martes, 25 de enero de 2011

Miradores del Circo de Gredos.

Allí está el fastuoso escenario de la vida para los que saben mirar un poco.
(Doménico Cieri Estrada)

22 y 23 de enero de 2011. Galería fotográfica

Siguiendo la tradición anual, ya histórica en el ambiente uno-gradista, nos proponemos volver a pasar un fin de semana en Gredos para, entre otras cosas, celebrar las efemérides de algunos de los aquí nombrados.



En esta ocasión la situación estaba difícil: el 22 y 29 de enero, junto con el 5 de febrero, el refugio estaba completo, ¡¡a la gente le ha dado por ir a la montaña!! Parecía que tendríamos que retrasar el evento. El jueves 20 recibimos una llamada: Oscar, guarda del refugio, nos indica que dispone de tres plazas. Después de alguna duda por la premura en la decisión, decidimos aprovechar la ocasión. Nos vamos a Gredos, al Circo de Gredos.

La decisión era dura de tomar. Sabiamos que a esas alturas las parientas no se pondrían muy contentas. Optamos por lo lógico y nos fuimos a Gredos
Resultado: Las parientas MUUUUUUY cabreadas


La expedición la formamos Buscasombras, Trasgu y … ¡¡la Sherpa de los Balcanes!! quien, por una de esas conjunciones astrales que últimamente marcan el devenir de todas nuestras vidas, se encontraba a tiro, decidiendo retomar esta actividad, de la que, no hace mucho, formaba parte de forma asidua.

Las temperaturas son gélidas, mucho frio, soleado, desde el principio asumimos que no nos queríamos meter en el Almanzor (para Buscasombras su ‘Elefante Blanco’, como ascensión invernal, al cual no quiere terminar matar). Su cima, muy probablemente sería una pirámide de hielo transparente. Esta vez dejaríamos el Almanzor.

Nos proponemos buscar nuevas rutas. Finalmente nos quedamos con tres alternativas:

-El Cerro de los Huertos, con su Canal de la Pluma, siempre foco de atención de todo aquel que entra al Circo de Gredos por los Barrerones. Bonita canal, camino de una cumbre todavía desconocida para nosotros.

- El Casquerazo, con su portilla de los Machos, guardada por los Tres Hermanitos y el mítico, y ya ampliamente adorado, Perro que Fuma, portilla en la todo aquel que haya hecho parada en el Refugio Elola ha fijado su mirada admirando su belleza.

- El Morezón, con su diversidad de canales, dejamos abierta la posibilidad de elegir una de sus múltiples canales. Nos evita salir por los ‘pestiñosos’ Barrerones, lo cual es un aliciente muy importante para tomar esta elección, evitando a Buscasombras uno de sus mayores calvarios.

Decidiríamos sobre la marcha.



Tiempo estimado: 2 días.
Desnivel acumulado: 1600 m.
Distancia: 19 km.
Nivel: Medio-Alto.













Cuando uno baja los Barrerones lo primero que lleva en la cabeza es “como estará la Laguna Grande”. Siempre tiene un saborcillo especial eso de atravesar, de forma directa al refugio, la Laguna completamente congelada. Así, Espada, Achucarro y el propio González de Amezúa, integrantes del Club Alpino Español, integrantes de las primeras incursiones invernales en 1907 relatan su experiencia, señalando el gran placer que suponía “ser los primeros que atravesaban la Laguna de Gredos, completamente helada, y escalar el Almanzor en medio de una cantidad de nieve y hielo incomparables, imitando procedimientos de transporte polar”.







Aquí es cuando uno empieza a “sentir” que está en Gredos, con el Circo delante y la laguna completamente helada, un gusanillo recorre tu cuerpo de arriba a abajo.





Entre escarpadas puntas
de una sierra nevada
sobre otra sierra alzada,
el hondo lago vi,
vi el lago en que sepultas
¡Oh, Gredos! mil torrentes,
que elevadas pendientes
hunden por siempre en ti.

¡Ay laguna desierta!
Ese tempano helado
semeja del malvado
la insensibilidad.

