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martes, 4 de agosto de 2020

Castillines en las Ubiñas

Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la orden de su caballería, en la cual, como otra vez he dicho, yo, aunque pecador, he hecho profesión, y, lo mesmo que profesaron los caballeros referidos, profeso yo”.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

11 de julio 2020.

Un día cualquiera, sin que los motivos aporten nada al momento de escribir este relato, el Gran Mati me preguntó … “¡¡Oye!! … ¿Cuáles son los lugares más bonitos en torno a León para llevar a alguien a la montaña?

Seguro que cada lector nosotros tiene “sus montañas”, “sus rincones”, … incluso ¡¡algún no montañero los llega a tener!! Es más … ni siquiera podemos aspirar a coincidir, ni este que suscribe pretende que su opinión sea la de nadie más, ni mejor que la otro cualquiera. Pero, después de tantos años de recorrer senderos, subir y bajar riscos y valles, leer libros y buscar rutas por unos rincones u otros, de acompañar o ser acompañado por diversos montañeros, con inmensidad de momentos vividos y recuerdos generados … no dudé mucho en elegir “mis montañas de mayor belleza” por aquellos contornos.

Hay muchas montañas de gran belleza, pero dos de estos lugares los catalogo en mi interior como “sublimes”, donde cada vez que voy no puedo evitar que despierten mi admiración.



A uno de ellos vamos hoy … el otro para otro día, será motivo de otro relato el día que sea menester. Centrémonos en las montañas de hoy.

Más allá de lo anterior, aunque desgraciadamente coincidente en el tiempo, no puede haber mejor homenaje que estas montañas para dos asiduos lectores de este blog que desgraciadamente, por motivos diferentes, en estos últimos meses dejaron de estar con nosotros en este mundo: Miguel Sandianes y Carmar (Carlos Martos). Sin llegar a conocerlos en persona, amigos “virtuales” por este blog, tuve un gran aprecio por ambos, disfrutando de sus valiosos comentarios en gran número de publicaciones … no me cabe la menor duda de ambos volverán a disfrutar al leer y ver este nuevo relato, desde donde quiera que estén.

A Miguelón … entrañable y de gran corazón, mucho le insistí para que nos acompañará un día y pudiera vivir en directo estos momentos que tanto le gustaba disfrutar leyéndolos. Desgraciadamente nunca pude convencerlo, mucho me acordaré de ello … claro, Jorgito, para entretenerlo en la bici, le contaba sus aventuras y me lo asustaba. Algún día habré de cumplir el consejo que Miguel siempre me daba; no lo olvido Miguel. ¡¡Que gran tipo!!

A Carmar … incansable e infatigable montañero, después de una salida venía otra, no había tiempo para el descanso. Su blog “Zancadas Ligeras” (http://carmar-zancadasligeras.blogspot.com/) fue sin dura el mayor referente de este en el que yo escribo, que ahora veo hundirse entre las publicaciones antiguas, gran maestro, excelente montañero, mejor relator. Carmar llegaba a todos los rincones, en todas las direcciones, te enseñaba ese detalle que solo él captaba … y describía mejor que nadie. Todavía recuerdo su último comentario … “No sé si será Wamba o el propio equinoccio otoñal quien dará paso a las nuevas nievas que pronto cubrirán montañas y prados; entonces será cuando alguno retornará a ellas, con hierros y aperos, para afrontarlas con ánimo y mucho tiento.  Mientras tanto, y eso llega, vivamos el colorido otoño que ilumina nuestros bosques. Salud y Montaña, Trasgu, amigo.
Y en ello seguimos … “sacaremos de la pluma grandes historias, ya vividas, entre los ocres de bosques y montes leoneses, siempre admirados por los montañeros que en ellos transitamos. Grandes agradecimientos por tus palabras amigo Carmar. Salud y montaña, Gran Carmar”.

