“…y, como a
nuestro aventurero todo cuanto pensaba,
veía o imaginaba,
le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la
venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de
luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos
adherentes que semejantes castillos se pintan.”
Miguel de
Cervantes. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
13 de octubre de 2012
Hace unos días
Niblap daba un paseo por el Joyo Llongo, uno de esos días que tienes que llenar
de alguna forma y los que tienen usa suerte los pueden llenar con un “paseín”
por un lugar tan impresionante.
El Joyo Llongo,
encastrado en el corazón del Macizo de Ubiña, te permite admirar gran parte del
macizo, creando a tu alrededor tal conjunto de imágenes que es difícil quedarse
solo con una de ellas. Allí no eres nadie, todo es impresionante, parece que no
existes.
Cual Torre del
Homenaje en un castillo medieval, en el centro del circo formado por el Joyo
Llongo y el Colines se encuentran enclavadas las Agujas de las Torres, cinco
esbeltas puntas desde las que el dueño de Ubiña parecía controlar todo lo que
pudiera acontecer en estos lares septentrionales del Macizo, vigilando
cualquier entrada por los puertos de Agüeria.
Foto de Dobra
(http://i101.photobucket.com/albums/m78/asturmet/img_4852.jpg)
Foto de MiguelRB
(http://s963.photobucket.com/albums/ae118/MiguelRB/?action=view¤t=Las5AgujasdeLasTorres.jpg&newest=1)
En mi caso, hace uno años ya les había echado el ojo ... esta fue mi imagen desde los Fontanes ...
Se trata de cinco
agujas esbeltas, numeradas tal y como lo hace Juan Delgado en su Libro “Ubiña
Alta Montaña”, la primera separada por un collado, la más occidental, las otras
cuatro unidas por una arista cual almenas a través de la cual pasar de una
torre a otra. No son las más altas, tampoco las más grandes, pero cualquiera
que asome su atención por estos lugares fijará su atención en ellas.
Niblap no iba a
ser una excepción, probablemente previamente sugestionado por las historias y
aventuras leídas de viejos conocidos, aquel día marcó un objetivo que pronto
tendría que cumplir, había que subir allí, a aquellas agujas, a ver que se veía
desde allí, a controlar por unos momentos que acontecía por el Norte de las
Ubiñas. A la primera que surgiera lo intentaba.
Desnivel Acumulado: 1512 m.
Distancia: 17,46 km.
No tuvo que esperar
mucho… son esas oportunidades que de vez en cuando te da la vida. Antes de la
entrada del invierno teníamos un día, solo una ventana de un día, un día de
tiempo aceptable, ¿dónde íbamos? El objetivo, esta vez, estaba marcado… las
Agujas de las Torres del Joyo Llongo.
El día no empieza
del todo bien, todavía sin saberlo, hemos confundido la pista de aproximación,
elegimos mal. Existen dos pistas por donde entrar, una nos conduce por la
Vallona del Arca a la Vega del Rebezo, a los pies de la Peña Cigacha, nuestra
gran ignorada. La otra por las Peñas de Solapeña nos llevaría directamente a la
Muesca Colines, más corta, aunque con algo más de exigencia. Buscábamos la
segundo, pero aparecimos en la primera. Cuando nos dimos cuenta de ello, no era
cuestión de darse la vuelta, habría que seguir.
El día nos
sorprende con un “espejismo”: “¡¡allí arriba está todo nevado!!”. Solo se trata
de una ilusión óptica, tardamos más de media hora en darnos cuenta que solo se
trataba de una ilusión cromática, al final la alarma queda en nada, solo eran
piedras iluminadas de tal forma que parecía nieve. Nunca nos había ocurrido
nada igual.
De esta forma,
entrando en el macizo de Ubiña por la Muesca de la Cigacha, navegando entre
nubes, niebla y jitos imaginarios (puedo confirmar que uno “encuentra” más
jitos cuanto más los necesita) buscamos las Torres. Debían estar allí, delante
del Fariñentu y los Cintos, pero el señor de Ubiña no nos dejaba verlas, las
tapaba, como si no quisiera que hoy nadie se entrometiera por sus dominios.
Después de insistir un poco, conseguimos clemencia, nos deja verlas, nos las
muestra, parece que esta vez seremos bienvenidos. Como un favor a los allí
presentes, levanta todo el mar de nubes, dando el visto bueno a nuestra visita.
Ahora no nos
podíamos dar la vuelta, había que rendir pleitesía y, con el mayor respeto
posible, intentar hacer alguna de ellas.
