Ubiña: Castillines y el Siete

4 de junio de 2010

De nuevo, con algún día festivo por disfrutar, ponemos marcha a la montaña leonesa. En esta ocasión, como viene siendo habitual últimamente, fijo una cita con Xiblo, ese gran conocedor de esta montaña, con quien es un placer disfrutar de la misma.

Por motivos de trabajo del susodicho, planteamos una jornada ‘extraña’, iniciaremos la marcha a eso de las 12 de la mañana.

En este caso el destino no tiene desperdicio, iremos a los Castillines, destino anhelado por mí desde hace bastante tiempo. Xiblo conocedor de este deseo, me ofrece esta oportunidad de ‘enseñarme’ los más profundos recovecos de, como él dice, el corazón de las Ubiñas.



Tiempo estimado: 5 -6 h.
Desnivel acumulado: 1339 m.
Distancia: 12,39 km.
Nivel: Medio-Alto en esta época del año. Especialmente delicado es la arista del segundo al tercer Castillín. El descenso por la diagonal hay que tomarlo con precaución. Importante conocer bien la zona, es fácil perder la senda. En invierno esta ruta adquiere dificultades considerables, con un nivel de dificultad elevado.













Por otro lado Trotiador, uno de esos grandes narradores de algún foro, decide unirse en algún momento a nosotros. Él viene de Asturias por Tuiza, nosotros de León por Torrebarrio, nos juntaremos en el collado Puerta de Arco.

Así, un poco más tarde de lo inicialmente planificado, empezamos nuestro día desde Torrebario. Eran las 12:30, el lorenzo pegaba que daba gusto, buff!! me acuerdo de algún conocido de Banuncias con su dicho: “¡¡El sol me mata!!”.



Al principio, en la pista que nos lleva a los llanos del Fontán, con la natural conversación agradable, donde uno a otro nos preguntamos por el personal conocido, dándonos las oportunas novedades al respecto, el camino se hace llevadero. Ya en los llanos de Fontán observamos las entradas al corredor del Espolón Oeste, el de la Aguja y el famoso Elixir de la Suerte. Algún día habrá que probar alguno de ellos.





Ya en la ladera que nos lleva directamente a la collada del Arco, la cosa se pone pindia. Este Xiblo es una máquina: el paisano lleva currando desde las dos de la madrugada, además currando bien, nada de estar sentado en una mesa, a las 10 de la mañana marcha a casa, coge la mochila y las botas (con unas mallas, que según Lito le suele recordar, ‘no te quedan muy bien!!’), y a las una y media del mediodía, ¡¡me lleva con la lengua a ras del suelo!! (¡¡y no me considero ‘cojo’!!). Creo que nunca he subido tan rápido un desnivel semejante. Como alguien dijo alguna vez … estos sherpas de Caboalles son bravos … muy bravos.





En esta subida a la collada, se tratará como tema recurrente el tercer Castillín y la arista que nos llevará del segundo al tercero. ‘¡¡Eso si es una arista!! … y no la de cabrones’ repite Xiblo en sus intentos de describir la misma.



Una vez en la collada, después de haber atravesado el arco que nos lleva a la misma y haber admirado el otro próximo a la collada, a la vez que disfrutamos de esas siempre ansiadas vistas al valle de Tuiza, buscamos a Troti por los alrededores. Era evidente que allí ya no estaba, tampoco hay mucho sitio por donde buscar. Xiblo lo localiza rápidamente en la cima del segundo Castillín. Una llamada para confirmar que realmente era él, y allí vamos directamente.





Pasamos por el primer Castillín, donde hacemos la primera cumbre del día. Otro pequeño arco nos permite observar el valle de Tuiza enmarcado, tras el cual una pequeña trepada (2 metros) nos permite alcanzar la antecima desde donde fácilmente, después de una pequeña arista (2-3 m., II) se llega al ‘jito’ cimero.











