. Poco a poco el viento ha subido de intensidad, yo diría que a “fuerte”. Un poco más y se percibe una ventisca suave. Las nubes se han cerrado sobre la cumbre dando un habiente desolador y lóbrego. Unos metros más y el viento del norte (desde nuestras espaldas) nos ayuda empujándonos en cada paso mientras percibimos como arrecia la ya fuerte ventisca. Rodeamos la cima por su derecha y, en el momento de querer tocar el vértice geodésico, tenemos que luchar contra un viento que amenaza con llevarnos a Tamajón. Los últimos metros de meseta rocosa (para los muy globeros sería una peligrosa arista cimera) que nos llevan al vértice los tenemos que hacer soportados por los bastones y agarrados a las rocas mientras nos agachamos buscando equilibrio. La cara duele, por los impactos. El viento aúlla obligándonos a gritar mientras nos organizamos para las fotos.

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No se ven más que imágenes borrosas del valle que pasan fugaces entre las nubes y que nos permiten adivinar alguna forma. Dos, tres fotos. Y sin palabras pero con absoluto consenso nos descolgamos directamente de la cumbre para buscar cobijo entre las rocas. Zambullidos entre las rocas pisamos con energía aunque la nieve sobre las lajas hace que estas “esviren” **. El peligro de rotura escrotal no es percibido ya que es mayor el alivio que da el descenso.

Ufffff!!!!

Bueno, ya solo hemos de bajar por donde hemos subido. Monótono y silencioso caminar hundiéndonos en la nieve con tiempo definitivamente cambiado a “malo” y con algo de lluvia en el valle. La cerveza, la cerveza, la cerveza, la cerveza ….

Buscasombras 2009



* Avisedo, en El Bierzo y Galicia es el nombre otorgado a la umbría. Actualmente en desuso.

** Esvirar, en zonas muy rurales de El Bierzo significa resbalar sobre algo que está colocado de forma que lo favorece. Por ejemplo sobre la hierba cuando al pisarla se coloca toda en la dirección de la ladera. Actualmente en desuso.