domingo, 21 de junio de 2015

Cresterío Siegalavá Tapinón




“Padre Zeus y los demás dioses felices que vivís siempre, castigad ya a los compañeros de Odiseo Laertíada que me han matado las vacas ¡obra impía! con las que yo me complacía al dirigirme hacia el cielo estrellado y al volver de nuevo hacia la tierra desde el cielo”
La Odisea, Homero.

20 de junio de 2015

En esta ocasión, como en otras muchas, no estaba decidido de antemano el destino final. Como en otras muchas ocasiones barajamos distintas opciones, distintos objetivos, distintos rumbos.

También, como en otras muchas ocasiones, la salida queda prefijada en Tuiza, puerta asturiana al Macizo de Ubiña, tan nombrado y recorrido en innumerables salidas. Desde aquí se ponen en liza distintas rutas.

En mi caso, existía una ruta pendiente desde hace años. Una de esas rutas que siempre has querido realizar pero que, por unos motivos u otros, nunca llegaste a realizar, dejándola siempre para otro día, pero sin olvidarte de ella, quedando siempre pendiente.
 


Se trata del cresterío entre el Siegalavá y el Tapinón, con las dos cumbres, así nombradas, que la flanquean a ambos extremos. Contemplada en una gran cantidad de ocasiones desde cualquiera de las montañas de Ubiña, siempre se presentaba atrayente, siempre la observé con el ansia de algún día acercarme a ella, preguntando en infinidad de ocasiones por ella, siempre quedó en mi cabeza como una de las rutas que tenía que realizar.



Distancia: 8.61 km.
Ascensión acumulada: 1213 m.





Cual entrada a un reino fastuoso, el Siegalavá y el Tapinón conforman dos torreones, a los que todo aquel que alguna vez accede o sale de este reino, por su entrada asturiana por Tuiza, gira la cabeza para contemplarlos, ya sea todavía en los primeros pasos mañaneros al amanecer, ya sea en los últimos del atardecer, en ambos casos en la tranquilidad que confiere el inicio o final de cualquier día de montaña.

Entre ambos torreones, cual muralla que guarda el acceso, una escarpada e imponente cresta une ambos extremos, con ariscos picachos cual almenas desde los que parece querer controlarse a todo aquel que entra o sale de la zona. Se trata del cresterío Sigalavá-Tapinón, una de esas rutas marcadas entre las deseadas por cualquiera que se moleste en conocer mínimamente este macizo de Ubiña.

Allí, a la entrada del Reino de Ubiña nos plantamos cuatro ya habituales (con alguno al que se le echó en falta) por el mismo. Niblap, Pedro, Ro y el que suscribe, Trasgu, volvemos a citarnos para “hacer algo” … esta mañana consigo convencerlos para hacer el cresterío Siegalavá Tapinón. Allá emprendemos rumbo, el día prometía.


Por facilitar la ascensión, decidimos hacerla en contra de lo que suele ser habitual, en el sentido Tapinón Siegalavá, la subida se presentaba más tendida, nos permitiría llevar mejor esas conversaciones iniciales de cualquier mañana montañera, sin perder el aliento a las primeras de cambio. Al final del día lo pagaríamos.

 
Con un día excepcional, soleado, sin calor abusivo, emprendemos camino por las verdes laderas del Siegalavá, dejando el mismo a nuestra izquierda, mirando de reojo en que debía ser el destino final del día, después de haber cruzado todo lo necesario. La cresta va quedando igualmente a nuestra izquierda.


El inicio se hace muy agradable, entre vacas, novillos y terneros, acompañados en algunos momentos por paisanos de lugar intentando guiar sus caballos y potros al frescor de la altura, cruzando las verdes praderas donde van muriendo las laderas, todo es bucólico. Con el panorama ya comentado a la derecha, con la Mesa y la Tesa (a donde otro día tendremos que dirigirnos) a la derecha y la imponente Ubiña a nuestras espaldas, y la grata compañía, poco más se le podía pedir a la situación.


A los pies del Tapinón, decidimos “acortar” algo el camino y dirigirnos directamente a las laderas que darán acceso a su cumbre. En lugar del normalmente descrito rodeo a los Camparones, buscamos la ascensión por un cómodo y entretenido corredor que rápidamente nos deja en la cuesta que conforma la subida al Tapinón.


Esta subida es de esas que uno tiene que tomarse con paciencia, vulgarmente denominada “cuesta de vacas”, con la cima a la vista en todo momento, tendida, sin dificultad, constante hasta la extenuación, la cual parece no acabar nunca, tediosa y laboriosa … vamos de esas que uno nunca quiere realizar pero que no te queda otra opción. La incluiremos en ese conjunto de subidas donde ya tenía metidas los míticos Barrerones en Gredos, el indolente Ocejón de la Sierra de Ayllón o Dos Hermanas en Guadarrama. Todas ellas… “grandiosas” subidas (uuufff!!).