José Somoza (1751-1852)



Parece ser que el término originario fue el de Recuenco del Almanzor; la denominación “Circo de Gredos” la impuso Manuel González de Amezúa, siguiendo la terminología pirenaica de circos para estas formaciónes geológicas, en las postrimerías del siglo XIX. Camilo José Cela, en su obra “judíos, moros y cristianos”, cuando enumera los lugares siguiendo las indicaciones del pastor Sebastián Martín, cita al Circo de Gredos como Recuenco del Almanzor.



En este descenso, escudriñamos con gran curiosidad la mencionada Canal de la Pluma, con la Pala que conduce de la misma al Cerro de los Huertos, montaña (y no cerro) de 2472 m., ubicada en pleno corazón del Circo de Gredos, inmejorable mirador del mismo. La decisión parecía estar tomada, esa misma tarde de sábado, después de aligerar peso en el refugio Elola, intentaríamos esta canal, con el objetivo de llegar hasta donde se pudiera.







Sobre las 15 horas nos encontramos a los pies de la misma. Una vez metidos en ella, comprobamos la excelente calidad de la nieve que nos íbamos a encontrar durante todo el fin de semana. Se disfruta de la ascensión, cómoda, resultona, entretenida, sin grandes complicaciones. Buena actividad para abrir Gredos en invierno. Ya en el hombro del Cerro de los Huertos disfrutamos durante unos minutos de la excelente panorámica que se nos presenta a nuestro alrededor: ¡¡esto es espectacular!!













Pronto retomamos la realidad, eran las 16 horas, considerando que para descendes se aconseja montar un rapel, parecía evidente que no nos daría tiempo a hacer cima sin que nos pillara el ocaso. No obstante, una vez allí, no queríamos desaprovechar la oportunidad de comprobar de cerca la ascensión restante hasta la cima. Así nos ‘asomamos’ hasta la mitad de la pala, alcanzando los 2380 m., a escasos 100 m. de la cima. La hora, el estado de la nieve (ya prácticamente hielo) y las más que probables dificultades en el descenso nos hacen darnos la vuelta para disfrutar de los últimos rayos de sol en un agradable descenso directo al refugio. Nadie gozaría más que la sherpa, quien aprovecha el mismo, para recordar lecciones aprendidas tiempo ha, depurando su técnica invernal.

No me gusta hacer actividades con la noche cerca. Cualquier sorpresa y ves el amanecer. Así que nos proposimos regresar al refugio con una hora de margen antes de la puesta de sol, que en Gredos es gélida. Tan pronto como regresamos de dar un vistazo a la cumbre, distante unos 150m, emprendimos el descenso por un terreno que para nosotros era desconocido.

















Así, a eso de las 18 horas ‘aterrizamos’ en el refugio Elola, donde en un entorno agradable disfrutamos de toda su fauna y conjunto de sensaciones sensoriales que uno puede sentir allí. ¡Es lo que hay!. Me sorprende que para estar en pleno invierno, con el frío que hacía, la fauna era de lo más variada (generalmente más escogida en estas fechas); la cena pierde un poco del sabor montañero que suele tener en estos casos al tocarnos compartir mesa con lo que debía ser la “pandilla” del instituto que había decidido subir a jugar un par de horas al refugio. Me daban envidia algunas de las conversaciones, estas con puro sabor de montaña, que escuchaba a mis espaldas. Las mesas estaban completas.



El domingo, como es habitual en nosotros, madrugamos poco. A eso de las 8 tomamos ese reconfortante desayuno que gentilmente nos sirve Álvaro, guarda intemporal de este refugio. Terminamos de tomar la decisión: buscaremos una canal por la que subir al Morezón, para tranquilamente salir hacia la Plataforma.

Antes de salir observamos durante unos minutos el impresionante amanecer sobre el Almanzor, con una gran luna que en un esfuerzo máximo ilumina en todo su esplendor al guardián de todo el circo, al que nos vigilará durante todo el día.





Alvaro nos desaconseja la Canal de la Mina (“la salida está muy mala”, nos dice). Dejamos pasar la Directa y la siguiente, ambas ya “con dueño”. Finalmente, encontramos una canal sin dueño, ni siquiera se si tiene nombre, “a algún sitio nos llevará”, pienso, “con suerte a la cima del Morezón”.





