“Lo que prometía ser un bonito fin de semana se convirtió en un infierno”
Félix C.
Hay ocasiones en las que poco se puede contar, esta es una de ellas.
Muchas veces salimos a la montaña “a ver como se da el día”. Este no era un día de esos, en principio la meteo no era mala, incluso aparecía el sol en los pronósticos, no parecía un mal día para pasarlo por las cumbres de las montañas.
Como otra muchas veces, el objetivo era uno de los tubos de Peñalara, el que mejor nos cuadrara, sin que estuviera decidido de antemano. La decisión se tomaría “en caliente” (nada más lejos de la realidad).
Al alba, oteando la situación de la Maliciosa, todo parecía indicar que el día no ofrecería ninguna resistencia especial. La Maliciosa se presenta como yo nunca la había visto, vestida cuasi completamente de blanco, la admiramos, nos hace dudar si parar o seguir, pero no cambiamos el plan, nos subimos para la zona de Peñalara.
Llegando al puerto de Cotos, la sensación térmica es gélida. Ponerse las botas y los guetres se convierten en momentos clave del día, difíciles de superar, un gran esfuerzo para tan temprana hora mañanera.
Desde aquí el elemento que define al día es evidente: una temperatura gélida, sin tregua, la niebla se va cerrando conforme avanza la mañana, nos va escondiendo la montaña conforme nos acercamos a ella, el viento fortaleciéndose conforme subimos en altura, azotándonos sin consideración alguna, nos opone su máxima resistencia. Hoy la montaña no pretendía dejarnos subir.
De esta forma nos dirigimos al circo de Cinco Lagunas. Vamos intuyendo donde podrían estar las canales que buscábamos… el tubo Ezequiel, la sureste clásica, el encajonado, las paredes negras de Claveles, la Pala de Claveles… en fin toda una retahíla de tubos.
Allí, todavía abajo de la cresta, el frío va siendo más intenso conforme avanza la mañana, las nubes siguen sin darnos ninguna opción, no nos dejan ver más allá de 50 m., el viento sigue apretando, como en los mejores días. Poco se podía hacer. Es en estos momentos cuando aparece la polivalencia del hito solitario, ya expuesta en otras ocasiones.
La última duda que nos queda es intentar la Pala de Claveles, una salida honrosa, pero… como uno-gradistas sin escrúpulos, después de muchas dudas, de jugárnoslo a los chinos, de infinidad de razonamientos y motivaciones… decidimos que no era el día de subir allí arriba. Hoy la montaña había decidido que no nos dejaba subir.
En la retirada, todavía me quedaba la sorpresa del día, un infierno de día, el cual no impediría que una auténtica procesión discurriera por allí. Allí solo estábamos cuatro locos, cuatro pringaos que no teníamos otra cosa más interesante que hacer, y de pronto… ¡¡una procesión!! Me quedo “helado” (más todavía), estos si que son unos campeones.
Así que… solo había una forma de aprovechar la mañana, volver tranquilamente y … cervecita!!
Al final… otro bonito día de montaña, ¿por qué no? Otra visión distinta de esta montaña. Esta vez nos dejó sin lo que pretendíamos, era “su día”.
En la vuelta, como despedida, volvemos a dirigir nuestra mirada hacía la Maliciosa… ¿nos tendríamos que haber quedado con ella? Quizás esta fue su venganza.
Ya en casa, en los dos, tres días siguientes puedo comprobar la cantidad de problemas que otros montañeros habían tenido, algunos de ellos serios, … estaba claro, Peñalara no pretendía dar ninguna facilidad.
Nicaragua, tierra
de playas, de volcanes, de gente hospitalaria y arquetipo de la Centroamérica
que todos ideamos tiene suficientes encantos como para justificar una visita y
hacer que nos sintamos encantados de ello en todo momento (pero ojito, que Managua es
Managua).
El Cerro Negro es
el volcán más joven de Centroamérica, surgiendo con su primera erupción en
1850. Desde entonces hasta nuestros días ha tenido 20, siendo la última, la de
1995 la que le ha dado su configuración actual carente de simetría.
Hasta hace unos
años este no era más que el foco del polvo negro que cubría las calles del
vecino León (22km) cuando soplaba viento, que los “japonenes” recogían y
compraban para llevárselo en barco a sus fábricas de lijas. Pero desde hace
unos años, tras el intento traumático del francés Eric Barone de batir el record de velocidad en bicicleta saltó a la fama y es uno de los objetivos de los
todavía pocos turistas que visitan el encantador país que es Nicaragua.
La cara sur del
Cerro Negro, carente rocas y cubierta de fina arena formada por negra ceniza
volcánica, permite su descenso en tabla de snow (snowboard sin snow), a carrera
o, como fue nuestro caso, sobre una tabla. Eso sí, con buenos refuerzos ya que
es muy abrasiva.
Tras recorrer los
22kms que separan León del Cerro Negro bajamos del todoterreno en las
inmediaciones del centro de interpretación. Allí nos reciben con gran
amabilidad dos miembros de la cooperativa “Las Pilas – El Hoyo” que explotan
turísticamente la cordillera de los Maribios, con otras cimas significativas
como el San Cristóbal o el Hoyo.
Aunque allí
podríamos tomar elementos de protección como gafas, guantes, coderas, etc., nosotros seguimos la recomendación de nuestro buen amigo Ricardo, que mencionó
no sé qué de “guantes hediondos” que nos dio la motivación suficiente como para que el día anterior nos pasásemos por una
ferretería a comprar lo imprescindible: guantes y gafas.
