“En tiempos pasados de todo género de frutas, por su mucha
abundancia, reviciaba la gente como gochos en faedu”. Grangerías a.
1712, folio 345
Como otras muchas veces había una deuda pendiente, una
cuenta que saldar, una herida que cerrar. Hace unos meses no se nos permitió
probar el ascenso a la Mesa por la Diagonal, desde abajo, aquél día desde El
Campo, hoy lo intentamos desde Riospaso.
Desnivel acumulado: 1145 m.
Distancia: 9,1 km.
Perico ya tenía su deuda saldada… a mi me quedaba pendiente.
Hoy tenía que ser el día. Perico me guía, único animal capaz de visitar cuatro
veces seguidas la misma montaña, para bien, casi siempre, o para mal, en alguna
ocasión.
El día amanece con muy buenas sensaciones, poco frío, tampoco
calor, no amenaza lluvia. Promete. De esta forma, tras avanzar todo lo posible
por las calles de Riospaso, comenzamos nuestra ruta a los pies del hoy
defenestrado Hotel la Mesa. “Desde aquí … todo para arriba”, asevera Perico
(mira que esa frase ya me la se … uuufff!!).
Entre fayeus y fallas discurre el camino de ascensión hasta
los pies de la mesa. Una senda
agradable, a la sombra de las fallas, disfrutando de sus escogidas formas, cada
una parece escoger la forma de sus troncos y ramas, la forma que la diferencie
de la que tiene al lado. Los colores del fayeu marcan el territorio… verdes, amarillos,
ocres, marrones… parece haber sido decorado de forma previa a nuestra llegada,
cada rincón tiene su encanto, cada rincón parece haber sido pensado.
Así se empieza a terminar el mundo de las fayas, comienzan a
aparecer los acebus… difícil encontrar mayor muestrario, fortaleza y belleza
que entre los allí presentes. Limpios, brillantes y relucientes como si los
acabaran de colocar allí. Sus frutos, de noble grana escarlata, suponen al
adorno colorido a aquél jardín. Arbusto de gran porte y belleza inusitada, de
presencia brava y esquiva, en su mezcla con las fallas, en algunos momentos se
hace difícil de diferenciar donde empieza o termina cada uno por la ambigüedad y
mezcolanza en el espacio ocupado al mismo momento por ambos. Pocas especies
vegetales me despertaron mayor admiración.
Evitando entrar en situación de autocomplacencia por el jardín
disfrutado, solo nos queda el típico pedreru para situarnos a los pies de la
canal que nos llevará directos a la diagonal a través de la cual uno se gana la
cumbre. No hay montaña que se precie que no te haga morir en su pedreru.
De esta forma nos plantamos a los pies de la canal, cerrada
y entretenida la cual nos llevará a los pies de la ladera que nos permitirá
ganar la diagonal.
Entre roca y hiervas vamos uno va progresando, poco a poco
aquello se va poniendo más pindio, te agarras como puedes, uñas negras de tierra,
yerba entre los dedos, clavas punteras donde puedes, pisas roca cuando la
tienes, con mucho cuidado de no tirarla, porque allí está todo que se cae (y al
de abajo no le suele hacer gracia) … en un momento que levantas la cabeza,
piensas … cagüenmimantu!!!! Donde estoy!! Uno de esos sitios donde no debes
caerte… y el Perico callao cual si no supiera nada de lo que allí estaba
pasando (¡¡que tíiiiiio!!)
De esta forma nos plantamos a los pies de la pequeña canal
donde la cuerda se hace necesaria. Esta nos llevará al hombro desde el que se
gana la cima de La Mesa. Allí estábamos. En la cumbre.
La bajada no es sencilla, con mucho cuidado, por la otra
cara de la que subimos, buscando senda, perdiéndola en algún momento,
recuperándola, mano aquí, pie allí, que no llego con el pie al suelo, que la
mano no me da, que donde me agarro. No
debe ser despreciado este descenso. Tiene su puntito esta montaña, muchas veces
minusvalorada, olvidada a la sombra de las grandes de Ubiña.
Había que buscar el descenso a la senda por la que vinimos,
un rapel, en terreno muy descompuesto nos separa de ella. Dejando algún
cordino, utilizando otro que había pasamos dos tramos rapelados. El terreno
está muy roto, caen boliches a la más mínima. A la salida del segundo tramo,
movido por la propia cuerda nos cae desde arriba, cual sputnik, un boliche
considerable, da en un lado, da en otro, no sabes muy bien por donde te va a
llegar. A mi me da en la bota, Perico debajo se parapeta tras pedrolo
considerable que le mantendrá a salvo de tan grave amenaza. Hemos salido de
esta.
Solo queda el descenso de la ladera, volviendo a disfrutar
de nuestro jardín, esta vez anclando nuestra atención en algún texu, ermitaño
de los árboles, a quienes les gusta vivir en soledad en las umbrías, creciendo
durante siglos o milenios. Aquel que disfrutamos, posiblemente venerado por
algún celta, preciado por la atmósfera espiritual que les rodeaba. ¿A cuantas personas habría visto pasar aquel texu???
Perico no quiere volver a casa, no hay quien se lo lleve, se
regodea en lo que nos va pasando delante… cuesta dejar aquello.
Como otras muchas veces… gran e inolvidable día de montaña
en inmejorable compañía.
Trasgu’2016.
(Fotos de ambos participantes en el evento)
Pasan los años y ...........escribes aún mejor. Noraguenaaaaaa....!!! Saludos ;-)
ResponderEliminarLe Professeur ... a ti te gusta por que te resulta familiar ... no hace mucho que lo viviste.
EliminarUn abrazo compañero!!
Impresionante... !!
ResponderEliminarEnhorabuena
Gracias David
EliminarGran jornada y mejor relato. Enhorabuena por las deudas cobradas. Me quedaré con ese preámbulo de "reviciaba la gente como gochos en faedu", que me ha hecho gracia y pasará a la caja de las citas montañeras.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias Cienfuegos
EliminarBellos toques otoñales al pie de enhiestos paredones que precisan de manos, pies y cabeza para mandarlos ordenada y serenamente. Compañero, cuerda y decisión hasta salir a una cima cruzada (con cruz) desde la que todo se otea y de la cual con similar esmero y cuidado toca bajar por el otro lado.
ResponderEliminarPoco queda ya de hierbas y prados, enseguida todo será nieve y hielos. Será el momento de piolets y pinchos, serán otras sensaciones, seguirá siendo Naturaleza.
Salud y Montaña, amigo de los montes de allá.
Salud y montaña ... amigo de aquestos montes!!
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