Ya en casa, consultando tranquilamente en el calor del hogar, puedo localizar nuestra canal a la izquierda, en sentido descendente, del regato que baja de la Canal de Amezúa, lugar donde acostumbraba a instalar su campamento base González de Amezúa, el pionero de la exploración alpina por estas latitudes, en las expediciones que protagonizó en las postrimerías del siglo XIX y en los comienzos del siglo XX. González de Amezúa acometió en 1898, acompañado de José Ibrán, la primera ascensión de la que se tiene constancia al pico más alto de todo el macizo, el Almanzor. No obstante, parece ser que tanto esta cima como la mayoría de las más importantes ya habían sido escaladas con anterioridad por el cazador de la zona Antolín Blázquez.



Esta serie de canales, (realmente fueron dos, una separada de la otra por una travesía de unos 200 m.), con alguna complicación más de la esperada, nos dejará en un pequeño nido de águilas, desde donde podemos observar desde un mirador inmejorable en un primer plano la Canal de la Mina y el Morezón, con toda la cuerda que nos llevará hasta él, junto a él, todo el acompañamiento del Circo de Gredos.

La segunda canal, la que nos depositó en el "nido de aguilas", era muy entretenida. De unos 50m, en su parte más vertical, a menos de 15m para salir y quizás de unos 70º, tenía el hielo escondido a unos 20cm debajo de nieve sin transformar. Cada paso era de tracción tras limpiar la zona y clavar la hoja con fuerza en un o dos intentos. Con dos patadas se lograba que mordieran las frontales, y pa'rriba!!!. La salida tampoco daba tregua, con abundante nieve polvo no se podia progresar con comodidad, pero no era difícil llegar al hielo de debajo (al menos las manos descansaban un poco.

























Desde aquí, después de hacer cumbre en el Morezón, solo quedaba, observar algún pequeño detalle más para futuras planificaciones y emprender el retorno a la Plataforma, sin dejar pasar la ocasión de visitar el Refugio del Rey, otrora morado por las más altas personalidades, y coronar el Cerro la Cagarruta, qué mi trabajo me costó ante un intento de amotinamiento, en plan cliente deseoso de cerveza.













Homenaje final, con clásica panceta y cervecita y vuelta al redil.



Resumiendo .... by Buscasombras ...



Hasta la próxima.

Trasgu’2011.


