martes, 27 de noviembre de 2012

Clavijas de las cabrillas y cruz del Mierlo. Peña Blanca.


"Y así, me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los flacos y menesterosos."
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.


Normalmente uno de los aspectos que uno busca en la montaña es un poco de soledad, un poco de aislamiento de esa sociedad en la que vivimos durante la semana, un poco de tranquilidad y sosiego.

Esto que muchas veces se asocia directamente a un día de montaña, resulta que en las montañas de Madrid no es tan evidente. En las montañas de Madrid es fácil que cuando empiezas a andar, mires para atrás y veas un autobús de personas persiguiéndote, parece que todas van detrás de ti. En Madrid es fácil que llegues a una cima y tengas que hacerte hueco para tocar el hito de cumbre, lo de comer el choricín por allí, ya ni te lo planteas, te sientes perseguido por las miradas, si encimas sacas un orujín … te sientes, cuanto menos observado. En Madrid es fácil, y lo normal, que si quieres poder aparcar el coche tienes que madrugar bien por la mañana, ¿no esperarás llegar a las 9 de la mañana y tener aparcamiento? Esto es una jaula de grillos, así es la montaña de Madrid.

Cuando uno busca esta soledad, este aislamiento, no le queda más remedio que buscar “sitios raros”, “sitios desconocidos”, o al  menos poco frecuentados, sitios a los que esta gente de Madrid no vaya habitualmente, da igual donde vayas, pero que haya “poca gente”.

Este era el objetivo de esta semana buscar un sitio tranquilo, a la vez que desconocido, que nos permitiera disfrutar de lo que todo el mundo entiende como “un día de montaña”, un bonito día de montaña.



Considerando distintas opciones, al final nos quedamos con dar una vuelta por la Cuerda de los Porrones (en algunos mapas referenciada como Cuerda del Hi). Una serie de eventos dotarían al día de esos detalles que lo convierten en un día entretenido, en un día bonito. Pasemos a verlos.




Por cierto, la primera vez que el satélite de Google pilla nubes (je je je).

Habiendo aparcado en el Boalo, en su pequeña ermita de San Isidro, en el inicio de la ruta a Buscasombras le surgen unas dudas entre el montañismo y la bici, estos de la bici no tienen solución, al final consigo convencerlo que como mucho, si quiere podrá hacer el descenso, pero que para subir es mejor que, si así lo prefiere, se eche la bici a la mochila. Así lo hace, no quiere renunciar a algo de bici.





Pronto marcamos el primer objetivo de día, las clavijas de las cabrillas. Se trata de “unas trepaducas” durante 10-12 metros, en una bonita zona de la Torreta de los Porrones, donde, si así lo deseas, te puedes ayudar de unas cuantas clavijas que alguien colocó allí. No son necesarias, pero allí están, todo ello adornado por un par de cabras y un lobo de hojalata que le confieren al lugar un ambiente cuanto menos peculiar.  En algunos sitios aparece referenciada como “ferrata”, no creo que llegue a tanto.











Buscasombras había traído preparada la búsqueda de un “geocaché” , pequeños tesoros escondidos cerca de tu casa o en cualquier lugar elegido por alguien. Las reglas del “geocaching” marcan que quien encuentra uno de estos tesoros, habiendo registrado su nombre, puede llevarse un objeto de este pero a cambio tiene que dejar otro de igual o mayor valor para el siguiente visitante. En algún lugar de la Torreta de los Porrones, allí nos encontramos Buscasombras y Trasgu, el que escribe, con las mochilas abandonadas entre las piedras, buscando por aquí, por allí, un poco más arriba, un poco más abajo, “vuelve a leer la descripción, despacito”, hasta que al final… encuentro mi primer geocaché.  La verdad es que me hizo ilusión haberlo encontrado, tenerlo en mis manos. Aquí empieza una nueva afición: buscar “geocachés” y evitar a los “muggles”, con niños puede ser muy divertido.



La búsqueda del geocaché se mezcla con las impresionantes vistas a la Pedriza, todo un mirador, con las mejores imágenes de la Pedriza que he podido observar en mi vida.  Desde aquí uno tiene a su alcance toda la Pedriza, todos y cada uno de sus rincones, todos sus riscos y sus collados.





El siguiente hito del día, lo teníamos en el Mierlo.



Era el Mierlo, también llamado Mirlo por algunos, un cabrero que apacentaba su ganado en el tiempo que sucedió aquella tremenda historia: la del Cancho de los Muertos.

Esta arriscada piedra era el refugio de una conocida cuadrilla de bandoleros que asolaba la comarca. En una de aquellas, secuestraron a la hija de un personaje importante de la corte madrileña para pedir un fuerte rescate.

