“Érase que se era, el bien que viniere para todos sea, y el mal para quien lo fuere a buscar...” Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.
Era el retorno a Peñalara, uno más de ya no se cuantos. No había muchas expectativas, pero viendo las últimas nieves caídas pensaba que algo se podía hacer: ¡¡un tubito!!
En esta ocasión, el célebre Cacahuetes, celebre montañero burgalés, de los de robusto piolet de hierro al hombro, salvaje y aguerrido, cuya fornida maza blandiera el brazo de Hércules, siempre el piolo de hierro a cuestas del titán, vamos … todo un campeón, decide acompañarnos en una nueva salida Peñalara.
Peñalara era el segundo plato, Gredos se nos había caído, pero podíamos hacer algo.
Me planteo como objetivo el tubo en el que acabé la temporada pasada, el encajonado. Algo podía tener.
Nada más llegar al aparcamiento, al amanecer, “andanadas” de gente. “Pero … ¿Cómo puede haber tanta gente aquí si todavía no ha amanecido?”. Por otro lado, poquita nieve, poquita, poquita. En resumen … mucho hierro por allí para tan poca nieve. Hoy nos tocaba “pelear” por nuestro trocito de nieve.
Rápido empredemos el camino hacia Claveles, no había tiempo que perder. Conforme avanzamos se me hunde más la moral. “Tiiioo, no hay nieve!!”. “Bueno, al menos esto sirve para entrenar, subimos el peso para luego bajarlo”. Es el último consuelo que una vez, tiempo ha, me dieron en la Pedriza.
La verdad, llegó un momento donde pensaba que cualquier intento de sacar el piolo podía ser gracioso para todos los que estaban alrededor.
Poco a poco vamos perdiendo a gente. La zona de la laguna pelada, la Canal de la Ceja no existía, Dos Hermanas pelado, la piedra aflora por todos sitios, no es que aflore la piedra simplemente … parecía junio.
Pero Cacahuetes pateó, pateó, pateó. Le vió la luz del día, y vió hito herguido, y vio la senda fría, siempre con el piolo de hierro a cuestas del titán.
Como siempre suelo decir, la montaña siempre nos da su oportunidad, solo hay que cogerla. Esta vez también sería así.
Ya en la zona del Encajonado, bastante pobre de nieve, se podía subir a buscarla. Las canales de la pared negra de Claveles nos dejaban hacer algo.
Cacahuetes quería ver de cerca el Encajonado, ya cercado por otros montañeros, que buscaban la forma de “pinchar” allí. El tubo era bonito, pero hoy no era nuestro tubo. Buscando algo que hacer, entre risco, placa de hielo y nieve pastosa, encontramos la entrada a uno de los tubos de la pared negra de Claveles, el más próximo al Encajonado ([2] en el croquis).
Así, trepada tras trepada, Cacahuetes clama, “qué pasada”, de esta forma, el gran uno-gradista, irguiose sobre tan maña hazaña en este día, su “tubito” de nieve.
Llegose en esto la hora de comer; hiciéronlo así, comieron juntos Trasgu y Cacahuetes degustando grandes manjares, difíciles de saborear en igual forma fuera de estos lugares. Todo aderezado por el agua del infierno, para una buena digestión de lo allí ingerido, eso si, todo con buen orden: primero la manzana, de digestión intestinal, luego choricito de León, con pechuga de pavo y por último ese orujín, berciano, del bueno. Acabaron de comer, cargaron con sus imagines y, despidiéndose de la cima, siguieron su camino.
En el aparcamiento de nuevo, mucha peña, mucho hierro, mucha ferralla… pero… “¿Dónde habían estado todos?”, la poca nieve que había la pisoteamos nosotros, ja ja ja.
En fin, los cumpleaños estaban salvados, algo pudimos “pinchar”, cada año más difícil. Esta vez costó, pero pudimos continuar con esa tradición ya “de lustros” de celebrar el cumpleaños en una cima. Una pena esa botellita de vino que se quedó en tierra.
Un nuevo uno-gradista, poco a poco vamos creciendo, aunque cada vez nos cueste más, poco a poco seguimos subiendo … a donde sea.
Trasgu’2012.
martes, 24 de enero de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)