La luz postrera del sol saca relieves fantásticos a las crestas. Largas y contrahechas sombras se proyectan en las vertientes. Los puertos y collados parecen filos de hoces descomunales.
Juán Almela Meliá.
Leyendas y evocaciones de la serranía.
Desnivel: 800m
Duración: 4.5h +-1h
Nivel físico: medio
Nivel técnico: medio. Complicado por la noche y el fino hielo presente.
Agua: En abundancia, cuidado con el ganado.
NB: el relato es compartido entre los participantes, se muestra con estilo diferente cada uno de ellos.
Excitante esta moda de las ascensiones nocturnas. Al principio se trataba de huir del calor. Luego de hacer algo distinto. Pero ahora casi las utilizamos como fin en si mismas.
Como con las nocturnas es mejor hacer una actividad ya conocida, en esta ocasión pensamos en Peñalara y cresta de Claveles. Bonita, conocida, aérea y con buenas vistas sobre el valle de Lozoya y sobre la meseta norte.
Pero la montaña es la que tiene siempre la última palabra, y lo que era un paseo nocturno con material de verano se convirtió, por sorpresa y en menos de media hora, en una arriesgada travesía por nieve helada y roca verglaseada con sus correspondientes bajadas de 200m a cada lado de la cresta.
Siempre se aprende algo.
En este caso la intención era hacer algo distinto, volver a disfrutar de esos momentos distintos que te aporta la montaña, sacándonos de nuestro ‘trepidante’ mundo, permitiendo que nos encontremos un poco más con nosotros mismos.
Había que buscar que nos permitiera encontrar esto, había que salir un poco ‘fuera de hora’, buscando esos momentos un tanto mágicos que te proporcionan el atardecer y la noche.
En cuanto al lugar, apetecía bastante volver a Peñalara y Claveles, el orden se decidiría sobre la marcha, en el mismo instante de subir.
Quedamos a las 15h de un jueves de noviembre, que fueron las 15:30, en el puerto de Cotos. Al final sólo aparecimos Trasgu y yo. Con prisa nos vestimos y salimos pa’rriba. Tras un breve intercambio de ideas, que eran pocas, decidimos hacer primero Claveles y luego, de vuelta, Peñalara, con la idea de disfrutar de las vistas de la meseta norte mientras descansamos tomando algo. Como gran y único mandamiento estaba el llegar a Claveles todavía con luz.
Ya en el aparcamiento, a la hora convenida, tardan poco en aparecer las primeras impresiones: “nunca había visto este paisaje con esta luz”, “parece que no tendremos mucha gente por el camino”,… De esta forma tomamos todos los aperos y marchamos to’pa’rriba. “¿No habrás olvidado el frontal?”, estaba claro que lo íbamos a necesitar.
El día se presenta bueno, mucho mejor que lo presagiado por las previsiones, nubes muy tranquilas, sin viento y cielo azul. Buscasombras solo muestra una preocupación: “Vayamos por donde vayamos, deberíamos pasar la arista de claveles de día”. A mi me preocupaba poco, era uno de esos días donde partía con mucha tranquilidad, sin preocupación alguna, la arista tampoco lo era.
Por llegar pronto a la arista decidimos ir primero a Claveles para llegar finalmente a Peñalara, a través de su “temida” arista.
Ya en el bosque que rodea el pto. de Cotos nos encontramos zonas con nieve. La luz era inusual para nosotros y disfrutábamos de los contrastes dorados del atardecer, el verde del bosque y cielo saturado de azul. Así, la vista de la Laguna de Peñalara fue muy grata al encontrárnosla tapizada de blanco, pero con las rocas visibles. Este paisaje nos acompaño en el camino hasta la laguna de los Pájaros. La temperatura suave hacía que números cursos de agua se descolgasen ruidosos por las paredes glaciares de la zona. Lagunas y prados aparecían encharcados y enmarcados por la nieve. Algunas lagunillas tenían una capa de hielo. La temperatura era agradable, y resultaba placentero sentir el crujir de esos 5 cm de nieve “primavera” bajo nuestros pies. Repetíamos eufóricos: “ya hemos pisado nieve”.
Después de las típicas conversaciones iniciales llegamos al Circo de Peñalara, no se si es por el ‘ansia de nieve’, pero ver las primeras nieves me parece maravilloso. Igualmente, el trayecto hasta las lagunas (Cinco lagunas, Laguna de los Claveles y Laguna de los Pájaros) me parece precioso, disfrutando como un zagal del ‘crepitar’ de la nieve en cada pisada (¡¡como me gusta este sonido!!). Tanto disfrutar, tanta foto, tanta ‘autocomplacencia’ hace que nos retrasemos bastante en llegar al cordal que nos llevará a Claveles.
Llegamos, con muy poca luz y bastante nieve poco profunda, al inicio de la subida al Risco de los Pájaros. Sin pausa, y con algo de prisa, comenzamos con terca obstinación a ascender, pero ya con dificultades para encontrar hitos o marcas entre el laberinto de los canchales, tapados en parte por la nevada.
Cuando notábamos como la roca comenzaba a ponerse muy resbaladiza, alcanzamos la divisoria de aguas en una zona más cómoda. Parados nos quedamos contemplando el espectáculo que nos esperaba en la cara NO: montañas, pueblos encendidos, cielos rojos y azules, un mar de nubes lejano…. La Granja de San Ildefonso y Segovia a nuestros pies…. Y un poco de frío que ya teníamos.
Ya en plena ascensión a Claveles, después de haber dejado atrás las lagunas, se ‘nos olvida’ que en medio teníamos el Risco de los Pájaros. Antes de este ocurren varios acontecimientos que marcarán el día (o la noche). Veamos.