Mati, promotor de esta salida, Jorgito y yo, trasgu, el que suscribe, apuntamos a los Castillines, desde Tuiza … y como colofón, la Sherpa de los Balcanes, antigua excelsa unogradista, nueve años después (ya ha pasado tiempo … http://uno-gradistas.blogspot.com/2010/03/somiedo-valle-de-lago-somieu-llagul.html) retoma su carácter intrépido montañero. ¡¡Gran equipo!! … es difícil juntar tanta calidad.




Distancia: 11.16 km.
Desnivel acumulado: 1136 m.






Como siempre que uno se asoma por tierras asturianas, ya Tierra de Mordor, allende Puerto Pajares, no puede saber lo que se va a encontrar. Esa mañana orbayaba … alguno de los allí presentes se cuestiona su presencia en tan magnánima empresa, “quien me mandaría venir aquí …”. Hay que animar al personal … “tranquilos que esto escampa … ya lo decía el refrán … siempre que llovió escampó”.

De esta forma llegamos a Tuiza donde nos está esperando Jorgito, el único aborigen del grupo, ya saben … “el rey de la Cubilla” … mas de 600 ascensiones, y continúa en ello. ¿No habrá otro puerto para subir y bajar con la bici? A Jorgito se ve que le gusta.

Presentaciones y demás … y camino al refugio. La salida de Tuiza, como siempre, hasta que pasas las primeras rampas y calientas se hace dura. Aquí es cuando uno se va dando cuenta que se ha dejado demasiada ropa puesta y no hemos andado 200 m.





La llegada al refugio siempre es un momento de gran autocomplacencia. Más aún si durante la subida desde Tuiza has ido envuelto en nubes y al llegar al refugio empieza a abrir. El circo allí formado es espectacular, las Ubiñas, los castillines, el Siete, los Portillines, el prau de abajo con su Llagu (si no se ha secado) … sitio realmente mágico. Te dan ganas de quedarte allí … ¿pa qué más?, pero siempre hay que seguir un poco más, no sin antes intercambiar alguna conversación con los guardianes del refugio, siempre encantadores.




En la búsqueda de la senda que nos lleve a la Collada del Arco, entre sendas de vaques, de personas, algún error nuestro, y el instinto primario de ir a la trocha, nos hace meternos en el canchal, u pedreru, previo a les Cinches del Planón, donde no vemos el sendero (que estaba a 20 metros), lo cual nos hace sufrir el mismo. Pero esto lo tiene que vivir todo aquel que quiera ser montañero … ¿Qué es una salida sin un pedreru que sufrir? Eso uno debe llevarlo en el cuerpo, te calienta para todo el día. Luego siempre ocurre lo mismo, cuando ya has llegado arriba, mirando desde el risco superior, ves que la senda la tenías a 20 m., ¿qué necesidad había de sufrir tanto?








Después, hasta la Collada del Arco, un poco de terreno descompuesto. ¡¡Esto no tracciona!! Ahí es donde cada uno se busca su camino: la sherpa por la hierba, otro por los morrillos, … los más duros insisten en la senda. En este tramo los farallones de los Castillines, siempre enfrente tuyo, donde tienes que levantar la cabeza para mirar a donde tienes que llegar te minan el cerebro, cuando no conoces la senda … “¿cómo vamos a llegar allí arriba?” … y entonces te dicen “ponte el casco”.




Al llegar a la Collada del Arco, es cuando uno une León y Asturias … allí Tuiza, aquí Torrebarrio. Pues si que están cerca. Una visita a los arcos … y seguimos.





Desde aquí lo más divertido, las trepaducas a los castillines, el primero y segundo, que el tercero es harina de otro costal. Es cuando uno se lo pasa mejor, vamos por aquí, mejor por allí, espera que voy a mirar, se va mejor por aquel lado, … La Sherpa es como un rebeco, la juventud es un grado, Jorgito y Mati lo dan todo, y yo intento buscar las sendas.






