martes, 21 de noviembre de 2017

Bruxes y haedas en el Faedo de Ciñera

“Anxelin hermosu,
Vixu de to ma.
Que penes i dieres
Si Dios te llevas!
¡Probiquín! iQue tienes? “
El niño enfermo -José Caveda y Nava

14 de octubre de 2017

Habíamos sobrevivido a bosques de lobos, gigantes de piedra, aventuras piratas, bandoleros y truanes, grandes cumbres, … solo nos quedaba por enfrentarnos a bruxes y xanas, porque ya debe ser conocido por el interesado lector, que no suele saber muy bien donde terminan unas y empiezan las otras.


Si uno quisiera en su vida buscarlas, no hay mejor sitio que un faedo o fayeu; allí entre las fayas es el lugar donde moran y buscar resguardo de los peligrosos humanos, seres insaciables que las perseguirán hasta la saciedad. Gracias a Dios que las bruxes y xanas siempre fueron de vivir alejadas de los humanos para no verse influenciadas por estos, sino en ellos mismos se hubieran convertido.



A pesar de lo pérfidos, rufianes y perversos que nos puedan parecer … los seres humanos no nacen así. De cachoros son seres bondadosos, sin esa maldad que les florece con los años; seres inocentes que incluso tienen la limpieza de espíritu que les permita ver a bruxes y xanas como casi de su misma especie, sin envidias ni rencillas que les lleve a perseguirlas; seres limpios de mente sin recelos ni rencillas que saldar; seres de mirada limpia para la que no existe diferencia entre bruxes y xanas, hadas o … “haedas” … ¿o pensaba el atrevido lector que existía diferencias entre ellas más allá de su “supuesta” belleza según las observan los ojos de los humanos adultos?



F(h)aedo, lugar gobernado por la magia; magia de bruxes y haedas; solo perceptible por mentes limpias de maldad; donde los colores son dispuestos por estas; donde las fayas son guiadas en su crecer durante cientos de años, permaneciendo impertérritas (o eso le parecerá al adulto lector) al distraído ir y venir de humanos; aunque eso si, allí podrán permanecer a la vereda del camino más de 500 años, ¿parose el lector a pensar quien pudo por allí pasar cuando esa faya vio la luz al nacer? Pobre de aquel que no perdiera cinco segundos en ello … un cachorro de humano es lo primero que preguntaría (“¿había nacido el abuelo cuando el árbol empezó a crecer?”.



Y como de cuentos y bruxes hablamos, como no, siempre un “tesoro” tiene que aparecer en el mismo, entendido este como aquél de incalculable valor para el que lo encuentre. De nuevo el lector adulto, simple de ideas, se imaginará el “burdo” color dorado tan característico de la mitología “humana”, sin llegar a atisbar que el mismo pueda ser negro, como en la realidad lo fue en el Faedo de Ciñera.




Una vez me contó un abuelo, que hace muchos, muchos años, antes de que hubiera casas en el  valle, cuando aún los hombres vivían al aire libre y los inviernos eran crudos y muy largos, vivía en el Faedo una “bruja” llamada Haeda. Tenía poderes sobrenaturales. Dicen que se los había otorgado el demonio pero este le advirtió: “Debes usarlos para hacer el mal, pues si haces el bien con ellos te consumirás y en tres días desaparecerás”. La bruja Haeda se frotó las manos y se preparó para hacer todo el daño que pudiera.


Entre La Vid y Santa Lucía vivía una familia: la madre, María, el padre, Miguel, y nueve hijos pequeños. Por el verano sembraban patatas, fréjoles y lechugas pues se daban muy bien y alimentaban a sus hijos pequeños. Pero cuando llegaba el invierno las cosas se ponían difíciles y no tenían dónde refugiarse. Por la noche subían a la cueva de los Infantes y allí se guarecían de la nieve y las heladas. Pero un día nevó y nevó. El viento soplaba la ladera de la montaña y estaba helada. Y por más que María y Miguel empujaban a sus hijos no conseguían llegar a la cueva mientras los niños resbalaban y volvían a caer.



Haeda estaba sentada en Berciegos, (bien es sabido que las brujas no tienen frío) y sintió escozor en el pecho al ver aquellos padres que no podían resguardar a los niños del frío. Usando sus poderes, arrancó un montón de piedras de las montañas y les prendió fuego. Se pusieron rojas y chispeantes dando un calor agradable pero lo más milagroso es que duraron prendidas toda la noche. María y Miguel colocaron a sus hijos alrededor y durmieron toda la noche calentitos.



A la mañana siguiente había un gran montón de cenizas, ellos no se explicaban lo que había pasado. Aquel día siguió nevando, en el puerto había niebla, y el frío era insoportable. Haeda pensó que aunque les ayudara otro día aún le quedarían poderes, así que volvió a arrancar piedras de las montañas y las prendió, haciendo de nuevo una gran hoguera. Pasaron la noche calientes. Por la mañana vieron mucha ceniza que guardaba brasas en sus entrañas, así que metieron patatas para que se asaran y los niños las comieran tiernecitas.

Haeda se miró en el arroyo y se vio envejecida y cansada. Estaba agotada. Pero también estaba dispuesta a ayudarles un día más. Aun así pensaba que aunque fuera a costa de su vida no sería suficiente, dado que el invierno en estas tierras es largo y no podrían resistirlo.
Meditó y meditó la bruja buena y juntando las fuerzas que le quedaban hizo que todas las montañas del valle se llenaran de piedras que prendieran y dieran calor.


Vinieron muchas familias y fundaron un pueblo sobre aquellas cenizas. Y le llamaron Ciñera. 


Desde entonces ningún niño pasó frío por las noches. Haeda así lo quiso.

Dice el viejo que la bruja buena se fue a morir al Faedo y dejó mechones de pelo blanco entre las hayas. Ahora los niños de Ciñera van al Faedo de merienda y, sin saberlo, juegan y ríen bajo la protección de Haeda, que vela para que no nos falte nunca el carbón.

Josefina Díaz del Cuadro, vecina de Ciñera de Gordón



Ay!! Pobre de aquel lector que al empezar a leer cuentos de bruxes ya pensase en el mal, pues enferma tiene su mente predestinada a ello. Meditar al final del cuento debió, si no hubiera ocurrido, muy grave ha de ser la enfermedad.



Cualquier lector que se haya sentido “levemente” (el escritor, como las bruxes y xanas, es consciente que el orgullo del lector no habrá permitido que llegue más allá) acusado en su estima durante la lectura de este humilde relato, paseos por los faedos necesitará para limpiar tal enfermedad, pues gravemente se encuentra, siendo más rápidamente sanada si por un alma limpia es acompañado, ya sea un cachorro de humano o alguno de los escasos adultos que todavía a su edad creen poder encontrar bruxes o haedas y tesoros negros entre las “atentas e inquietas” fayas del faedo.

Trasgu’2017.

PD: por experiencia propia os digo, que funciona como remedio lo de los paseos por faedos … o fayeus, que de lo mismo se trata y similares efectos produce.