miércoles, 29 de marzo de 2017

El Falso Corredor Luna.

"¡oh resucitador insigne de la ya puesta en olvido andante caballería, oh no jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, ánimo de los desmayados, arrimo de los que van a caer, brazo de los caídos, báculo y consuelo de todos los desdichados!"
Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.

19 de marzo de 2017.

Se lo decía a Perico: “Hay veces que a uno se le olvida lo que le gusta la montaña”. Y es cierto… aunque siempre tratamos de mantener ese espíritu positivo que nos lleva a disfrutar de ella estemos donde estemos, de vez en cuando uno necesita uno de esos días grandes, donde la montaña te lo da todo y de nuevo recuerdas lo que puede llegar a ser.

Este será uno de esos días.


Como en otras muchas ocasiones, pronto estamos dando vueltas por la zona, pronto estamos de nuevo de Ubiña, al amanecer ya estamos mirando sus laderas y canales para ver qué podemos hacer.

Si bien, el corredor “Elixir de la Suerte” lo traía marcado Perico como primera actividad a realizar, yo no albergaba muchas esperanzas para ello, era demasiado tarde, mucho calor y poca nieve para tan magno paso.

En estos casos de emergencia siempre nos quedarán Las Colorados … y con esto me pasa lo mismo que con la montaña: hay veces que se me olvida que están ahí. También se lo dije a Perico: “Que no se nos olvide pa otros años!! ¡Que siempre están aquí!! Que tienen mucho por hacer”.




Distancia recorrida: 14,11 Km.
Ascensión acumulada: 885 m.




De esta forma, pronto estamos en Torre de Babia … prestos y dispuestos, por cierto que gusto eso de llegar al pueblo y aparcar tu solo donde te salga del cimbel, y perdón por la expresión, ¿qué pensarían estos del pueblo en su eterna tranquilidad si vieran lo que yo sufrí no hace mucho? Pensarían que la gente se ha vuelto loca… y como decía… razones no les faltan.



Volvamos a lo de hoy… con nuestra gran soledad, apergueñados con todo tipo de aperos, con la mayor ilusión y esperanza del mundo, emprendemos ese camino que podemos empezar a considerar uno de los clásicos, de Torre de Babia a la Charca de los Verdes, un ratico de cháchara, recordando antiguas aventuras y desventuras, que de todo hubo, pero siempre quedándonos con los buenos recuerdos.



Ya llegando a ese pequeño circo, bonito donde los haya, comprobamos que el día está salvado, solo queda aprovecharlo decentemente. Perico como siempre, viene bien documentado: tira de bibliografía y empezamos a tratar de identificar corredores. Uno por aquí, otro por allí, este ya lo hicimos, aquel lo hice yo,… al final hay uno que nos gusta, y ese haremos. Parecía que era uno de los del libro, pero el propio autor del libro posteriormente nos quitaría la razón, era otro, no contemplado en el libro.



El corredor, toda la mañana a la sombra, nos da una calidad de nieve excepcional para las fechas en las que nos movemos. Esa que te permite disfrutar del corredor sin que el mismo se convierta en un suplicio.





Ya con los pinchos en los pinreles, emprendemos subida. Alternando, por eso de las fotos, vamos ganando metros. Hacía mucho que no disfrutaba de esta manera, cual “gocho en un charco”, clavando piolo y apretando crampones, a la sombra, disfrutando de cada tramo, bonito corredor.



Por tramos, conforme vamos subiendo la nieve va endureciendo, algo esperado. Solo la ceja que puedo observar en la salida desde la mitad del corredor me inquieta en cierta medida. Mientras seguimos subiendo, Perico es un grande, lo da todo, también disfruta tramo a tramo.






Ya alcanzando la ceja, con un tramo final cuanto menos exigente, no cabe la menor duda que esta se convierte en el paso clave del día, el “Escalón Hillary” de nuestra montaña para hoy. Por la izquierda, donde parece menos pronunciado Perico lo salva. Con buen criterio, ya arriba, decide descolgar una cuerda con la que yo, de segundo, terminaré el corredor. Mala salida tenía.




Solo nos quedaba hacer cumbre, en mixto para no quitar los pinchos, para, una vez allí, degustar esos momentos de los grandes días que quedarán para la posteridad.





Solo nos quedaba bajar de allí, canalón abajo, a los pies del Montihuero, donde cada vez que uno pasa no puede evitar echar la mirada arriba, buscando lo que ya hizo y pensando que podrá hacer.




Camino de retorno, adulación egocéntrica por lo bien que lo habíamos hecho, y retorno a casa… ¡¡¡a por el cachopo!!!!


 ¡¡¡Que no se nos olvide!!!

Trasgu’2017.


lunes, 20 de marzo de 2017

Un infierno en el paraíso.

19 de febrero de 2017.

