“Autores hay que dicen que la primera aventura que le vino
fue la del puerto Lápice, otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo
que yo he podido averiguar en este caso y lo que he hallado escrito en los
anales de la Mancha es que él anduvo todo aquel día y, al anochecer, su rocín y
él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por
ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y
adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino
por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que no a los
portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba”
Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.
Pocos lugares hubiere en este mundo que acumulen más
encantamiento que los Lagos de Saliencia. En este dominio de los osos, si uno
los combina con sus Albos cual torreones desde los que otear sus alrededores,
sus simas cual furacos amenazantes que llamarte parecen hacia su interior, tal
lugar alcanzar un nivel de esplendor, belleza y atracción difíciles de alcanzar
en ningún otro.
Porque la escasez de nieve no animaba en tratar de buscar
alguna otra tentativa, le propongo a Stelvio xatada importante que nos permita
enlazar aquello que por separado ya fue visitado en anteriores ocasiones. Ahí
es cuando uno se percata de la referencia que cada montaña del entorno mantiene
respecto a las próximas.
Distancia recorrida: 18,24 km.
Desnivel acumulado: 1.181 m.
Las ocho de la mañana serían, cuando el sol, esta vez sin nubes
que lo cubrieran, con luz escasa y templados rayos dio lugar a Jorgito Stelvio
y el Trasgu para que sin calor y pesadumbre se adentrasen en tan admirable y atrayente
mundo aconteciendo en el modo siguiente.
Ya en el primer tramo de la mañana, los lagos van gobernando
el camino que ambos seguirán, decidiendo incluso en algún momento por ellos,
sin que su voluntad pueda oponer resistencia a ello ante lo mostrado como cebo
delante de ellos en todo momento. Desta manera Lago de la Cueva, Cervéiriz y
Cebolleu gobiernan su voluntad, adentrando, cual canto de las sirenas a Ulises,
a ambos montañeros en lo profundo de aquel mundo.
Admirando la Cueva, y dejándose guiar por un Cervéiriz, el
cual parecía haberse congelado para permitir su paso por encima y, desta
manera, alcanzar leve cuenca en su ladera que diera acceso a ambos a la cuerda
cimera de Albos y Pico Rubio… ambos montañeros se ven encaramados a la misma,
deseando alcanzar toda clase de cimas a su alcance, quienes adulados por el
suave acariciar de Eolo, no quieren ver que el día tiene fin, debiendo entrar
en el mismo el retorno al seguro origen.
Albo Occidental y Oriental, por ese orden van recogiendo,
quedando, por engaño en las percepciones, el Pico Rubio como excusa para poder
volver al lugar.
Para completar tan buen camino y tratar de hallar parte de
lo que faltaba al parecer de un servidor en tan bella jornada, el Valle de Valverde es
marcado como senda de regreso. Para ello el tiempo apremia. Es en este trasiego
cuando toda clase de falsos indicios son mandados a los osados caminantes.
Falsos consejos unidos a dudas infundadas, la gran distancia del camino, lo que
con la premura de las sombras anticipando la proximidad del ocaso, provocan que
no haya opción al error.
Hasta cuatro collados se muestran delante de ellos. Había
que elegir por cual cruzar, el cual permitiera luego bajar al valle. El Dios
Helios amenaza con que no habrá opción de rectificar, ocultando el Sol tras
farallones ahora ya amenazantes.
Dudas e inquietudes hacen tomar la decisión sobre cual
camino aquellos tomarían de la forma más tardía posible, esperando la cercanía
para evaluar el precio a pagar en cada uno de los collados. En la corta
peregrinación a los farrallones el pico Valle Calabazosa, tercero del día,
entra al zurrón, casi sin sentirlo. Los sentimientos estaban enfrente nuestro:
“¿Por donde cruzar?”
Incluso, a modo de ofrenda, allí quedan unos guantes,
ofrecidos como sacrificio que permita alcanzar la ayuda que les permita volver
en tiempo y forma querida al origen del día. La decisión debía ser tomada, la premura del
ocaso amenaza la misma.
Después de infinitas divagaciones mentales la conclusión de
que, cuando un collado tiene nombre es porque el que se lo puso pasó por allí,
la decisión es tomada: pasaremos por aquel que tiene nombre en el mapa, el
único, el Congosto está alejado, el Collado de la Cuerría es el elegido,
debiendo para ello rodear desde Torre Orniz en búsqueda de la Calabazosa hasta
dar con aquel que nos diera el crédito suficiente para salir de allí.
Con algún amago, incluso alguna duda de última hora,
recordando, las finalmente bien resueltas, situaciones similares en otros
escenarios cual Siegalavá o el todavía reciente Montihuero, ambos participantes
alcanzan el Valle conducente a la Majua, a partir del cual alcanzar el Valle
Valverde es labor sencilla. Otro collado, esta vez el Queixeiro, los dejará
rumbo al deseado retorno.
Desta forma, viendo el Morronegro nuestro ahora ya relajado
caminar, ya sin preocupación por los rayos que momentos antes nos marcaban un
incierto devenir, ya disfrutando del susurro del arroyo que nos marcará la
senda final, entre algún tropezón en barro y arroyo y las consecuentes risas
motivadas por la serena situación en la cual encontrábamosnos, alcanzamos el
final del día coincidente con el origen del mismo.
De nuevo habíamos librado. El mapa escenario del día de hoy
no se nos olvida en la vida, el objetivo de unir todas esas pequeñas referencia
había sido alcanzado.
Trasgu’2016.
(Fotos de los dos implicados en tan magna aventura)
Conozo bien aquello de cuando ficimos tol crestéu dende'l Cuetu Crespu hasta'l Cuetalbo. Gracies por facémelo recordar... bona xatada vos metísteis.
ResponderEliminarSaludos
apunto esa como pindia pal futuru
ResponderEliminarMuy chulas las fotos y excelente narración. Me encanta leeros. Ánimo y buenas rutas!
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