“Anxelin
hermosu,
Vixu de to ma.
Que penes i dieres
Si Dios te llevas!
¡Probiquín! iQue tienes? “
Vixu de to ma.
Que penes i dieres
Si Dios te llevas!
¡Probiquín! iQue tienes? “
El niño enfermo -José Caveda y Nava
14 de octubre de 2017
Habíamos sobrevivido a bosques de lobos, gigantes de piedra,
aventuras piratas, bandoleros y truanes, grandes cumbres, … solo nos quedaba por enfrentarnos a
bruxes y xanas, porque ya debe ser conocido por el interesado lector, que no
suele saber muy bien donde terminan unas y empiezan las otras.
Si uno quisiera en su vida buscarlas, no hay mejor sitio que
un faedo o fayeu; allí entre las fayas es el lugar donde moran y buscar
resguardo de los peligrosos humanos, seres insaciables que las perseguirán hasta
la saciedad. Gracias a Dios que las bruxes y xanas siempre fueron de vivir
alejadas de los humanos para no verse influenciadas por estos, sino en ellos
mismos se hubieran convertido.
A pesar de lo pérfidos, rufianes y perversos que nos puedan
parecer … los seres humanos no nacen así. De cachoros son seres bondadosos, sin
esa maldad que les florece con los años; seres inocentes que incluso tienen la
limpieza de espíritu que les permita ver a bruxes y xanas como casi de su misma
especie, sin envidias ni rencillas que les lleve a perseguirlas; seres limpios
de mente sin recelos ni rencillas que saldar; seres de mirada limpia para la
que no existe diferencia entre bruxes y xanas, hadas o … “haedas” … ¿o pensaba
el atrevido lector que existía diferencias entre ellas más allá de su “supuesta”
belleza según las observan los ojos de los humanos adultos?
F(h)aedo, lugar gobernado por la magia; magia de bruxes y
haedas; solo perceptible por mentes limpias de maldad; donde los colores son dispuestos
por estas; donde las fayas son guiadas en su crecer durante cientos de años,
permaneciendo impertérritas (o eso le parecerá al adulto lector) al distraído ir
y venir de humanos; aunque eso si, allí podrán permanecer a la vereda del
camino más de 500 años, ¿parose el lector a pensar quien pudo por allí pasar
cuando esa faya vio la luz al nacer? Pobre de aquel que no perdiera cinco
segundos en ello … un cachorro de humano es lo primero que preguntaría (“¿había
nacido el abuelo cuando el árbol empezó a crecer?”.
Y como de cuentos y bruxes hablamos, como no, siempre un “tesoro”
tiene que aparecer en el mismo, entendido este como aquél de incalculable valor
para el que lo encuentre. De nuevo el lector adulto, simple de ideas, se
imaginará el “burdo” color dorado tan característico de la mitología “humana”,
sin llegar a atisbar que el mismo pueda ser negro, como en la realidad lo fue
en el Faedo de Ciñera.
Una vez me contó un abuelo, que hace muchos, muchos años, antes de que
hubiera casas en el valle, cuando aún los hombres vivían al aire
libre y los inviernos eran crudos y muy largos, vivía en el Faedo una “bruja”
llamada Haeda. Tenía poderes sobrenaturales. Dicen que se los había otorgado el
demonio pero este le advirtió: “Debes usarlos para hacer el mal, pues si haces
el bien con ellos te consumirás y en tres días desaparecerás”. La bruja Haeda
se frotó las manos y se preparó para hacer todo el daño que pudiera.
Entre La Vid y Santa Lucía vivía una familia: la madre, María, el
padre, Miguel, y nueve hijos pequeños. Por el verano sembraban patatas,
fréjoles y lechugas pues se daban muy bien y alimentaban a sus hijos pequeños.
Pero cuando llegaba el invierno las cosas se ponían difíciles y no tenían dónde
refugiarse. Por la noche subían a la cueva de los Infantes y allí se guarecían
de la nieve y las heladas. Pero un día nevó y nevó. El viento soplaba la ladera
de la montaña y estaba helada. Y por más que María y Miguel empujaban a sus
hijos no conseguían llegar a la cueva mientras los niños resbalaban y
volvían a caer.
Haeda estaba sentada en Berciegos, (bien es sabido que las brujas no
tienen frío) y sintió escozor en el pecho al ver aquellos padres que no podían
resguardar a los niños del frío. Usando sus poderes, arrancó un montón de
piedras de las montañas y les prendió fuego. Se pusieron rojas y chispeantes
dando un calor agradable pero lo más milagroso es que duraron prendidas toda la
noche. María y Miguel colocaron a sus hijos alrededor y durmieron toda la noche
calentitos.
A la mañana siguiente había un gran montón de cenizas, ellos no se
explicaban lo que había pasado. Aquel día siguió nevando, en el puerto había
niebla, y el frío era insoportable. Haeda pensó que aunque les ayudara
otro día aún le quedarían poderes, así que volvió a arrancar piedras de las
montañas y las prendió, haciendo de nuevo una gran hoguera. Pasaron la noche
calientes. Por la mañana vieron mucha ceniza que guardaba brasas en sus
entrañas, así que metieron patatas para que se asaran y los niños las comieran
tiernecitas.
Haeda se miró en el arroyo y se vio envejecida y cansada. Estaba
agotada. Pero también estaba dispuesta a ayudarles un día más. Aun así pensaba
que aunque fuera a costa de su vida no sería suficiente, dado que el invierno
en estas tierras es largo y no podrían resistirlo.
Meditó y meditó la bruja buena y juntando las fuerzas que le
quedaban hizo que todas las montañas del valle se llenaran de piedras que
prendieran y dieran calor.
Vinieron muchas familias y fundaron un pueblo sobre aquellas cenizas. Y
le llamaron Ciñera.
Desde entonces ningún niño pasó frío por las noches.
Haeda así lo quiso.
Dice el viejo que la bruja buena se fue a morir al Faedo y dejó
mechones de pelo blanco entre las hayas. Ahora los niños de Ciñera van al Faedo
de merienda y, sin saberlo, juegan y ríen bajo la protección de Haeda, que vela
para que no nos falte nunca el carbón.
Josefina Díaz del Cuadro, vecina de Ciñera
de Gordón
Ay!! Pobre de aquel lector que al empezar a leer cuentos de
bruxes ya pensase en el mal, pues enferma tiene su mente predestinada a ello. Meditar
al final del cuento debió, si no hubiera ocurrido, muy grave ha de ser la
enfermedad.
Cualquier lector que se haya sentido “levemente” (el
escritor, como las bruxes y xanas, es consciente que el orgullo del lector no habrá
permitido que llegue más allá) acusado en su estima durante la lectura de este
humilde relato, paseos por los faedos necesitará para limpiar tal enfermedad,
pues gravemente se encuentra, siendo más rápidamente sanada si por un alma
limpia es acompañado, ya sea un cachorro de humano o alguno de los escasos
adultos que todavía a su edad creen poder encontrar bruxes o haedas y tesoros
negros entre las “atentas e inquietas” fayas del faedo.
Trasgu’2017.
PD: por experiencia propia os digo, que funciona como
remedio lo de los paseos por faedos … o fayeus, que de lo mismo se trata y
similares efectos produce.
Qué bonitos parajes, yo quiero ir
ResponderEliminarSolo hay que venir ... O prefieres que te lo lleve a casa?? :-D
ResponderEliminarQue leyenda más guapa. No la conocía. El faedo si, y a él fui con mi propio cachorro humano.
ResponderEliminarSaludos