Esta es la primera entrega del relato sobre la ascensión al Mont Blanc que realizamos en 2005 por la via de los 4000 o de los Cuatro Montes.
Ya han atravesando el glaciar todas las cordadas. Las luces de los frontales dibujan la línea de la vía sorteando las barreras de serracs y las grietas del glaciar, enlazando en la oscuridad la suerte de puentes de nieve que hace posible la ascensión. Las luces se mueven lenta y jadeantemente; amarillas, blancas, azules y temblorosas. Desde este balcón privilegiado que es Cósmicos ya no puedo distinguir la luz del frontal de Trasgu (Trasgu en el Mont Blanc) de las demás. Siento como se aleja lleno de inquieta ilusión, y no puedo evitar maldecir el haber olvidado abajo las gafas de glaciar. Joder!!!, mierda de fallo estúpido. Esta vez no podrá ser.
Sin querer se me viene a mente uno de esos cálidos rincones de la memoria en los que uno se refugia, ese tesoro reconfortante, ese recuerdo cálido de aquella primavera de 2005, ese atronador estruendo con el que la montaña marcó a fuego un instante maravilloso.
Me recuerdo sentado en aquella reunión en el hombro del Maudit. Todo marchaba bien: tomo cuerda - coloco cuerda - noto tensión, tomo cuerda …., y recuerdo a Miguel y a Javi, tras pasar la zona de rocas en la que había puesto un anillo para asegurar. Ya les quedaban escasos 20m. Aquel año, los 60m del paso del hombro comenzaban con una travesía a la derecha sobre el labio inferior de una grieta, para desde él superar un resalte asi vertical de unos 4 metros (dos tornillos), para luego pasar a los 30m de hielo de 60º (2 tornillos) que con facilidad nos permitiría ganar altura hasta la zona de rocas (dos anillos). Desde allí los restantes 25m de la subida los recuerdo más cómodos y fáciles. O sería que ya no veíamos al mirarnos los pies a 3000m más abajo los pueblos del valle.
Me costó montar la reunión. Todavía estaba jadeante y un poco aturdido. Tuve que hacer el dinámico 3 veces hasta que me salió. Me había costado mucho subir, en parte por tener que arrastrar la cuerda por el celo de Miguel en asegurarme, en parte por el esfuerzo y la altura. El caso es necesité un rato para dejar de estar grogui.
La reunión era fácil: Contra unas rocas sentado al otro lado de la pared, con escalón para los pies, un piolet en T por si algo salía mal y me iba para mi vertiente, el otro en dirección contraria, y un paisaje único. En aquel nido de águilas tenía el Gran Plateau a mis pies, el col de la Brenva un poco a mi izq., y de frente, majestuoso el Mont Blanc.
Mira que soy guarro con la cuerda, siempre me hago nudos. Pero esta vez todo iba bien. La cuerda, en armoniosos lazos colocados según recogia, se descolgaba desde la pala del piolet clavado. Allí sentado disfrutaba de uno de esos momentos perfectos: ningún problema (excepto un poco de retraso), un tiempo muy estable después de las tormentas de los últimos días, y mis compañeros acercándose en jolgoriosa conversación –“me estas tirando en la cara todo el hielo”, “perdón, perdón…”, “otra, otra vez”, “ya, ya. Perdón. Es que cae”
Y de repente un estruendo ensordecedor, un rugido que se percibe en las tripas antes que en el oído me saca de mi ensimismamiento. No sé muy bien que ha pasado. Miro a un lado y a otro y no logro ver más que ese paisaje blanco perfecto. Tardo y me cuesta ubicar en el Gran Plateau una zona removida, una lengua de nieve distinta, una zona donde la montaña nos muestra su otra cara. Aquella que nos recuerda que estamos de prestado. Maravillado me quedo improntado por la grandeza de lo vivido. Un regalo extraordinario.
Javi y Miguel llegan arriba y les recibo con una alegría fuera de lo normal. No acierto a contarles lo vivido en estos escasos 20min que llevamos sin vernos, ni oírnos. Aun hoy creo que no se expresarlo como se merece.