Para no perder el tiempo, en ausencia de su jefe dos de aquellos buscavidas se enfrentaron ya que ambos querían ser el primero en abusar de la joven. La pelea terminó con la muerte de uno de los rivales.

Enterado el capitán a su regreso, mandó al superviviente arrojar por el abismo situado al pie de su guarida al muerto. Quería dar un golpe de autoridad al resto de la tropa, de manera que cuando el bandido obedecía el mandato, le empujó tras el cadáver al grito de "la muerte es el castigo para quien quiere apropiarse de lo que se le ha encomendado".

Viéndose condenado, el infortunado se agarró a la pierna de su capitán,arrastrándole con él al precipicio. Consternados, los bandidos que quedaban se dispersaron por la sierra.

Hasta aquí lo conocido de la leyenda. Ahora viene el desenlace. Abandonada por sus captores, la joven vagó durante un tiempo perdida por los laberintos pedriceros. Allí la encontró más muerta que viva el Mierlo, quien la socorrió, llevándola a la Corte con su familia.

Quisieron los padres de la dama recompensar a aquel hombre que les devolvió la hija que creían ya perdida. Hasta su propia casa le ofrecieron en señal de agradecimiento. Pero el buen cabrero rechazó todo y volvió con sus cabras que había dejado en el monte.

Olvidada por el paso de los años, fue el guadarramista Bernardo Constancio de Quirós quien recogió la historia en 1919 en la revista Peñalara, la biblia montañera de la época. Así concluyó el relato: "volvió el Mirlo a su chozo tornando a su antigua vestimenta, consistente en un pedazo de sayal atado a los riñones con una tomiza".

Hombre sabio como los de su estirpe, el Mierlo sabía que la elemental existencia con su hato de cabras era la mejor de las fortunas. Pero la vida en ocasiones se muestra cruel y así lo fue con el infortunado cabrero.

De vuelta a sus soledades, al poco apareció muerto en su majada favorita. Cuenta la leyenda que lo mató alguno de aquellos bandidos, en venganza por rescatar a su precioso rehén. Un piadoso compañero trazó con piedras una elemental cruz, que se mantiene acostada en el suelo donde cayó, junto al arruinado chozo que tantas noches le dio cobijo.

Una tierra de leyenda a la búsqueda de este paraje, situado en el aéreo collado de Valdehalcones, en el límite de los términos de Manzanares el Real y Mataelpino, algunos montañeros llegan casi todas las semanas ansiosos de la sierra y las soledades a las que el Mierlo consagró su vida. Este días éramos nosotros, Buscasombras y Trasgu, quienes mostrábamos nuestras reverencias a tan ilustre y sabio personaje. Estábamos en su cruz.



El día había empeorado bastante, de un día despejado habíamos pasado a una niebla que se nos había echado encima. Buscasombras muestra sus dudas: “pa lo que vamos a ver… podíamos bajar a beber cerveza”. Todavía no eran las 12 de la mañana, si nos ponemos a beber cerveza a estas horas nos podemos poner como los “aciguambres”. Mejor que nos busquemos una cumbre que hacer, aunque no veamos nada.




Peña Blanca es la siguiente cima en el Cordal de los Porrones, vamos a por ella. La verdad es que en el ascenso no vemos nada. Solo niebla muy cerrada. Llegamos a una montonera de piedras, por las que trepamos como podemos, al final parece que tocamos la cumbre, pero francamente, no lo podríamos saber si era esa piedra o la de dos metros más allá.



Desde aquí, poco más quedaba por hacer salvo volver a por las cervecitas, no sin haber parado antes a degustar un orujito y un bourboncito, con la Pedriza como panorámica. Bajamos por las Laderas de Boalo por variar un poco el recorrido, para acabar el día degustando esas cervecitas con unas ricas patatas con setas. Difícil acabar mejor.


Trasgu, 2012.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

De veredas: Calvario, Schmidt y Vereda Alta desde Cercedilla


La sierra de Guadarrama (conocida en Madrid como La Sierra, o como la Sierra de Madrid) está densamente poblada de pinares que esconden roquedos de ricas formas y gran belleza. Siendo una industria la extracción maderera, realizada de forma sostenible conviven admirablemente en sus valles excursionistas y habitantes de la zona.
Esta ruta recorre algunos de los mejores pinares de la zona al transitar por el valle de la Fuenfría (Cercedilla), por el Camino Schmidt (pinares de Valsain) y por el Calvario (valle de Navalmedio).
Este último, eclipsado por la subida al puerto de Navacerrada, esconde rincones de naturaleza que muchos creíamos perdida hace tiempos, y más si nos diera por recorrer la senda que se conoce como Whistler, solo andando o para descenderla y de cierta dificultad.
  