“… y pues no ha criado el cielo ni visto el infierno ninguno que me espante ni acobarde, ensilla, Sancho, a Rocinante, y apareja tu jumento y el palafrén de la reina, y despidámonos del castellano y destos señores, y vamos de aquí luego al punto”.
Miguel de Cervantes Saavedra. Don Quitote de La Mancha.

Para escribir este relato tuve que esperar unas semanas. No me sentía preparado para afrontar la situación. Fue realmente duro lo allí vivido.

Nunca habíamos llegado a este punto. Muchas veces habíamos madrugado, muchas veces habíamos tenido que pensar donde ir o buscar donde aparcar. Incluso muchas veces al volver nos habíamos encontrado con el coche acorralado, o en otras ocasiones, habíamos tenido que evitar la muchedumbre que rodea tanto Cotos como Navacerrada.

Esta vez superamos todo lo imaginable.

No se trataba de un día especialmente soleado. A las 7:30, como en otras ocasiones ya estábamos llegando a Navacerrada. Pero esta vez algo iba mal … a tres km. del puerto estábamos totalmente parados en el coche. Atasco a las 7:30, al amanecer.

Buscasombras, después de un largo tiempo se reencuentra con el montañismo. Volvía allí donde una vez estuvo. Pobrecico… y encontrarse con esta situación. Qué pena daba. Se sentía compungido.

De esta forma, asombrados de lo que estaba pasando llegamos a Cotos. Aquello, a las 7:45, no hay palabras que lo puedan describir: aparcamiento petao, la peña como loca buscando donde meter los coches, coches en todos los sentidos, corriendo para arriba, corriendo para abajo, la desesperación y agonía rondaba el ambiente.

Los niños por allí tirados, con un frío que mataba. Debían pensar que sus padres estaban locos… ¿qué coño hace un niño pelando frío a las 7:45 en mitad de la nieve? A su padre le debe de gustar la nieve… pero hacer al niño pasar por esto. A alguno le costaba trabajo moverse. Estamos locos.

El pobre Guardia Civil… solo nos pedía, u exigía, que nos fuéramos de allí. No me cambiaba por él. Era comprensible. Todos buscábamos lo mismo. Intentar poder dejar el coche en algún sitio.

Solo nos quedaba volvernos a casa y tratar de desayunar tranquilamente en el lugar de donde nunca debimos salir. De locos!!

De de vuelta, resignados, encontramos ese hueco, a un lado de la carretera, en mitad de nada, aquel sitio que nadie debió querer puesto que estaba demasiado lejos de cualquier sitio. Ya que estábamos allí, al menos nos daríamos un paseo y que nos diera el aire.

Es en este momento donde uno cambia el enfoque. Había dos opciones, seguir y volver amargado, o tratar de buscar algo que compensara la mañana. Optamos por la última: Volver a una de esas rutas iniciales, que tanto nos gustaban hace muchos años, que llevábamos años sin realizar, olvidada ahora en esos pretenciosos objetivos que nos solemos marcar.

Volvemos a la clásica Bola del Mundo, Maliciosa. Allí donde todo empezó hace muchos años.


Todavía tendríamos que superar algún inconveniente: las pistas de esquí se han hecho dueñas de los caminos, los encontramos cortados, incluso con “guardia” para que no se nos ocurra pasar por allí. No hay problema, hoy habíamos decidido hacer esto; esta variante, incluso podía dar algo de aventura, en lugar de subir por el camino clásico a la Bola del Mundo, buscaríamos algún camino con cierta aventura. Ya llegaríamos  de alguna forma. Esta vez subimos por los Emburriaderos. Al menos yo, nunca había andado aquella esquina de la Sierra.



Distancia recorrida: 11,63 km.
Desnivel acumulado: 754 m.


Habiendo salido de la muchedumbre… la verdad es que uno siempre disfruta de un día de montaña. Más aún cuando se trata de un día soleado, aunque ventoso ventoso, pero eso si … en grata compañía, con la que recordar antiguas experiencias.






Sin esta forma, sin que haya que contar grandes aventuras, pues se trataba de un día de lo más tranquilo, discurre la mañana. Solo nos quedaba lo clásico, prestar atención y disfrutar de… aquel valle que siempre estuvo allí, pero al que nunca prestamos atención, de aquella ladera que tantas veces subimos o bajamos, pero de la que todavía queda algún detalle en su entorno que localizar, de aquel niño que lo da todo con su mochilina, sintiéndose mayor, tratando de recuperar el aliento en el collado del Piornal,… vamos, aquellas cosas que algunas veces las rutas pretenciosas nos hacen olvidar, pero que siempre debemos recordar que están allí, y nunca deberíamos de dejar.












Después de la inevitable y disfrutona reposición de energía, hoy sin prisas, solo nos quedaba volver atrás, y ya llegando a nuestro punto de salida, recordar aquel infierno del que salimos, para tratar de disfrutar de este pequeño paraíso. Habíamos pasado otra bonita mañana de montaña.




Trasgu, marzo 2017.