Tras registrarnos
y pagar la entrada al parque estudiamos las opciones divertidas que nos da el
Cerro Negro, visible desde este punto con su imponente negrura.
La más simple es
bajar a carrera. Fácil aunque con el peligro de clavar un pie y rodar el resto.
El resto de las
opciones nos las muestran sobre los aparatos. Allí vemos las roídas tablas de snow. Muy desgastadas a pesar de estar reforzadas con planchas de acero. Nos
dicen que es arriesgado sin experiencia previa.
Las tablas, que
son lo que viene siendo una tabla reforzada su suela con una plancha de acero y
con unos listones transversales para asentar el culo y los pies, y una cuerda
para tirar de la punta y equilibrarnos.
Los de la
cooperativa nos recomiendan la tabla, dada nuestra falta de pericia en el snow,
que fue la opción por lo que ya a priori nos habíamos decantado.
Muy amablemente
nos describen lo que hemos de hacer. Subir por un camino más o menos marcado
que recorre el labio Este y Sur del cráter, alcanzar el punto más alto en la
cara sur y tirarnos. Parece fácil.
Antes, podremos
acercarnos a unas fumarolas o asomarnos al cráter nuevo, con la única
advertencia de que tengamos cuidado, que el suelo puede estar a 50ºC o 60ºC.
Jode!!, en mi pueblo eso ya es calor.
Tras pagar los 5
dólares por cada tabla del alquiler volvemos al 4x4 para recorrer otros 300m de
pista, no apta para coches convencionales, y llegar al aparcamiento a los pies
del Cerro Negro.
Desde este punto,
tablas en mano, emprendemos el ascenso por una senda abierta entre lava
cortante y muy abrasiva. Tras subir un primer escalón el camino llanea
plácidamente hasta asomarnos a la zona Este subiendo un repecho. En este punto
lo inestable del terreno hace que no exista camino. Hemos de subir unos metros
con tendencia a la derecha para retomar una senda marcada débilmente y que
termina en el borde más bajo del labio.
Aquí tenemos la
opción de ir a visitar las fumarolas o seguir a la cima. Nosotros decidimos
hacer la visita y luego regresar sobre nuestros pasos y retomar la subida por
el labio. Hay una opción de subir directamente desde la zona de fumarolas a las
inmediaciones del cráter nuevo.
Desde el coche en
unos 50min estamos en la cima, tras una subida no tiene más problema que el
fuerte viento y las heridas que podríamos hacernos si llevásemos calzado
abierto.
Tras visitar y
asomarnos al cráter nuevo regresamos a la cara sur y buscamos el punto donde
iniciar el descenso, que está marcado con un cartel de madera.
La vista es
extraordinaria. Son las 8h de la mañana y la luz que nos da el sol nos regala
muy buenos colores.
Mirando hacia
abajo resulta sobrecogedor el panorama también por la inclinación del terreno.
Es más vertical de lo que me había imaginado. La tabla desliza mucho, incluso
en zonas de menor ángulo.
Con cierta
ansiedad decidimos probar. Nos disfrazamos, cumplimos el encargo de tomar como
recuerdo para nuestra compañera Elena un poco de ceniza de la cumbre (no soy
partidario de llevarme o subir nada a la montaña, pera esta crece y se regenera
a fuego cada 10 años).
Según me pongo
las gafas y los guantes Luis, que lleva un rato de ventaja e hiperventilación
se lanza dejando una nube de polvo en el aire. Me tengo que dar prisa.
Compruebo la GoPro tiro la tabla en al pendiente y me siento mientras se
desliza unos centímetros.
Ya no veo a Luis,
ni su estela de polvo. Tengo que darme prisa. Me impulso con los pies, y casi
no me muevo. Avanzo un poco. Repito la operación y eso se mueve.
La ceniza es tan
ligera y tan poco compactada que resulta esponjosa a mi paso. Noto como mi peso
la comprime y hace que cruja bajo mi peso. Me deslizo con trabajo hasta un
descanso y desde ahí todo se acelera.
Tomo velocidad,
que intento controlar moviendo mi peso hacia adelante. Poco hace. Hacia atrás,
si que hace. Me acelero ostensiblemente, hasta el punto de acercarme a Luis más
de lo recomendable.
Clavo los pies en
la ceniza, pero es tan esponjosa que creo que tardaré 100m en parar. Decido controlar
la trayectoria.
Pero eso es una
tabla. No tiene dirección, ni cantos curvos, ni timón, ni nah!. Es una tabla.
Y si monto los
pies en la tabla esta pierde la trayectoria y se tuerce.
Decido sacar los
pies y controlar la dirección jugando con la presión de los pies a ambos lados.
Funciona, pero
muy lentamente. Pero cuando ya sé hacerlo Luis se suelta y veo como se aleja al
fondo, a la base del Cerro Negro ya visible. Hago lo propio y llegamos
eufóricos y enteros, encontrándonos con nuestro amigo Ernesto y su hijo
Ernesto.
Desde aquí toca
una caminata al aparcamiento, donde dejamos el coche, pero Eugenio, nuestro conductor, está en todo y nos va a buscar.
En resumen, una
actividad que aúna subir un volcán emblemático, ver naturaleza y la diversión
de deslizarse por ladera de un volcán subidos a una tabla.
Luego se disfruta mucho más comentándolo entre amigos.