Rápidamente bajamos y marchamos al segundo Castillín. Allí nos esperaba Trotiador. De nuevo, sin mucha dificultad pero con alguna trepada (3-4 m., II), alcanzamos la cima donde en mi caso conozco personalmente a Trotiador. Digo personalmente porque sus narraciones hacía ya tiempo que las venía leyendo en algunos foros. Después de los pertinentes saludos, el buzón de cumbre atrae de forma inmediata mi atención (uno de los más bonitos que he visto). Lo había visto muchas veces en fotografías y hacía mucho tiempo que quería llegar a él.









Rápidamente mi foco de atención cambia a la arista que teníamos por delante: una arista de 20-30 m. afilada, bien afilada, donde como suelo decir “no te puedes caer”. Las paredes a ambos lados son de vértigo, dignas de admiración, sin olvidar en ningún momento el respeto que hay que tenerle. Más allá se ve de frente el tercer Castillín, con su vía Orcada Sur frente a nosotros. Xiblo venía dispuesto a todo, pero desde el principio tengo la impresión que no tenemos material suficiente para afrontar este último Castillín.







Tomamos un bocado, Troti se decide a venir con nosotros y nos ponemos manos a la obra: la ansiada arista. La primera parte son 10-15 metros de arista propiamente dicha, con un punto de aseguramiento, donde se pasa por encima de un bolo, siguiendo a continuación una pequeña fisura donde vas apoyando los pies siempre con ‘muy buenas vistas’ al valle de Tuiza. Se puede encontrar al final algún que otro punto de aseguramiento. Una vez pasado esto, un descenso (3 m.) nos hace perder ligeramente estas vistas, pero mantenemos constantemente las ‘vistas’ al valle de Torrebarrio. Pasado esto, se llega fácilmente a la base de la Orcada Sur, desde donde observamos con detenimiento esta vía, cuyo inicio puede ser lo más conflictivo de la misma. La vía tendrá unos 15 m., muy justo en el descenso para la cuerda que traíamos. Yo, solo con mis botas, asumo que hoy no es el día, por lo que cambiamos de planes y nos vamos con Trotiador al Siete.







Rodeamos el tercer Castillín, lo cual me permitirá observar en detalle, escuchando las buenas descripciones que Xiblo da en todo momento, las vías de la Chimenea y la de los Mierenses, desde donde directamente nos dirigimos al Siete. Hay que tener cuidado de no perder la senda (si se le puede llamar senda), el camino no ofrece muchas opciones de variantes. Una mochila demasiado grande se hace incomoda, dificultando algún paso con paredes extraplomadas en determinados momentos.











Allí hacemos cumbre. Todavía nos dará tiempo a ‘perder’ 10 minutos para ver el Crestón del Pasu Malu, al que como Marce dijo en algún momento, ‘por algo le llamarán así’.







Desde esta cumbre, ya con el día bastante apurado, iniciamos el descenso, Trotiador para Tuiza, nosotros para Torrebarrio, siguiendo la diagonal del Siete. Quedamos emplazados para futuros encuentros y cada uno pone rumbo a su punto de origen.





En descenso por la diagonal del Siete se hace entretenido, haciendo uso de las manos constantemente, unas veces de cara a la pared, otras haciendo uso de la tercera pierna. Alguna piedra suelta hace que prestemos especial atención a este factor, con algún error inesperado … “Si viera el Grúa esa piedra caer ….” avisaba Xiblo como llamada de atención. Este factor hace delicado este descenso, a lo largo del cual podemos observar diversos puntos de aseguramiento invernal.



Ya en los llanos del Fontán, nos relajamos media hora en la fuente allí localizada disfrutando de algún bocado. Desde aquí, ya con la tarde en su tramo final, emprendemos el descenso a Torrabarrio por la pista, tramo largo y desagradable que poco a poco va adquiriendo el nivel de los Barrerones, de sobra conocido y aborrecido por todos aquellos que hayan estado un par de veces en Gredos.













Alguna cervecita de despedida y punto y final a un día completo, con buena montaña y buena compañía, ¿qué más se puede pedir?

Trasgu'2010