"Un home é un home ... y un gato un michu".
Dicho gallego. Perico dixit.
26 de diciembre 2020
Vivimos una época “extraña”, donde, entre otras cosas, nos dicen que “para no contaminarnos”, nos prohíben ir a una montaña u otra, dependiendo de donde el hombre decidiera poner una línea imaginaria. La montaña lleva allí miles de años, esa línea unas pocas decenas de ellos … y se nos gobierna en base a ella.
Uno decide un día subir a la montaña, y cuando empieza a estar un poco alto, mira a su alrededor y piensa … “a esta si puedo ir, a aquello no, a aquella otra tampoco, a la de aquí al lado si … cuidado que de aquí no puedo pasar por este camino, da la vuelta por el otro, …”.
Esto es León, eso es Asturias (o viceversa). Allí o allá me contamino o contamino, aquí o ahí no.
Levantas la cabeza, miras a tu alrededor, y solo ves montañas, montañas blancas, montañas y valles blancos.
“El hombre blanco está loco” … y lo que más me preocupa es cuando la gran mayoría acepta esta locura, sin cuestionarla.
A pesar del extremo peligro avisado en esta situación, transgrediendo normas, el unogradista tiene que continuar yendo a la montaña, es su hábitat natural. El unogradista tiene como máxima la célebre frase del ilustre George Mallory: “¿Por qué vamos a la montaña? Porque está ahí”. Dice José Rodríguez (http://www.joserodriguez.info/bloc/conquistando-lo-inutil-%C2%BFporque-subimos-montanas/), “una actividad que tiene un alto nivel de riesgo y un bajo nivel de beneficio en apariencia, debe estar motivada por una base emocional que fomente este tipo de actividades y que evolutivamente haya sido favorecida”.
A pesar de todos los riesgos, reales y ficticios, físicos y mentales, allí se encuentran cuatro de los más grandes unogradistas de todos los tiempos: Jorgito Stelvio (comúnmente conocido como “la rozadora”), Perico (incombustible a la desazón, capaz un día de subir al Jermoso a las 2 de la madrugada, y otro dejarse los pinchos en el coche), Trasgu (este que suscribe) … y … vuelve Rocío, después de seis años dedicada a otras aventuras, una unogradista nunca deja de serlo, y aquí la tenemos de nuevo entre nosotros, recuperada para la causa.
Para hoy recuperamos una se esas rutas que durante mucho tiempo estuvieron guardadas en la mochila, para cuando se considerase conveniente. Desde el bonito pueblo de La Cueta vamos a Picos Blancos.
Distancia con alturas: 10.77 Km.
Desnivel Acumulado: 742 m.
Una carretera helada, en un angosto desfiladero, siguiendo el curso del rio Sil, constituye la antesala del pueblo de la Cueta, el pueblo más alto de Babia, pueblo milenario de ganaderos. Desde allí cruzando un todavía el “muy joven” rio Sil, a través del bonito puente que constituye la tarjeta de presentación de este pueblo, buscamos la Pradera de las Espinas.
Últimamente llevamos buena racha, no salimos demasiado a la montaña (al menos este que relata), pero lo días que hemos salido no hemos podido tener mejores días, los dioses de las montañas nos respetan, tanto por el clima, como por lo contemplado … y la compañía. Hoy nos encontramos en situación semejante, Babia nos muestra todo su esplendor, la montaña es condescendiente con estos pobres montañeros que lo dejaron todo por compartir un día con ellos, parece que nos agradece nuestra presencia allí.
De esta forma llegamos al Collado Sobre el Agua (bonito nombre) desde el que buscamos el cordal que se inicia en la Peña la Paredina y nos llevará al objetivo planteado para este día, Picos Blancos. Es aquí cuando Perico, de bravura sin igual, nos dejará la frase del día … “un home é un home … e un gato un michu”, difícil acumular tanta sabiduría en tan pocas palabras.
Ya en Peña la Paredina, ubicamos unos cuantos picos, las Morteras, Peña Orniz, Torre Orniz, incluso Peña Ubiña, algún lago (que se ve, y que no se ve), disfrutamos de las excepcionales vistas a la Braña Murias Chongas, las fotos de rigor … y continuamos el camino.
Desde aquí el cordal nos llevará, a través del pico Cebolleu, a Picos Blancos. La nieve, tipo polvo, nos hará buscar las palas más duras, algún repecho donde hacemos uso de los piolos, que pa eso los trajimos, donde Rocio recordó esas habilidades aprendidas hace años que te ponen los gemelos ardiendo (quien tuvo retuvo), y el amigo Jorgito … ¡¡lo dio todo!!.
Ya en la cima, muy venteada, tras la foto de cumbre, solo nos queda buscar el camino de vuelta, buscar algún lugar para reponer fuerzas y disfrutar del grandioso panorama que tenemos a nuestro alrededor. Allí Perico, como un indio cabreado, se meterá entre pecho y espalda el bollo preñau que acarreó durante todo el día … ya se sabe “un home é un home … e un gato un michu”.
Solo nos queda, sufrir el valle de Pozo García, hasta tomar la pista que nos devuelve, en un bonito atardecer invernal a allá de donde todo se inició, de La Cueta.
Un cafecito caliente de despedida, y a empezar a pensar en la próxima. Gran día, inmejorable escenario, excelente compañía … y una unogradista recuperada para la causa. No se puede pedir más.
Salud y montaña!! (ahora más que nunca)
Trasgu’ Diciembre 2020.