lunes, 21 de julio de 2014

Buscando el tesoro en las Cíes

“Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles.”
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.

4 de julio de 2014

Los pequeños aventureros Guamen y Dieguito ya habían vivido aventuras en grandes montañas, místicos y mágicos lugares … todavía quedaba algo pendiente, algo que todo niño desea hacer alguna vez en su vida, ir a buscar el tesoro de los piratas a esa maravillosa isla perdida en mitad del mar.



En esta ocasión cumpliríamos con esta deuda… la búsqueda del tesoro escondido estaba en marcha. Había que buscar isla, barco y tesoro. La aventura estaba en marcha.

Que mejor lugar para buscar el tesoro que las Islas de Monteagudo y Montefaro, dos de las islas que conforman el archipiélago conocido como Islas Cíes.



Como en toda aventura que se precie, el miedo es un componente importante en la misma. En el día previo, como a muchos de nosotros nos ha ocurrido, ante la tensión que se avecina y el pavor que uno suele tener a lo desconocido, desata todos los miedos en Guamen… eso de montar en barco, cuando uno no lo ha hecho nunca, debía ser muy peligroso … imagínese usted que el barco se hunde, nos atacan los tiburones, incluso algún cocodrilo, y que pasaría si se nos presentan allí los piratas. No hay cuerpo que pueda soportar tanta tensión… Guamen pasa una mala tarde, pero al amanecer, la cuestión ya no tiene remedio estamos delante del barco.

Para poder gestionar algo el riesgo intrínseco a la aventura que se avecinaba, Trasgu, la locomotora de Castilla y Betty cacerolas los acompañarán, por si hubiera que echar una mano.

Como primer reto a resolver, el guiar el barco hasta la illa de Monteagudo, al embarcadoiro do Almacen, se presenta apasionante. Guamen salva todos sus temores… todos los peligros que nos amenazaban son fácilmente eludibles, es más, en un día entre la neblina y el frescor matutino, ambos disfrutan del trayecto, buscando delfines que nos pudieran acompañar o tiburones contra los que pelear. Mientras, la locomotora y Betty planean por otro lado como enfrentarse a aquellos que osaron quitarles los asientos en el puesto de mando.






Los piratas no se atisban, aunque ya llegando al embarcadoiro, un esbelto y elegante velero desatará las dudas de ambos… ¿serán esos los piratas? Finalmente, pasando con gran sigilo por sus proximidades conseguimos esquivarlos, sin que parezcan haberse percatado de nuestra presencia… Estamos en el embarcadoiro.




Desde aquí, habiendo oteado la isla hollada, además de la vecina isla de Montefaro unida a la primera por la ensenada do Lago, la pregunta era evidente … ¿Dónde podría encontrarse el tesoro? La respuesta era evidente … aquel lugar tendría que tener difícil acceso, estar caracterizado por algo “característico” (valga la redundancia), una marca importante debía señalarlo … una mirada alrededor y la respuesta es evidente: ¡¡en el faro!!



El faro, localizado en el Alto de Montefaro, evidentemente, el punto más elevado de la isla, en lo más recóndito de ella, donde lagos, bosques y esbeltas paredes de piedra deberían de ser sorteados para alcanzar el mismo. La empresa no era sencilla, ardúa tarea… Guamen y Dieguito se enfrentaban a algo muy duro. ¿Podrían superarlo?

De esta forma cruzando el lago, nos adentramos en el misticismo del bosque, por donde revuelta tras revuelta, se nos irá conduciendo a la escabrosa piedra de la montaña, siempre con el faro en el horizonte, en el objetivo. Dura tarea para Guamen y Diego… en la que a pesar de su firme propósito de llegar al final, aparecen momentos de debilidad, rápidamente saldados por Trasgu con ese minuto de ayuda que daba lugar a un “ya está… ya he descansado”. Unos campeones.






De esta forma, poco a poco, admirando cada rincón que se nos iba descubriendo en cada una de las revueltas, observando algunos de los polluelos de los auténticos dueños de la isla, llegaremos al primero de los objetivos, el faro, toda una hazaña.





Idílico lugar desde el que admirar los acantilados fruto de la lucha entre el mar y la isla. Dado que allí no parece posible encontrar el tesoro que habíamos venido a buscar, aunque alguna vuelta si le dimos, no nos queda otra opción que reponer fuerzas con los manjares que “la locomotora” y “Betty” habían previsto para el momento.





Dieguito hace evidente el refrán de “no hay pan duro sino falta de hambre”. Hoy no había pan duro, hoy había hambre de sobra.

El retorno es rápido y directo al otro lugar en cualquier isla donde uno espera encontrar el tesoro … a su playa. Idílico lugar de arena fina y blanca donde Guamen, Dieguito y Trasgu no pierden la oportunidad de dejarse llevar por el placer de disfrutar de ese reconfortante baño … en oposición a la locomotora y Betty, que son abducidas por el astro Sol y los brazos de Morfeo.


 Desgraciadamente tampoco allí será posible encontrar el tesoro, aunque los piratas pudieran seguir amenazantes en el velero anclado unos cientos de metros mar adentro.


Solo nos quedaba el regreso en el mismo barco que vinimos y disfrutar del grato retorno, dejando la isla creyendo no haber encontrado el buscado tesoro… ¿o no? Quizás nos llevábamos el auténtico tesoro.



Trasgu, 2014