Pronto se hace de noche, esto cambiará la percepción de todo lo que tenemos alrededor, creando cierta ansiedad por pasar ‘lo peor’. Había que llegar arriba cuanto antes.
Tras ponerme un poco de ropa continuamos y nos damos cuenta de que la nieve se está endureciendo. Las botas casi no hacen huella. La patada de talón es lo único que funciona, pero en unos minutos deja de ser efectiva. El canchal toma inclinación y la nieve también es más frecuente. Está mala, muy mala. Así que decidimos tomar roca. Pero descubrimos, con horror que la roca ahora, además de resbalar, se está verglaseado. De repente está todo como untado con grasa de gocho (manteca).
Con cierto esfuerzo de orientación, y de progresión, encontramos un punto por el que trepar entre rocas y hielo para alcanzar el Risco de los Pájaros; desde donde, sin pausa, nos dirigimos al Risco de los Claveles buscando el diedro-laja tumbado que nos permite subir a la parte alta de la cresta.
Normalmente es muy fácil, pero hoy lo encontramos aderezado con hielo y roca más resbaladiza del “mundo - mundial”. Se nos hace difícil encontrarlo, acercarnos y, por supuesto, trepar.
Logramos encaramarnos para tallar con la punta de un bastón un pequeño escalón en el hielo mientras Trasgu sus bastones afianza la posición inestable de uno de mis pies (quizás fuera más un problema de confianza que de peso). Joder, si esto era un paseíto casi de verano.
Por otro lado, nos sorprende una nieve ‘escasa’ (no había mucha) pero realmente dura (en muchos casos era hielo auténtico). “Estamos justo en el sitio de la Sierra donde no me gustaría estar a estas horas”, comentaba Buscasombras. A mi la situación me resulta ‘agradable’, únicamente me preocupaban esas piedras con pequeñas capas de hielo por encima, eran auténticas trampas en cada paso que dábamos.
De esta forma, después de buscar algún que otro paso, llegamos a la cima de Claveles. La alegría hubiera sido mayor si no supiéramos que detrás venía lo peor: la arista de Claveles. Esta vez si era de verdad el paso clave del día: nuestro pequeño “Escalón Hillary”.
Ya en la cima, y tras las fotos de rigor, en este caso algo tensas, emprendemos el paso de la cresta. Titubeantes y temerosos, y casi haciendo la moto en un terreno por nosotros muy conocido, vamos pasando rocas y huecos al vacío hasta llegar a la laja que en su final tiene un paso fácil pero aéreo. Hacemos uso de la fisura, limpia de hielo, que facilita el proceso, pero en la parte baja tenemos que sacar el culo al valle y destrepar un metro para poner un pie sobre ¿hielo?
Con alivio descubrimos que la suela se posa sobre algo firme y agarra. Trasgu baja y me pisa con elegancia. No hay más sitio para cuatro botas del 45. Trepamos por el otro lado y retomamos la cresta hasta llegar al bloque de roca que normalmente pasamos andando tras ponernos sobre él de un salto. Aunque está limpio, el respeto tomado a la roca resbaladiza hace que lo toquemos con las manos tanto como con los pies. Pero agarra. Así que terminamos el paso andando. El resto fue crestear por rocas y canchales hasta salir del risco para subir sin problemas a la cima de Peñalara. Bufffffff!!!!, menudo momento emocionante.
Allí llega el momento ‘culillo shin chan’, buff!! “si tienes que caerte es mejor que caigas a la izquierda” le decía yo a Buscasombras, “ya!! ya!!”, respondía él. Así, manteniendo el tipo, pasamos esta arista, donde Buscasombras demuestra toda su sabiduría y conocimientos de esta zona. Me deja sorprendido que conozca cada piedra, cada paso. “Todavía nos queda lo peor”, decía después de pasar una de las lajas más chungas, rememorando de alguna forma sus últimas vivencias, donde lo que viene después siempre es peor que lo que ya pasaste.
Finalmente, respiramos tranquilos, ya estamos en el camino de Peñalara, recordando lo vivido, todavía la noche nos jugaría una última pasada: “tiiiioo!! falta un güevo pa Peñalara!!” exclama Buscasombras cuando yo creía estar llegando. “No puede ser!! en el ‘jippy ese’ dice que estamos ya ahí!!”. En la oscuridad de la noche (no había luna) nos surgen algunas dudas, la verdad es que el perfil que se vislumbraba en la oscuridad creaba una sensación óptica muy distinta a la realidad. “tiiiiooo!! Parece que está lejos pero son solo 100 m.!!” ya estábamos en la cima de Peñalara, Buscasombras lo celebra. Como cambia la noche la percepción de las cosas, te genera dudas donde nunca las hubieras tenido (por esa zona habremos pasado ‘cienes y cienes’ de veces, y todavía dudábamos).
Refugiados tras unas rocas por culpa del fuerte y frio viento, tomamos un poco de embutido y degustamos té y orujo mientras nos hacemos a la idea de retomar el plan B, to’-pa’bajo.
En el descenso pasó lo que viene siendo habitual en nosotros: autocomplacencia por la actividad, conversación amena, y despiste de la ruta. Somos un peligro. Por suerte no fue mucho en ninguna de las veces.
Sin más, después de disfrutar de las viandas típicas, de esos momentos en el recogimiento de la noche con el sonido del viento de fondo y alguna que otra nube que se dejaba ver, tan difíciles de describir, emprendemos el camino hacia casa. El trayecto de vuelta quedará ocupado por los comentarios sobre lo acontecido en otra montaña, muy muy lejana a estas (eso ya es otra historia que además no es nuestra).
Buscasombras y Trasgu '09
jueves, 12 de noviembre de 2009
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Tíiiiio,
ResponderEliminarque buena noche de culo apretao que pasamos.