domingo, 6 de noviembre de 2016

Diagonal de la Mesa


1 de noviembre de 2016. 

“En tiempos pasados de todo género de frutas, por su mucha abundancia, reviciaba la gente como gochos en faedu”. Grangerías a. 1712, folio 345

Como otras muchas veces había una deuda pendiente, una cuenta que saldar, una herida que cerrar. Hace unos meses no se nos permitió probar el ascenso a la Mesa por la Diagonal, desde abajo, aquél día desde El Campo, hoy lo intentamos desde Riospaso.






Desnivel acumulado: 1145 m.
Distancia: 9,1 km.





Perico ya tenía su deuda saldada… a mi me quedaba pendiente. Hoy tenía que ser el día. Perico me guía, único animal capaz de visitar cuatro veces seguidas la misma montaña, para bien, casi siempre, o para mal, en alguna ocasión.

El día amanece con muy buenas sensaciones, poco frío, tampoco calor, no amenaza lluvia. Promete. De esta forma, tras avanzar todo lo posible por las calles de Riospaso, comenzamos nuestra ruta a los pies del hoy defenestrado Hotel la Mesa. “Desde aquí … todo para arriba”, asevera Perico (mira que esa frase ya me la se … uuufff!!).




Entre fayeus y fallas discurre el camino de ascensión hasta los pies de la mesa.  Una senda agradable, a la sombra de las fallas, disfrutando de sus escogidas formas, cada una parece escoger la forma de sus troncos y ramas, la forma que la diferencie de la que tiene al lado. Los colores del fayeu marcan el territorio… verdes, amarillos, ocres, marrones… parece haber sido decorado de forma previa a nuestra llegada, cada rincón tiene su encanto, cada rincón parece haber sido pensado.






Así se empieza a terminar el mundo de las fayas, comienzan a aparecer los acebus… difícil encontrar mayor muestrario, fortaleza y belleza que entre los allí presentes. Limpios, brillantes y relucientes como si los acabaran de colocar allí. Sus frutos, de noble grana escarlata, suponen al adorno colorido a aquél jardín. Arbusto de gran porte y belleza inusitada, de presencia brava y esquiva, en su mezcla con las fallas, en algunos momentos se hace difícil de diferenciar donde empieza o termina cada uno por la ambigüedad y mezcolanza en el espacio ocupado al mismo momento por ambos. Pocas especies vegetales me despertaron mayor admiración.


Evitando entrar en situación de autocomplacencia por el jardín disfrutado, solo nos queda el típico pedreru para situarnos a los pies de la canal que nos llevará directos a la diagonal a través de la cual uno se gana la cumbre. No hay montaña que se precie que no te haga morir en su pedreru.





De esta forma nos plantamos a los pies de la canal, cerrada y entretenida la cual nos llevará a los pies de la ladera que nos permitirá ganar la diagonal.





Entre roca y hiervas vamos uno va progresando, poco a poco aquello se va poniendo más pindio, te agarras como puedes, uñas negras de tierra, yerba entre los dedos, clavas punteras donde puedes, pisas roca cuando la tienes, con mucho cuidado de no tirarla, porque allí está todo que se cae (y al de abajo no le suele hacer gracia) … en un momento que levantas la cabeza, piensas … cagüenmimantu!!!! Donde estoy!! Uno de esos sitios donde no debes caerte… y el Perico callao cual si no supiera nada de lo que allí estaba pasando (¡¡que tíiiiiio!!)




De esta forma nos plantamos a los pies de la pequeña canal donde la cuerda se hace necesaria. Esta nos llevará al hombro desde el que se gana la cima de La Mesa. Allí estábamos. En la cumbre.












La bajada no es sencilla, con mucho cuidado, por la otra cara de la que subimos, buscando senda, perdiéndola en algún momento, recuperándola, mano aquí, pie allí, que no llego con el pie al suelo, que la mano no me da, que donde me agarro.  No debe ser despreciado este descenso. Tiene su puntito esta montaña, muchas veces minusvalorada, olvidada a la sombra de las grandes de Ubiña.



Había que buscar el descenso a la senda por la que vinimos, un rapel, en terreno muy descompuesto nos separa de ella. Dejando algún cordino, utilizando otro que había pasamos dos tramos rapelados. El terreno está muy roto, caen boliches a la más mínima. A la salida del segundo tramo, movido por la propia cuerda nos cae desde arriba, cual sputnik, un boliche considerable, da en un lado, da en otro, no sabes muy bien por donde te va a llegar. A mi me da en la bota, Perico debajo se parapeta tras pedrolo considerable que le mantendrá a salvo de tan grave amenaza. Hemos salido de esta.





Solo queda el descenso de la ladera, volviendo a disfrutar de nuestro jardín, esta vez anclando nuestra atención en algún texu, ermitaño de los árboles, a quienes les gusta vivir en soledad en las umbrías, creciendo durante siglos o milenios. Aquel que disfrutamos, posiblemente venerado por algún celta, preciado por la atmósfera espiritual que les rodeaba. ¿A cuantas personas habría visto pasar aquel texu???






Perico no quiere volver a casa, no hay quien se lo lleve, se regodea en lo que nos va pasando delante… cuesta dejar aquello.



Como otras muchas veces… gran e inolvidable día de montaña en inmejorable compañía.


Trasgu’2016.

(Fotos de ambos participantes en el evento)

8 comentarios:

  1. Pasan los años y ...........escribes aún mejor. Noraguenaaaaaa....!!! Saludos ;-)

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    1. Le Professeur ... a ti te gusta por que te resulta familiar ... no hace mucho que lo viviste.
      Un abrazo compañero!!

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  2. Gran jornada y mejor relato. Enhorabuena por las deudas cobradas. Me quedaré con ese preámbulo de "reviciaba la gente como gochos en faedu", que me ha hecho gracia y pasará a la caja de las citas montañeras.
    Saludos

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  3. Bellos toques otoñales al pie de enhiestos paredones que precisan de manos, pies y cabeza para mandarlos ordenada y serenamente. Compañero, cuerda y decisión hasta salir a una cima cruzada (con cruz) desde la que todo se otea y de la cual con similar esmero y cuidado toca bajar por el otro lado.
    Poco queda ya de hierbas y prados, enseguida todo será nieve y hielos. Será el momento de piolets y pinchos, serán otras sensaciones, seguirá siendo Naturaleza.
    Salud y Montaña, amigo de los montes de allá.

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