19 de febrero de 2017.
“… y pues no ha criado el cielo ni visto el infierno ninguno
que me espante ni acobarde, ensilla, Sancho, a Rocinante, y apareja tu jumento
y el palafrén de la reina, y despidámonos del castellano y destos señores, y
vamos de aquí luego al punto”.
Miguel de Cervantes Saavedra. Don Quitote de La Mancha.
Para escribir este relato tuve que esperar unas semanas. No
me sentía preparado para afrontar la situación. Fue realmente duro lo allí vivido.
Nunca habíamos llegado a este punto. Muchas veces habíamos
madrugado, muchas veces habíamos tenido que pensar donde ir o buscar donde
aparcar. Incluso muchas veces al volver nos habíamos encontrado con el coche
acorralado, o en otras ocasiones, habíamos tenido que evitar la muchedumbre que
rodea tanto Cotos como Navacerrada.
Esta vez superamos todo lo imaginable.
No se trataba de un día especialmente soleado. A las 7:30,
como en otras ocasiones ya estábamos llegando a Navacerrada. Pero esta vez algo
iba mal … a tres km. del puerto estábamos totalmente parados en el coche.
Atasco a las 7:30, al amanecer.
Buscasombras, después de un largo tiempo se reencuentra con
el montañismo. Volvía allí donde una vez estuvo. Pobrecico… y encontrarse con
esta situación. Qué pena daba. Se sentía compungido.
De esta forma, asombrados de lo que estaba pasando llegamos
a Cotos. Aquello, a las 7:45, no hay palabras que lo puedan describir:
aparcamiento petao, la peña como loca buscando donde meter los coches, coches
en todos los sentidos, corriendo para arriba, corriendo para abajo, la
desesperación y agonía rondaba el ambiente.
Los niños por allí tirados, con un frío que mataba. Debían
pensar que sus padres estaban locos… ¿qué coño hace un niño pelando frío a las
7:45 en mitad de la nieve? A su padre le debe de gustar la nieve… pero hacer al
niño pasar por esto. A alguno le costaba trabajo moverse. Estamos locos.
El pobre Guardia Civil… solo nos pedía, u exigía, que nos
fuéramos de allí. No me cambiaba por él. Era comprensible. Todos buscábamos lo
mismo. Intentar poder dejar el coche en algún sitio.
Solo nos quedaba volvernos a casa y tratar de desayunar
tranquilamente en el lugar de donde nunca debimos salir. De locos!!
De de vuelta, resignados, encontramos ese hueco, a un lado
de la carretera, en mitad de nada, aquel sitio que nadie debió querer puesto
que estaba demasiado lejos de cualquier sitio. Ya que estábamos allí, al menos
nos daríamos un paseo y que nos diera el aire.
Es en este momento donde uno cambia el enfoque. Había dos
opciones, seguir y volver amargado, o tratar de buscar algo que compensara la
mañana. Optamos por la última: Volver a una de esas rutas iniciales, que tanto
nos gustaban hace muchos años, que llevábamos años sin realizar, olvidada ahora
en esos pretenciosos objetivos que nos solemos marcar.
Volvemos a la clásica Bola del Mundo, Maliciosa. Allí donde
todo empezó hace muchos años.
Todavía tendríamos que superar algún inconveniente: las
pistas de esquí se han hecho dueñas de los caminos, los encontramos cortados,
incluso con “guardia” para que no se nos ocurra pasar por allí. No hay
problema, hoy habíamos decidido hacer esto; esta variante, incluso podía dar
algo de aventura, en lugar de subir por el camino clásico a la Bola del Mundo,
buscaríamos algún camino con cierta aventura. Ya llegaríamos de alguna forma. Esta vez subimos por los
Emburriaderos. Al menos yo, nunca había andado aquella esquina de la Sierra.
Distancia recorrida: 11,63 km.
Desnivel acumulado: 754 m.
Habiendo salido de la muchedumbre… la verdad es que uno
siempre disfruta de un día de montaña. Más aún cuando se trata de un día
soleado, aunque ventoso ventoso, pero eso si … en grata compañía, con la que
recordar antiguas experiencias.
Sin esta forma, sin que haya que contar grandes aventuras,
pues se trataba de un día de lo más tranquilo, discurre la mañana. Solo nos
quedaba lo clásico, prestar atención y disfrutar de… aquel valle que siempre
estuvo allí, pero al que nunca prestamos atención, de aquella ladera que tantas
veces subimos o bajamos, pero de la que todavía queda algún detalle en su
entorno que localizar, de aquel niño que lo da todo con su mochilina,
sintiéndose mayor, tratando de recuperar el aliento en el collado del Piornal,…
vamos, aquellas cosas que algunas veces las rutas pretenciosas nos hacen
olvidar, pero que siempre debemos recordar que están allí, y nunca deberíamos
de dejar.
Después de la inevitable y disfrutona reposición de energía,
hoy sin prisas, solo nos quedaba volver atrás, y ya llegando a nuestro punto de
salida, recordar aquel infierno del que salimos, para tratar de disfrutar de
este pequeño paraíso. Habíamos pasado otra bonita mañana de montaña.
Trasgu, marzo 2017.
¡Qué descansada vida
ResponderEliminarla del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero
(Fray Luís de León)
Suscribo la agobiante sensación que, de buena madrugada, estos aparcamientos producen. Suerte que, una vez dejado el coche en algún lugar imprevisto, nuestro caminar por lo intrincado e infrecuente, a la par que nos aleja de la algarabía inoportuna, nos adentra en la serenidad de la naturaleza.
Salud y Montaña.
Sabias palabras amigo Carmar!!
EliminarCon harto dolor del ánima, hágote saber Carmar, que no nos queda otro menester que aceptar lo que nos tocó en gracia ... pues no tenemos opción que elegir, ni otra que aceptar.
Salud y montaña!!
Como odio las aglomeraciones en montaña. bueno, en montaña o en centros comerciales, pero más en montaña. Menos mañl que hay monte para todos y a poco que te apartes de las sendas más trilladas, puedes disfrutar de ella a placer. Guapas imágenes.
ResponderEliminarUn saludo
Gran fortuna la vuestra, Cienfuegos
EliminarUn abrazo
Lo qué hay que hacer es madrugar más.
ResponderEliminarA ver si voy a tener que dormir en la puerta la venta!!
Eliminar