viernes, 7 de febrero de 2014

Dechado de optimismo en Ubiña

“Cuando examinamos con detenimiento la enseñanza de las Cuatro Noble Verdades, descubrimos la importancia primordial que tiene la consciencia, o la mente, en la determinación de nuestras experiencias de felicidad y de sufrimiento.”
Adiestrar la mente, Su Santidad el XIV Dalai Lama.

Primero de febrero de 1014.

El optimismo generalmente es difícil de controlar, en un montañero más.

La forma de ver la realidad es muy subjetiva de cada uno, si el que mira la realidad es un montañero… es imposible de entender.

Para este fin de semana la meteo pintaba muy mal, no daba opción. Desde el miércoles, la consulta a las predicciones meteorológicas es constante, continua, siempre con la esperanza de encontrar una leve mejoría que nos de alguna pequeña opción. Se consultan una gran diversidad de páginas, ninguna da opción.



Cuando uno menos lo espera, salta la liebre, en la predicción de mi móvil, por cierto de accuweather, incluso dan sol para el sábado por la mañana para la zona de Peña Ubiña. “¡¡Esta es mi predicción!!”… admito de inmediato.

Habiendo perdido ya el jueves y el viernes, teniendo el domingo ocupado por obligaciones familiares… solo me quedaba el sábado. Soy consciente que la predicción es muy mala, pero me agarro a “mi móvil”, “aquí pone que va a hacer sol”, solo me queda buscar otro loco que “tenga ganas” de pasar un poco de frio.

¡¡Ese es Stelvio!! ¡¡Que tío!! No pierde oportunidad, aunque no la haya, como en este día. No se lo piensa… “¿Dónde vamos? ¡¡Yo voy!!” me responde inmediatamente en cuanto le sugiero intentar hacer algo. Es un figura. Éste, haciendo alusión al dicho de nuestro Fafi, sale a la montaña aunque haga bueno.

Solo nos quedaba decidir destino; ante el panorama que fácilmente se podía adivinar, muy a pesar de nuestro optimismo obstinado, muy obstinado, pero nunca más que la obstinada realidad, había que buscar una zona, al menos, conocida.



Para mi estaba claro… Peña Ubiña, aquella que, en alusión a Xiblo, siempre nos respetó.


Distancia recorrida: 8.89 km.
Ascensión acumulada: 834 m.




Allí, después de algunas semanas, nos reencontramos los dos y… ¡¡qué bueno!! nos acompaña un día maravilloso, con Peña Ubiña limpia, sin viento, poco frío. Parecía que el optimismo volvía a triunfar, parecía que podríamos hacer algo, 100 previsiones fatales y una en mi móvil buena… esta era la mía.


Inicialmente, hasta Llanaday, el camino se hace agradable, con amena conversación, distendida, recordando diversas rutas, por los Fontanes, por Puerta de Arco, las Ubiñas,… mira que hay juego por allí. Durante todo este tiempo todavía mantengo esperanzas que la mañana nos dejará intentar algo. Mirando para atrás, nubes amenazantes pasan por encima de Peña Orniz… espero que no vengan a nosotros.




 Parecía evidente que la montaña hoy era para nosotros, enterita para nosotros, para disfrutarla en su plenitud. Bueno… para nosotros y… para la perrina que nos vino acompañando desde la salida de Torrebarrio. Lo de los perros de este pueblo es digno de consideración… no hay vez que de unavuelta por allí, que no tenga durante todo el día la compañía de un perruco. Se lo deben enseñar en el pueblo.



Conforme vamos ganando algo de altura, la situación empieza a empeorar por momentos, cada minuto es peor que el anterior, empezamos a entender la realidad, lo que era evidente que iba a pasar, la predicción de todos, menos de mi móvil.



La ventisca que se genera no nos da descanso, nos obliga a protegernos de ella con todo lo que llevamos, cada paso es un intento de ir ganando altura, sin perder de vista al único amigo real que tienes… otra forma de ver la montaña. ¿Quién dijo que fuera mala? Ya que estamos allí, vamos a disfrutarla.






De esta forma, por llegar a algún punto, alcanzamos el Collado del Ronzón, donde buscamos refugio en La Carba y aguardamos 10 minutos para evaluar la situación.









Lo de intentar la Ubiñona era ciencia ficción. Imposible, ni se me pasa por la cabeza. La Pequeña… estaba muy delicada, también abortamos, como cosa facilita, por llevarnos algo nos quedaba Peña Cerreos, como una opción desesperada decidimos ver si podemos hacerla.

Al emprender camino, cruzando el collado que daría acceso al Meicín aprovecho para tratar de explicarle a Stelvio lo que allí “está viendo”…  “abajo tienes el refugio, con todo su valle, los Portillines justo enfrente tuyo, al fondo el Fariñentu, …” eso si … todo tapado por la niebla. Habrá que volver a verlo.



Hay que aceptarlo, no nos queda otra, tendremos que bajar y echar un rato en el bar. Todavía con dudas, muy a nuestro pesar damos la vuelta y emprendemos el camino de regreso.

El regreso, lo hacemos de forma sosegada, sin prisas, no tenemos prisa, tratando de buscar entre las pequeñas ventañas que nos dejan las nubes, entre lo poco que Ubiña nos dejará ver.

Stelvio lo disfruta todo, le da igual frio que calor, cielo azul que “sin cielo”,… es un figura, el auténtico todoterreno, no tiene final, su optimismo si que es desmesurado… tengo la impresión que incluso supera al mío… nunca vi nada parecido. Da gusto ver como disfruta de la montaña.

Lo bueno es que todavía tuvimos tiempo de encontrarnos con otro grupo de cuatro, también deberían ser grandes optimistas, también con su perro, también peleando por llegar al Ronzón, sin aspirar a mucho más, solo a estar por allí. No éramos los únicos locos que habíamos decidido “disfrutar” de la montaña. “Nuestra” perruca parece decidir que con nosotros tiene ya poco que ganar, se da la vuelta y emprende nueva subida con los otros optimistas. Aquí la perderíamos de vista.




Ya poco nos quedaba que hacer, disfrutar de alguna estampa digna de admirar, disfrutar de algún detalle donde fijar nuestra atención, la visita al bar para la despedida y … esperar que la próxima sea al menos tan bonita como esta.



¿Alguien pensó que fue un mal día? Nada más alejado de la realidad. Nuestro optimismo había salido de nuevo triunfante.

Trasgu, 2013.