Los aperos se han congelado. Con trabajo desmontamos la reunión y compruebo que se me ha quedado helado todo. La dragonera del Goulotte podría servir para meter clavos de roca (sé que estoy exagerando, lo sé. Es una figura). Hasta la Brenva ya solo resta un paseo perdiendo lentametne altura por una ladera que baja en inclinación (fuerte caída a la derecha) conforme nos acercamos.
Que buen momento para un descanso y reponer fuerzas con unas barritas y unos frutos secos. Allí ya me empiezo a dar cuenta de que los 1,5 litros recomendados para la ascensión van a ser muy pocos.
Vemos como se acerca una cordada de italianos que nos saludan con distante alegría. Miguel me cuenta que le habían pedido usar nuestra cuerda, pero que se lo había negado. En cualquier caso el col. de la Brenva es grande y hay sitio para todos.
Charlamos tensamente, nos reímos nerviosamente, hacemos como que nos relajamos y descansamos. Vamos con retraso, pero es necesario el alto. Miguel se quita el casco. Se da la vuelta para charlar y comentar el suceso en la cueva de hielo (quedará entre Miguel, Javi y yo; lo prometí) y vemos atónitos como el casco comienza un descenso por la nieve a creciente velocidad. Los italianos ven la escena con sorpresa, y uno de ellos, cuando el caso pasa a unos 2m, se lanza al suelo a lo Maldini, con los pies por delante en una entrada de futbol que bloqueó el casco como si de un balón se tratara. Todo un espectáculo, y un favor por el que le estaremos agradecidos siempre.
Con ellos y con el mejicano con su guía hicimos cima, y lo festejamos como esos amigos que hace la montaña.
Desde la Brenva la subida era fácil, pero terriblemente dolorosa para los gemelos. El hielo de unos 30º-35º (puntos de 45º) estaba durísimo. Poco a poco notamos como el no haber aclimatado nos pasaba factura. Cada vez boqueábamos más. Cada 20 pasos Miguel y yo nos parábamos a respirar trabajosamente. Javi, por el fuerte entrenamiento cardiovascular que tenia lo llevaba “muy bien”.
Las piernas y los pulmones me ardían. Era un camino interminable. Nos centrabamos en dar el siguiente paso, en cambiar el piolet a la mano del monte, en no pisar la cuerda cuando el de delante se paraba. La ascensión se había convertido en trabajosa rutina. Sin darnos cuenta la pendiente se suavizó y pudimos hacer algunas zetas, y en una vimos la cumbre a nuestro alcance. Unos escasos 30m que se recorrieron no sin trabajo. Y cima a 4810m con una hora de retraso.
Tras la alegría, las fotos, los abrazos y las felicitaciones tocaba un poco de cordura: nuestra cima verdadera estaba abajo. Al llegar tan tarde no era seguro volver por la vía de subida. Los puentes de nieve no aguantarían, según nos había comentado un guía durante la cena en Cósmicos. Nuestra única posibilidad era salir por las Bosses, hacer el Dome de Gouter, bajar el espolón del mismo nombre y atravesar la temida Bolera.
Lo bueno era que íbamos a hacer algo muy completo, algo que no era desandar el camino, pero algo desconocido que nos llevaría más tiempo, y teníamos el avión en menos de 24h.
Sin pensarlo dirigimos la mirada al filo de las Bosses retomando con esfuerzo la concentración. Tensamos la cuerda y la respiración y, pa'bajo como único objetivo.
http://uno-gradistas.blogspot.com/2010/07/mont-blanc-2005-la-via-de-los-cuatro_13.html
(Continua en Mont Blanc 2005: La vía de los Cuatro Montes o de los 4000s - II
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Plas, plas...que pasada¡...yo he probado dos veces esa ruta y no he podido, bueno, más bien ni he llegado a intentarlo por las condiciones que me he encontrado, pero...caerá.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Sherpa,
ResponderEliminarMuchas gracias. Es una ruta muy completa y agradecida.
Muy recomendable.
A ver si la agregas areciecho es una pasada compi, cuando vallamos nosotros ya sabes....saludos compi nos vemos
ResponderEliminareeeeeiiiiiinnnn!!! chiflu!!! como te gusta, eh???
ResponderEliminarA ver si te animas y nos vamos para alli y año que viene, que ya le tengo
ganas otra vez.
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S2
Trasgu