Montaje de Buscasombras

Montaje DrLarcos


La ruta en datos
  • Desnivel: 800m
  • Distancia: 30.3 km
  • Dificultad física: Media. Alta en la subida del Calvario.
  • Dificultad técnica: Media. La Vereda Alta tiene piedras, raíces y rocas, pero no escalones.
  • Agua: fuente de la Fuenfría (cerca del puerto, finalizando el Schmidt), cerca de los miradores en Navarrulaque la fuente Diaz Luque, y una en la ladera de las Berceas, en la Vereda Alta.
  • Track de la ruta: Larcos en Wikiloc

La ruta
Nos encontramos en el aparcamiento de la estación de renfe de Cercedilla: Arco, Gus, Larcos y yo.
A esa hora la mañana es fría, estamos en altura. Alguno se pone la manta de tapar bultos que tiene en el maletero. Son las ocho horas.
Surgen bromas y chistes mientras barajamos entre hacer el Calvario regresando por la Fuenfría, o hacer las veredas de la Fuenfría. Unos bajamos las bicis del porta, otros sacan las suyas del coche. Y Larcos apenado pregunta si tenemos un cierre de tija que nos sobrase. Cascó, el cierre se rompió por el tornillo.
Un domingo, a las 8h, vestido de romano y pensando si es posible hacer la ruta con el sillín bajo: Bajar si, pero llanear no lo veíamos claro. Y subir el Calvario …. (que bien puesto tiene el nombre).
Buscando algo que actúe de cierre, desmontamos los portas, piezas del coche, las calas, etc. Nada cumple como tornillo válido. De pronto caemos en que hay una tienda Trek en Cercedilla.
Tiramos de 3G y:
  • ¿Dónde?.
  • Pues cerca de la estación de tren.
  • ¿Abren?
  • Si, a las 9:30
  • Pues venga. ¡Vamos a buscarla!, y resulta que estamos a veinte metros.
Suerte en la mala suerte.
Cuando íbamos a tomar café, haciendo no sé qué se nos pasó el rato. En realidad se nos pasó montando el porta bicis, cambiando el pinchazo de Arco (bueno, de su bici), etc.
A las 9:30 aparece un dependiente asombrado por la concurrencia tan temprana. Con amabilidad extraordinaria y notable ingenio nos escucha, se mete al taller y se inventa un tornillo que encaja y nos sacaba del atolladero.
Eran las 10 menos algo y ya teníamos poca fe en hacer algo, pero por no tomar ya la cerveza salimos en dir. al Calvario para hacer el Schmidt y luego la Vereda Alta. Todo un plan que emprendemos sin mucha convicción de que nos diera tiempo para llegar a comer con las enemigas.
Salimos de Cercedilla y tomamos las sendas que se dirigen al embalse de Navalmedio que nos meten rapidito en calor. Subidas cortas y alguna intensa. A esa hora ya hay gente y hay que ir con cuidado por atropellos y colisiones. Salimos a la carretera que va al embalse desde la Posada Real y luego tomamos la pista que nos lleva al Calvario.
Está todo muy bonito y la conversación resurge. Recordamos la vez pasada, lo bien puesto que tiene su nombre la subida de El Calvario.
Terminando de anticipándoselo, en plan batallita, a Gus y Arco vemos que el camino está arreglado. Ahora es una pista lisa y cómoda que solo conserva su intensa pendiente. Subimos lamentándonos. Hacemos la zeta. Y el lamento/protesta se transforma en un ¡¡¡joder!!! El tramo recto de subida está sin arreglar. Mira que bien, tenemos donde quemar nuestra vanidad y demostrar nuestra voluntad de subir todo un Calvario.
Piedras del tamaño de un puño o dos, otras mayores, y rocas ocasionales y fáciles, tapizan cada uno de los metros de la subida, que se desarrolla en dos tramos intensos y duros. Cada uno de ellos está terminado en un falso llano que permite recuperar mínimamente el resuello.
Este era un reto personal que había adquirido cuando hace un año me había estrellado contra estas rampas. Me enfrento al primero poniendo una marcha 1:2 que rápidamente veo que me quema y que tengo que bajar a 1.1. Alterno molinillos para pasar campos de piedras con el ritmo lento del que sabe que esta subida puede durar mucho. En ocasiones salto al otro lado del carril, más por el bote sobre una piedra debido al retorno de la suspensión que por voluntad. Un canto que rota y la bici se cruza me hace dar otro golpe de riñón. Cada bocanada de aire, cada pedalada son de dolor, pero esta vez he venido motivado a medirme con el Calvario. Un empujón más y termino el primer tramo.
Sin fuerza para quitarme las calas espero a los colegas pedaleando lentamente. Poco a poco avanzo dando golpes de manillar para mantenerme a esa escasa velocidad. Por fin saco un pie y puedo esperar metiendo por la boca aire a empujones.