De esta forma, y trantando de disfrutar del bonito día que nos han regalada para hoy, alcanzamos el Tapinón, “lo peor ya había pasado”. O al menos eso creíamos.



 


Desde aquí, la cresta hasta el Siegalavá se puede describir espectacular. Con imponentes paredones, vacíos y caídas, que te hacen “levantar las orejas” en todo momento, caídas que en algunos pasos quedan a escasos centímetros de tus botas, pasos de esos que no tienen grandes dificultades, pero en los que piensas … “aquí no te puedes caer”, riscos que trepar y bajar, pasos de esos de … “¿dónde pongo ahora el pie?”, roca descompuesta que le da “más emoción” al asunto, cuidando mucho donde agarras, donde apoyas la bota, y … como no … ese pequeño escalón, 4+, que le da el punto álgido al día, en nuestro caso de destrepe, dos pequeños rápeles que disfrutar. Vamos… una de esas rutas de las que gustan, de las dan emoción al día, de esas que gustan, de las que recuerdas para la posteridad, de las que cuando te pregunten por Ubiña, nombrarás a la gente.
















De esta forma, admirando y disfrutando de todo el cresterío, sin incidencia alguna salvo un pequeño rodeo innecesario por no encontrar el paso, justo después de haber terminado los rápeles, alcanzamos para gloria y autocomplacencia de todos los allí presentes la cumbre del Siegalavá, donde de forma distendida, después de haber disfrutado de los bonitos buzones de cumbres allí instalados, después de las fotografías de rigor, disfrutamos de ganado y merecido almuerzo donde, evitando los mosquitos que atacan a unos más que a otros (nunca os pongáis camiseta naranja si los vais a tener cerca), admiramos la grandiosa vista de la que desde allí podemos disfrutar.





 “Solo” quedaba volver, “Solo” quedaba bajar de allí, Tuiza estaba a la vista, nos creíamos que el día estaba echado. Alguno de nosotros, incluso se permite el lujo de mandar fotos de la Cubilla a los no presentes.



“Lo que prometía ser un bonito fin de semana se convirtió en un infierno”. Esta vez se cumplió. Que descenso, que descenso. Nunca en mi vida me había tocado descender nada igual. Desconozco si existe senda de descenso o no, nosotros la perdimos rápido. A partir de aquí, una disputa constante con la montaña sobre dónde poner el pie, constantemente apoyado en una mano, en otra, en el bastón, con la tercera pierna (para los mal pensados… el culo), constantemente desequilibrado, levantándonos una y otra vez, sin descanso alguno durante algo más de dos horas,… extenuante. Unido el calor, que a estas horas apretaba bien, metidos en aquella olla, donde el aire no circulaba en ningún sentido, ¡¡un auténtico infierno!!. Nunca, o al menos no recuerdo, había hecho en mi vida un descenso tan incómodo. Ahora me explico porque todo el mundo hace esta ruta al revés: Siegalavá-Tapinón, en lugar de Tapinón-Siegalavá. Habíamos pagado nuestro precio, yo … destrozado, alguno los pantalones.



Es de destacar que, durante el descenso, Niblap, quien, cual indio arapajoe, de prestigio demostrado y reconocido, hace esfuerzos inhumanos por encontrar algún rastro de senda, algo que parezca haber sido pisado por alguien, tema que algún día tendremos que tratar, el concepto de “senda”, homologo al concepto de “jito”, donde lo jodido que estés incrementa exponencialmente las opciones de que cualquier cosa te parezca una senda, o un “jito”. “¿Vale esto como jito?”, “¿vale esto como senda?” … la respuesta será muy distinta dependiendo de tu situación. Aquí todo parecía una senda, aunque se perdiera 3 metros más adelante. Digno de estudio y análisis psicológico.



Un bonito día, una deuda saldada, gran ruta la realizada y grata compañía … a pesar de ese pequeño “infierno”, lo pasamos en grande.

Trasgu’2015.

Fotografías de Pedro, Niblap y Tragu.

2 comentarios:

  1. Que guapo ese cresterío (que no he realizado y solo admirado desde las cumbres). Totalmente de acuerdo con la subida al Tapinón. Una ladera interminable y aburrida como ella sola. Y sobre un descenso de esos, en los que todo vale como senda y/o jito, recuerdo un descenso del Camperón en medio de la niebla, sin ver tres en un burro, ni track que nos guiara, en donde alguno de los de cabeza fabricaba jitos a medida "para que la gente baje más tranquila" y donde las boñigas se convirtieron en el mejor jito que pudimos encontrar ya que, "si por aqui bajó una vaca, bajaremos nosotros", ja, ja.
    Buena crónica, como siempre.
    Un saludo

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  2. Si, por supuesto, no se te olvidó realizar actividad montañera de nivel, tampoco se te olvidó escribir...............bien. Da gusto....!!! Saludos ;-)

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