6 de agosto de 2017.
“Estamos en el año 50
antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No!
Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor”
René Goscinny y Albert Uderzo, Asterix el Galo.
Perico emprende su camino en Mordor, reino cubierto por las
tinieblas y sombras, flanqueado por las montañas, allá donde la luz no tiene
existencia y el sobrevivir se convierte en dura lucha en búsqueda de la luz,
encontrada siempre allende al Sur, en el lugar llamado León.
Trasgu, por su parte, parte del Reino del Fuego, allí donde
las llamas lo cubren todo, sin dejar aliento, sin resuello siquiera para
conciliar mínimamente el descanso, donde la simple oportunidad de tomar aliento
se trata como una búsqueda diaria.
No ha lugar al término intermedio, los aborígenes de Mordor
necesitan el Fuego, los del Reino del Fuego buscan las sombras. Ambos se
necesitan, pero no se comparten; del uno se pasa al otro, del otro al uno, sin
que exista lugar donde alcanzar en ningún momento la deseada medianía. ¿O si?
Estamos en el año 17 del segundo milenio después de Cristo,
toda la Hispania está dominada por la tiranía de Mordor al norte y la Tierra de
Fuego al Sur sin dejar resquicio a una cálida vida ansiada por sus habitantes,
… ¿¿¿¿toda????? ¡¡No!! Una aldea poblada por irreductibles astures resiste
todavía: el Puerto de Somiedo. Cienfuegos dio buena fe de ello tiempo atrás, lo
cual les permitirá a nuestros montañeros buscar semejante lugar.
Allí la vida se trata cada día como un ir y venir de nubes,
luchando contra los rigores de las tinieblas al Norte y el fuego al Sur. No hay
descanso, no hay reposo. A cambio, en esta pequeña aldea sus habitantes
consiguen librarse de ambas esclavitudes, situación añorada por cualquiera de
los habitantes de Hispania.
El Puerto de Somiedo se convierte en el punto de encuentro
de Perico y Trasgu. Allí ambos tratarían de alcanzar gestas inimaginables en
los lugares de los que partieron. Para ello Perico aporta una solución propia
de los druidas norteños que les permitirá superar todas las dificultadas para
alcanzar tan magnos objetivos: ¡¡el bocadillo de Chosco!! Los recibe el amo y
señor del lugar.
Ascensión acumulada: 1216 m.
Distancia: 16.74 km.
De esta forma, todavía dominados por la tinieblas que durante
la noche ganaron parte del territorio en Somiedo comienzan su ascensión al
Cornón. Los 5º que refleja la temperatura son increíbles para el aborigen de la
Tierra del Fuego, nunca lo hubiera creído de no sentirlo en su piel.
No hubiera sido fácil seguir el camino, tal espesura en la
niebla les privaba de poder admirar el entorno, pero la ayuda de los dioses en
forma de marcas PR dejadas a lo largo del sendero les permitirá adentrarse en
las entraña de aquel lugar, en la buscada de las faldas del Cornón.
Atravesarán muy distintos lugares, rocas, charcas,
praderas,… se alimentarán de arándanos, buscarán sendero y decidirán en los
cruces,… para después de superar todo tipo de dificultados alcanzar el Alto del
Barroso, allí donde la lucha entre Mordor y la Tierra del Fuego tiene lugar: a
la izquierda el mundo de Mordor, a la derecha la Tierra de Fuego, en continua
lucha titánica por ganar terreno el uno al otro, por dominar el territorio.
De esta forma alcanzan la cumbre del Cornón… donde se
sentirán sorprendidos al ver que no son los únicos en la búsqueda a aquel
lugar. Es más… pueriles aborígenes, de no más de un lustro de edad, procedentes
por otros caminos dejarán impresionados a los allí presentes.
En tan titánica lucha, la Tierra de Fuego saca de las
tinieblas el camino a seguir: Peña Blanca y la Penouta con su arista pueden ser
observadas, mostrando la senda que no deberán perder.
Ya en el descenso, habiendo recurrido a los grandes consejos
del oráculo Cienfuegos, en su cara oriental, entre peñas y peñones, buscan el
camino. El laberinto que parece imposible de descifrar queda resuelto, con la
presencia enfrentada de la Penouta, tercera torre del día a alcanzar. Perico
refiere su sensación de sentirse en aquel extraño y remoto lugar de Mordor, de
nombre impronunciable, conocido como Picos.
Penando por los esfuerzos acumulados, a paso 8000, con la
paciencia de quien pueda disponer de todo el tiempo del mundo, alcanzan la cima
de la Penouta. El silencio se hace al observar la arista que les permitirá
retornar a aquel lugar donde empezaron el día. Trasgu no puede evitarle:
“Perico… esa parte del principio… se podrá pasar por el otro lado ¿verdad?” la
tragedia se percibe en el ambiente. “El oráculo Cienfuegos no aventuró ningún
paso con escalada… confiemos en él”, asevera Perico.
Haciendo gala de su confianza en el oráculo, allí se
aventuran ambos. La arista va siendo descifrada poco a poco. “Un poco para
arriba”, “otro para abajo”, “arrímate a esta orilla”, “solo hay que tener
cuidado de no caerse”, “vaya hostia si te caes”, con “gulipu” incluido (léase a
Orbayu) … son las frases que van animando el ambiente. Mientras la Tierra de
Fuego con gran esfuerzo contiene las tinieblas en apoyo al empeño mostrado por
nuestros montañeros. Perico y Trasgu lo agradecen a los dioses en múltiples
ocasiones.
Solo quedaba volver allí de donde se partió, para, después
de las obligadas ofrendas a los dioses en agradecimiento a la ayuda que nos
prestaron en el día de hoy en forma del
brebaje dorado y espumoso que para tal fin suele ser utilizado desde tiempos
inmemoriales, poder emprender el camino de vuelta, uno a Mordor, el otro a la
Tierra de Fuego, y una vez allí dar fe de la existencia de aquel extraño y
remoto lugar donde ambos mundos luchan y unos cuantos aldeanos resisten desde
se desconoce cuándo las idas y venidas de estas fuerzas.
Trasgu’2017.