El segundo tramo es de menos pendiente pero más largo. Con la misma terquedad me lanzo a subirlo y pronto encuentro el jadeo rítmico con el que finalicé antes. Golpes de pedal y mucho juego de manillar. Molinillos extenuantes. Bajo el ritmo, me ahogo.
Arco se acerca y me pasa. ¡Que bien va el jodio!. Pero una piedra traidora lo saca de su posición y pierde el ritmo. Sigo subiendo con la vista nublada por el sudor, fija en las piedras que tengo por delante. En lo que va a pisar la rueda un par de pedaladas más allá. Buscando la trazada menos complicada.
A lo lejos veo un grupo que está descansando y supongo que están en el final del segundo tramo. Esa es ahora mi meta. Controlo el ritmo y ajusto la cadencia al mínimo para sortear las piedras y las raíces que tengo por delante, y me repito, “¡pero que bien tiene puesto el nombre!”.
En el segundo falso llano nos esperamos y volvemos a la vida. Ya se ven las casas del puerto de Navacerrada. Ya estamos ahí. Un poco más y …
Y tenemos una curva a izq. que tiene una zona de piedras y rocas que casi son un escalón. Lo intento pero no acierto con la zona buena. Una piedra salta al cuadro y casi me caigo. Lo dejo para otro día y paso a empujar la bici.
Subimos por las calles mientras la gente que se aloja en las residencias sale a pasear. Es nuestra debilidad, y entablamos conversaciones varias. En la más animada, una simpática joven de 94 años (nos los dijo ella) que aparentaba muchos menos,  nos habla del tiempo y se ofrece a hacerse una foto con nosotros. A lo que accedimos.
Seguimos subiendo no sin hacer el intento a la rampa de hormigón, que sube Arco, y seguimos camino del puerto para buscar el principio del Schmidt.
El Schmidt ha quedado muy arreglado. Hay un par de puntos en los que puede ser necesario un pie, más por el compromiso de la posible caída que por la dificultad, pero en general el único peligro son los cruces con otros ciclistas y algún canal de evacuación del agua de lluvia. El paraje es una maravilla. Toda una suerte la de poder recorrer la umbría de Siete Picos con vistas a los pinares de Vasain, y de una forma tan cómoda. Tan solo se echa de menos un poco más de montaña.
Salimos a la Fuenfría y subimos a su puerto donde disfrutamos de la soledad que los innumerables montañeros y ciclistas de montaña arrastran consigo. Es un tributo a pagar para estar en esta tan grata zona.
Tomamos la carretera de la República y bajamos a los miradores y con ansiedad nos dirigimos a la entrada de la Vereda Alta, que nos llevará a Cercedilla en una larga y gozosa bajada.
La Vereda Alta comienza y recorre la ladera de las Berceas, en las faldas del  Este del valle de la Fuenfría. Entre pinos esta vereda, en ocasiones sendero, desciende sin grandes desniveles y con una pendiente casi constante a Cercedilla, presentando rocas, raíces, piedras, etc. en un nivel de dificultad medio-bajo, pero disfrutón. Los últimos tramos son de tipo flow con curvas abiertas y amplias y suaves peraltes.
Abrimos el descenso Larcos y yo, saltando de la carretera a la vereda con ganas. Por error mio nos metemos por la vereda vieja que nos mete en un lío de tierra suelta, raíces, rocas, etc.  y  con mucha pendiente. Es entretenido pero trabajoso.
Pasado este punto tenemos una vereda muy rápida, del ancho de dos bicis, que recorremos a gran velocidad, parando solo para algún reagrupamiento. Sigo a Larcos filmándonos con la Hero2 PRO. En ocasiones se me escapa, en ocasiones le alcanzo con fuerza. Es tan grande que no me deja ver lo que se me aproxima y termino improvisando. En algún tramo de piedras he de abrirme para ver lo que tengo delante, saliéndome de la trazada suya, que a priori es lo más seguro.
En la zona de helechos (3.20 min del video) la velocidad es endiablada. Se levantan nubes de polvo en cada control, en cada curva. Me cuesta ver. El polvo me hace cerrar los ojos, y eso no es bueno, más cuando se circula a más de 30km/h por una senda del ancho de un manillar y con un compañero de 90kg delante. ¡Que gozada!.
Se me escapa en dos pedaladas y yo tengo que soltar, dar cuatro y acelerar. Unas piedras aparecen de debajo de su bici y decido no esquivarlas para no comerme los helechos un poco más. Las salto y aterrizo casi fuera, pero controlo la bici con un bloqueo de atrás.
Curvas, peraltes, una roca en el camino. El bosque pasa rápido. Y llegamos a la barrera del final.
Desde este punto una senda junto a una tapia y a por la cervecita.

Montaje Buscasombras
Montaje DrLarcos
Buscasombras 2012