Visitamos los dos Castillines, admiramos el bonito pozo minero, buzón de cumbres del segundo, las fotos de cumbres de rigor, recuerdos para el amigo Herminio (algún día lo explicaré), unas miradas para las gran Ubiña, otra para el Siete, al valle, los Portillines, montañeros por arriba, por abajo, … como siempre digo, aquello es como un parque de atracciones, y tu allí en medio de todo. Por esto es uno de mis dos lugares preferidos en la montaña. Parece que todo estaba preparado, con mar de nubes incluido para que Mati pudiera entender los motivos por los que decidí llevé allí.  







Siempre hay alguien que te baja el ego. Cuando tu estás orgulloso de tu gran esfuerzo, en esos momentos de autocomplacencia donde te sientes grande por haber llegado allí, te encuentras al que es muy grande, que deja a la altura del betún y te devuelve a la realidad: “¿Cuántos años tiene usted? … 67, ya no subo como hace 20 años”. Allí lo tienes, con su cachaba, piedra arriba, piedra abajo, este hombre si que es grande. Vuelves a la realidad, bajas la cabeza y continúas haciendo lo que puedes.


Llegados a las canales del Siete, evaluamos situación, miras la hora, y por consenso decidimos que el Siete lo dejamos para otro día … por aprovechar lo que nos quedaba del día, al volver recogemos el Pico Puerta del Arco. Ya que estamos allí, la foto nos la llevamos, donde aprovecharemos para reponer fuerzas para el regreso: unos cacahuetes, un poco de chorizo de León con el currusco, algo de empanada, … allí todo te parece espectacular.








Solo nos queda bajar … ahora ya si, siguiendo el sendero que no vimos al subir, deseando y anhelando esa cerveza de refugio, infinitamente mejor que cualquier otra que te puedas tomar en cualquier otro sitio “civilizado”, explicando porque te ha dado por perder el día entre piedras, entendiendo por que para mi es uno de los dos mejores sitios de montaña que puedes encontrar por aquella zona (donde hay muchos).





Y así de'sta forma Mati entro en el selecto club de los unogradistas de España ... y la Sherpa de los Balcanes volvió a ser lo que fue.

Ahora...  publicaremos este relato, incluso mañana, incluso en días sucesivos, lo miraré en búsqueda de poder encontrar los esperados comentarios de Miguel y Carmar, pero esta vez no los encontraré. Siguen entre nosotros, pero no podré encontrar sus comentarios, aunque no me cabe la menor duda que leerán esta publicación.

No puedo acabar de otra forma: va por vosotros, Miguel y Carmar, Carmar y Miguel … Salud y montaña, Carmar, Miguel, amigos.

Trasgu 2020.








domingo, 6 de noviembre de 2016

Diagonal de la Mesa


1 de noviembre de 2016. 

“En tiempos pasados de todo género de frutas, por su mucha abundancia, reviciaba la gente como gochos en faedu”. Grangerías a. 1712, folio 345

Como otras muchas veces había una deuda pendiente, una cuenta que saldar, una herida que cerrar. Hace unos meses no se nos permitió probar el ascenso a la Mesa por la Diagonal, desde abajo, aquél día desde El Campo, hoy lo intentamos desde Riospaso.






Desnivel acumulado: 1145 m.
Distancia: 9,1 km.





Perico ya tenía su deuda saldada… a mi me quedaba pendiente. Hoy tenía que ser el día. Perico me guía, único animal capaz de visitar cuatro veces seguidas la misma montaña, para bien, casi siempre, o para mal, en alguna ocasión.

El día amanece con muy buenas sensaciones, poco frío, tampoco calor, no amenaza lluvia. Promete. De esta forma, tras avanzar todo lo posible por las calles de Riospaso, comenzamos nuestra ruta a los pies del hoy defenestrado Hotel la Mesa. “Desde aquí … todo para arriba”, asevera Perico (mira que esa frase ya me la se … uuufff!!).