Yo, por eso de
“robar” algo, aunque no estuviera en los planes iniciales, me llevo Peña
Redonda, pequeña prominencia de 1.840 m., facilita, mirador de los puertos de
Agüeria. Ya no me iría de vacío. Algo había pillado.
Desde aquí
nuestra atención se centra en las Agujas de las Torres. Tenemos dos entradas posibles: la
canal entre la quinta y cuarta torre, o la canal entre la cuarta y la tercera.
Los días ya van acortando, habíamos tardado bastante en la aproximación, Niblap
prefiere asegurar las tres torres centrales (segunda, tercera y cuarta), la
primera ni se la plantea y la quinta será opcional, dependiendo del transcurrir
de los acontecimientos. Niblap tiene la zona bien estudiada, no tengo nada que
rebatirle, confío en su decisión, allí vamos, rodeando el bastión, a la canal
más centrada, la ubicada entre la tercera y cuarta torre.
Desde abajo no
parece que vaya a haber complicación alguna en la canal, parece que acceder a
la arista será sencillo. Una vez ubicado a los pies de la segunda torre, en la
entrada de la canal observamos que la mitad superior de esta canal es una
amplía y extensa llambría, bastante lisa, buenos agarres, pero con algún paso,
al menos, delicado, como se suele decir, es fácil, pero no te puedes caer. Yo
me hubiera metido directamente a ella, pero Niblap, con muy buen criterio
decide asegurarla, para eso llevamos las cuerdas. Cuando me toca subirla a mi,
agradezco su decisión, cuanto menos, era delicada. Así alcanzamos la arista,
atravesando su característica “puerta de entrada”, desde aquí “solo” hay que
buscar cada una de las agujas.
Decidimos empezar
por la tercera, que parece bastante asequible, para después evaluar el paso a
la segunda. Este paso desde abajo mete miedo. De momento, a la cuarta, solo la
miramos, ni se nombra.
La tercera aguja
la alcanzamos de forma bastante asequible, con una antecima facilona y un poco
de cuidado, a través de la grieta claramente marcada, llegamos a su cumbre.
Allí teníamos una pequeña sorpresa, un poco de historia, encontramos la tarjeta
dejada hace ya más dos años por Leba y Eduardo, la descripción que habíamos
utilizado para conocer un poco “a que nos enfrentábamos”, parece que
últimamente no ha pasado mucha gente por aquí. La tarjeta está bastante
deteriorada, pero a Niblap le hace especial ilusión haberla encontrado para devolvérsela
a “su dueño”.
El paso de la
tercera a la segunda aguja está claramente marcado por un cortado bastante
vertical. Hasta dos metros del suelo se baja bien, pero los últimos dos metros
son de respetar, todo está bastante suelto. Al llevar dos cuerdas, decidimos
rapelar con una de ellas, la cual la dejaremos puesta para ayudarnos en la
subida de retorno. Así alcanzamos la segunda torre, después de otra bonita
trepadilla con muy buenos agarres. En una cumbre pequeña pero agradable, parece
claro que iremos recogiendo todo lo que Leba y Eduardo dejaron en su día, tan
lejos en el tiempo y tan cerca en sensaciones.
Volvemos el
camino andado, disfrutando de las espectaculares vistas, ya en el collado de subida,
tenemos que decidir: “¿intentamos la cuarta?”, son las cuatro de la tarde, no
nos queda mucho tiempo, no vemos claro el camino, decidimos darnos de tiempo
hasta las cinco de la tarde. Vamos a acercarnos a verla de cerca.
En la aproximación,
después de alguna duda, parece evidente que el camino más “seguro” es seguir la
arista. Esto nos lleva al pie de una chimenea que parece llevar a algún lado.
Después de alguna duda, Niblap se decide a comprobar a donde nos lleva.
“¡¡Estoy en la cumbre!!”, escucho desde abajo. Esta nos la llevamos de regalo.
Cumbre muy estrecha, no cabe más de uno, nueva tarjeta de Leba y Eduardo.
El trabajo estaba
hecho, solo quedaba volver al punto de partida antes de que se nos echara la
noche encima. Bajamos la canal con un bonito rapel que supone la guinda al día.
Solo quedaba,
volver a navegar entre jitos a la muesca de la Cigacha, tomar un bocado (ya era
la merienda) en la Vega del Rebezo, después de todo el día sin probar más de
dos cacahuetes nos lo habíamos ganado, y
bajar todo el Vallón del Arca en la intromisión de uno mismo, interiorizando y
recordando todo lo vivido, sin palabras al acompañante, en plena situación de
autocomplacencia con uno mismo.
Sin duda uno de
los mejores días de montaña de los últimos años.
Trasgu, 2012.