lunes, 22 de agosto de 2011

Una montaña de cuento.

- ¿Dónde está papa?
- “Trabajando” en la montaña
- Ahh


Muchas veces se habrá repetido esta conversación entre la pequeña Carmen y su madre, cuando su padre decidía perderse algún día en la montaña.

“Papa… ¿Cuándo me vas a llevar a la montaña esa donde tu trabajas?” … repetía en múltiples ocasiones la pequeña Carmen.



La montaña debía ser un lugar lejano, un poco mágico, atrayente, donde se desarrollan gran cantidad de los cuentos que noche tras noche … su papa contaba, repetía hasta la extenuación, mientras la pequeña Carmen trataba de evitar caer en los brazos de Morfeo, perdiendo siempre esta batalla a eso de final del segundo o inicio del tercer cuento.





En la montaña, en el bosque, vive el lobo, como siempre dice la pequeña Carmen “no es que sea malo, solo es un poco traviesillo”, el lobo que intenta comerse a Caperucita (“una niña que se parece mucho a Carmen”, según ella misma), en la montaña el pequeño Pastorcillo aprendía a no decir mentiras, en un pueblo de la montaña vive Gepetto ese “pobre abuelo” que no tenía niños, en la montaña tienen su casa los siete cabritillos, de nuevo perseguidos por el lobo, en la montaña, también en el bosque, tienen su casita los enanitos … en fin … la montaña para la pequeña Carmen era … aquel lugar donde todo pasaba en “sus cuentos”.



No me extraña que la pequeña Carmen estuviera tan deseosa de ver la montaña, esa montaña tan mágica.



Había llegado ese “gran día”, tenía uno de esos lugares donde unos niños se pueden llevar un gran recuerdo que haga que la montaña siga siendo un lugar un poco mágico, un lugar al que me gustaría que siempre estuvieran deseosos por volver.





El nombre del lugar es lo de menos, solo un pequeño rincón de la Sierra de Cazorla, donde junto con su hermano Dieguito, su prima Ainhara y esos abuelos siempre sacrificados por hacer disfrutar a los nietos, lo pasamos “como niños”: unos cuantos baños en agua “fresquita”, una pequeña excursión donde buscar al lobo (que ese día debía estar atareado en otros menesteres), donde encontrar el camino a la casa de la abuelita de Caperucita, donde ver a alguno de los cabritillos, … en fin … una pequeña excursión de lo más divertida, algo “rico” que comer durante el día, …. algún inesperado revolcón (“¡menos mal que me salvaste!” recordaría la pequeña Carmen al día siguiente) ...

































Un bonito día en esa montaña mágica a la que, la pequeña Carmen soñaba con volver pronto mientras, esta vez sin necesidad de cuentos por mi parte, Morfeo no tenía piedad de ella … poca resistencia podía oponer.



Trasgu, 2011.

lunes, 1 de agosto de 2011

Cordal del Cirbanal

28 de julio de 2011

"Ahora digo —respondió el dueño— que me tendré y estimaré en más de aquí adelante y pensaré que sé alguna cosa, pues tengo alguna gracia; que puesto que pensara que rebuznaba bien, nunca entendí que llegaba al estremo que decís". Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

Tenía “mal sabor de boca” después de lo ocurrido el primer día de Cabrones, había que quitárselo de encima cuanto antes. No hacía falta ir muy lejos, pero si quería buscar una ruta curiosa, entretenida que permitiera resarcir los anteriores sinsabores.

Me decido por “desempolvar” una de esas rutas que uno tiene almacenadas y bien preparadas para casos de emergencia, aquellos en los que no se tiene tiempo (o medios) de preparar mucho pero hay que ir a algún sitio como sea.

El Cordal del Cirbanal, desde Caldas de Luna, la tenía preparada desde hace más de un año, solo estaba esperando el momento oportuno. El viernes 29 de julio era su día.







Tiempo estimado: 7 h.
Desnivel acumulado: 1259 m.
Distancia: 11,96 km.
Nivel: Fácil. Muy entretenido. Trepadas II-II+. Agua solo al inicio.







Como siempre en verano, madrugo, a las 8 estoy en Caldas de Luna, dispuesto a que no se me haga muy tarde, que ahora aprieta bien el sol. La idea era hacer todo el Cordal del Cirbanal, desde el río Pincuejo, a la Peña Genestosa, para acabar por la Peña de la Silla y por último el Cirbanal.



Tomo como referencia en todo momento la descripción hecha por Osezno (http://www.reciecho.com/rutas/cirbanal.html), así da gusto ir a los sitios, con todo bien preparadito y aprendido, si bien es cierto que decido hacerla en sentido contrario: parece que si uno deja “lo mejor” (La Silla y el Cirbanal) para el final se siente más motivado.



La verdad es que, he de reconocer, que aunque tenía bastante bien preparada esta ruta, cuando uno asoma al valle del Pincuejo, después de haber superado la zona de las Peñas, y ve todo lo que tiene por delante, se queda bastante impresionado … ¿por todo ese Cordal se puede circular?











Sin pensarlo mucho, la mejor forma de comprobarlo es ponerse manos a la obra, despacito y bien hecho.



Hasta la Peña la Genestosa, el camino se hace entretenido, uno va llevando la mirada en todo lo que le queda, alguna trepaduca para romper la rutina, intento seguir el cordal en todo momento, sin perder altura, echando la vista atrás de vez en cuando para comprobar lo realizado. No obstante alguna duda surge … “¿cómo se podrá pasar por allí?” Al leer sobre la ruta no se hablaba de pasos de dificultad.











Así vamos recorriendo el Collado de los Bueyes, Peña Los Estribos, … hasta llegar a la ascensión a la Peña de la Silla, donde todavía se afrontan con ganas las últimas trepadas que nos permiten encaramarnos a la base de esta Peña, desde donde de forma fácil alcanzamos las dos cimas que gobiernan este macizo: la Silla y el Cirbanal.











Ya en el Cirbanal, con los deberes hechos, la idea era parar y disfrutar de la impresionante panorámica durante el merecido descanso, pero me encuentro con algo con lo que no contaba … una nube de hormigas voladoras me poco más y … “me comen”, aunque intento cambiar de zona no hay forma … allí no había quien parara, sin más dilación decido emprender la bajada del Cirbanal al Collado de Buéis, por una bonita canaluca, desde donde, a causa del calor reinante (en estos momentos es cuando se agradece haber madrugado), ya de forma relajada decido volver al punto inicial, no sin antes cambiar algunas palabras con un grupo que bien “abanderados” afrontaban la subida al Cirbanal de forma muy animosa, buen humor gastaban.







Ya por la Vicheriza, me dedico a disfrutar de las paredes que previamente había recorrido, me detengo en algunos momentos intentando regenerar visualmente el recorrido, busco el pequeño collado que me devuelve a Caldas, degusto el agua emanada por la fuente Lamento, volviendo tranquilamente a la iglesia de Caldas desde la cual empezó todo 7 horas antes.



Que tranquilidad se le queda a uno.

Trasgu, 2011.