Entre fayeus y fallas discurre el camino de ascensión hasta los pies de la mesa.  Una senda agradable, a la sombra de las fallas, disfrutando de sus escogidas formas, cada una parece escoger la forma de sus troncos y ramas, la forma que la diferencie de la que tiene al lado. Los colores del fayeu marcan el territorio… verdes, amarillos, ocres, marrones… parece haber sido decorado de forma previa a nuestra llegada, cada rincón tiene su encanto, cada rincón parece haber sido pensado.






Así se empieza a terminar el mundo de las fayas, comienzan a aparecer los acebus… difícil encontrar mayor muestrario, fortaleza y belleza que entre los allí presentes. Limpios, brillantes y relucientes como si los acabaran de colocar allí. Sus frutos, de noble grana escarlata, suponen al adorno colorido a aquél jardín. Arbusto de gran porte y belleza inusitada, de presencia brava y esquiva, en su mezcla con las fallas, en algunos momentos se hace difícil de diferenciar donde empieza o termina cada uno por la ambigüedad y mezcolanza en el espacio ocupado al mismo momento por ambos. Pocas especies vegetales me despertaron mayor admiración.


Evitando entrar en situación de autocomplacencia por el jardín disfrutado, solo nos queda el típico pedreru para situarnos a los pies de la canal que nos llevará directos a la diagonal a través de la cual uno se gana la cumbre. No hay montaña que se precie que no te haga morir en su pedreru.





De esta forma nos plantamos a los pies de la canal, cerrada y entretenida la cual nos llevará a los pies de la ladera que nos permitirá ganar la diagonal.





Entre roca y hiervas vamos uno va progresando, poco a poco aquello se va poniendo más pindio, te agarras como puedes, uñas negras de tierra, yerba entre los dedos, clavas punteras donde puedes, pisas roca cuando la tienes, con mucho cuidado de no tirarla, porque allí está todo que se cae (y al de abajo no le suele hacer gracia) … en un momento que levantas la cabeza, piensas … cagüenmimantu!!!! Donde estoy!! Uno de esos sitios donde no debes caerte… y el Perico callao cual si no supiera nada de lo que allí estaba pasando (¡¡que tíiiiiio!!)




De esta forma nos plantamos a los pies de la pequeña canal donde la cuerda se hace necesaria. Esta nos llevará al hombro desde el que se gana la cima de La Mesa. Allí estábamos. En la cumbre.












La bajada no es sencilla, con mucho cuidado, por la otra cara de la que subimos, buscando senda, perdiéndola en algún momento, recuperándola, mano aquí, pie allí, que no llego con el pie al suelo, que la mano no me da, que donde me agarro.  No debe ser despreciado este descenso. Tiene su puntito esta montaña, muchas veces minusvalorada, olvidada a la sombra de las grandes de Ubiña.



Había que buscar el descenso a la senda por la que vinimos, un rapel, en terreno muy descompuesto nos separa de ella. Dejando algún cordino, utilizando otro que había pasamos dos tramos rapelados. El terreno está muy roto, caen boliches a la más mínima. A la salida del segundo tramo, movido por la propia cuerda nos cae desde arriba, cual sputnik, un boliche considerable, da en un lado, da en otro, no sabes muy bien por donde te va a llegar. A mi me da en la bota, Perico debajo se parapeta tras pedrolo considerable que le mantendrá a salvo de tan grave amenaza. Hemos salido de esta.





Solo queda el descenso de la ladera, volviendo a disfrutar de nuestro jardín, esta vez anclando nuestra atención en algún texu, ermitaño de los árboles, a quienes les gusta vivir en soledad en las umbrías, creciendo durante siglos o milenios. Aquel que disfrutamos, posiblemente venerado por algún celta, preciado por la atmósfera espiritual que les rodeaba. ¿A cuantas personas habría visto pasar aquel texu???






Perico no quiere volver a casa, no hay quien se lo lleve, se regodea en lo que nos va pasando delante… cuesta dejar aquello.



Como otras muchas veces… gran e inolvidable día de montaña en inmejorable compañía.


Trasgu’2016.

(Fotos de ambos participantes en el evento)