(extracto del libro Enseñanzas esotéricas para la Nueva Era, Francisco Redondo Segura)
LA FÁBULA DEL ELEFANTE BLANCO
Cuenta una antigua fábula hindú, que habían tres hombres muy sabios, buscadores del “Sagrado Elefante Blanco”, el cual no era simplemente un mito para ellos, sino un verdadero ejemplar viviente de la más elevada Divinidad, pues Él representaba la “VERDAD MÁS EXALTADA”. Eran tres insaciables peregrinos, embarcados en la más noble exploración de los Misterios Universales. Tres ancianos,  venerables, inquietos como los niños, y con una mente capaz de abarcar  lo inesperado, lo nuevo, lo trascendental. Los tres tenían una peculiaridad física y es que eran ciegos de nacimiento, pero para ellos eso no era ningún obstáculo que les impidiese continuar su búsqueda sagrada, ya que como es sabido, son los ojos muchas veces los que nublan y ciegan la realidad. – Porque para los ojos físicos todo son apariencias, pero para el sabio que reconoce esto, mira con los ojos de alma, con los ojos de la intuición. Cuando así se mira las apariencias se desvanecen y la esencia queda desnuda, nada queda oculto a los ojos del Alma.
Tras buscar por varias ciudades, exhaustos llegaron a un poblado sencillo donde un anciano lugareño, amablemente, les indicó dónde,  según decían los antiguos sabios del poblado, podían encontrarlo.
Estaban ya, ciertamente, muy cerca, y con decisión y firmeza, henchidos de alegría se introdujeron en el interior de la selva. Anduvieron durante toda la mañana y como eran ciegos agudizaron al máximo sus otros sentidos. Cayo la tarde y los tres estaban exhaustos, pero seguían buscando con entusiasmo, entusiasmo digno de los verdaderos buscadores, y ¡por fin!, los tres oyeron y hasta olieron la inmanente presencia del Grande y “Sagrado Elefante Blanco”. Profundamente emocionados, y como si de un relámpago se tratase los tres ancianos salieron corriendo a Su místico encuentro, ¡hasta los árboles se apartaban por compasión al verlos venir!.
Había llegado el momento, el mágico encuentro entre lo buscado y el buscador, entre lo profundamente invocado y la respuesta de una evocación divina, a la altura del tesón y la perseverancia mantenida durante años, incluso vidas... Uno de los ancianos se agarró fuertemente a la trompa del elefante cayendo de inmediato en profundo éxtasis, otro con los brazos completamente abiertos se abrazo con poderosísima fuerza a una de las patas del paquidermo y, el tercero se aferró amorosamente a una de Sus grandes orejas, ya que el elefante sagrado estaba placidamente tumbado sobre unas hojas.
 Cada uno de ellos experimento, sin lugar a dudas, un sin fin de emociones, de experiencias, de sensaciones, tanto internas como externas,  y cuando ya se habían colmado por la bendición del Sagrado Elefante, se marcharon, eso sí profundamente transformados.
Regresaron a la aldea y en una de las chozas los tres en la intimidad relataron y compartieron sus experiencias. Pero algo extraño empezó a ocurrir, empezaron a elevar sus voces y hasta a discutir sobre la “Verdad”. El que experimento la trompa del elefante dijo: la Verdad (que era la representación del Sagrado Elefante Blanco) es larga, rugosa y flexible; el ciego anciano que experimento con la pata del elefante dijo: eso no es la verdad, la  “Verdad” es dura, mediana, como un grueso tronco de árbol; el tercer anciano que experimento la oreja del paquidermo, indignado por tantas blasfemias dijo: la “Verdad” es fina, amplia y se mueve con el viento.
Los tres, aunque sabios y hermosas personas, no se entendían, no se comprendían y decidieron marcharse cada uno por su lado.  Cada uno por su camino, viajaron por muchos países, haciendo de su capa un sayo, y difundiendo su verdad. Crearon tres grandes religiones y fue rápida su expansión. Esto fue posible porque tocaron la  “VERDAD” y la predicaron honestamente por todo el mundo desde el corazón. Los tres buscadores, habían llegado a encontrar la Divinidad,  pero no percibieron su amplitud, sino que se limitaron a experimentar una parte, no el Todo, por lo tanto, aunque sinceros en su búsqueda y en su servicio, herraron en su propia limitación mental.
De esta maravillosa y simbólica historia se pueden desprender innumerables conclusiones, todas ellas posiblemente validas. Para aquel que es un iniciado, percibirá rápidamente que muchos de los problemas actuales tienen que ver con el desarrollo de esta fábula, siendo también la solución posible, mediante el despliegue natural de nuestra inteligencia y de nuestro amor, hacia todos los asuntos de nuestra vida humana, si aplicamos correctamente las siguientes conclusiones prácticas.
Saquemos algunas conclusiones:
- Al igual que los tres ancianos, muchos individuos buscan algo;  la felicidad, el éxito, la plenitud, el amor, la aceptación de los demás, la amistad, etc. E incluso para unos pocos inconformistas y testarudos, la “VERDAD”, ¿el por qué de las cosas?, de la vida de la existencia, etc.
- Aunque nos moleste aceptarlo, al igual que los tres ancianos, el ser humano parte hacia esa sagrada búsqueda, con la evidente y profunda ceguera de su propia ignorancia. Los cinco sentidos y el intelecto no son suficientes herramientas para investigar y descubrir la “Verdad”, el “Espíritu” que está detrás de las apariencias, detrás de todo lo creado, la quinta esencia o corazón de la innata divinidad subyacente...
- Cada uno de los ancianos descubrió, sin lugar a dudas, con toda su alma, parte de ese Gran Misterio, de esa Divinidad, eso no se cuestiona en la fábula. Sin embargo querer abarcar todo el océano de sabiduría en unas manos humanas es imposible.
Tener una profunda experiencia con lo divino no es englobar todo su contenido. Sin embargo son muchos los que tratan de monopolizar la Verdad, a Dios, a través de una Religión, de una doctrina o una Filosofía, y eso no se puede hacer. No se puede limitar lo ilimitado, no podemos coger a Dios y encerrarlo en un libro y luego decir que es la “Suprema Palabra de Dios Incuestionable y Veraz”. Así comienzan muchas guerras y conflictos, por falta de inclusividad y estrechez mental.