Poco se puede decir, a estas alturas, de la Canal de la Ceja. Sus 45 mantenidos grados y su facilidad de acceso la hacen una de las mejores actividades relámpago de la zona.
Después de las transgresiones gastronómicas, propias de “estas fechas tan entrañables”, y con el impulso de las últimas nevadas, parecía el día propicio para que El Yeti conociera la emblemática Canal.
Como dije al principio, en pocas palabras va: Nunca hay que confiarse.
El circo amanecía con poca nieve sobre una capa helada que hacía que las piedras parecieran “gochos” engrasados. A primeras horas la nieve estaba sin transformar, pero conforme avanzó el día se hizo pastosa y tendente a formar zuecos. Las piedras apenas tenían 10cm que las tapaban para dar la impresión de tener un “blanco manto”, expresión con la los medios gustan de describir el paisaje invernal.
Metidos en la canal, ya desde el principio costaba encontrar acomodo sobre las piedras, que se percibían bajo los pies incluso en los lugares de mayor acumulación de nieve. Era muy poca, mal puesta y en mal estado.
Las primeras rocas, todavía en la zona abierta, se salvaron sin problema cerca de la pared (izq.). Pero las rocas empotradas del segundo resalte eran otra cosa. La de la derecha era una laja desnuda. La de la izq. un “gocho engrasado” al que no había forma de hincarle el piolo. Finalmente, escrutando con la hoja encuentro un hueco a la derecha del “gocho”, a la altura del pecho (el mío), que me dio un punto de anclaje a prueba de bombas. Encaramándome sobre él y lanzando el pie derecho a la laja el resalte estaba superado, quedando abrazado la roca-gocho.
Después de este punto subimos en dirección a la Ceja, que “curiosamente” no tenía huella. Exclamamos un “¡qué suerte!”. Ahora ya, mirándola de cerca, se veía que esta vez tenía un extraplomo “curioso” pero corto. Quizás 2 metros. Otras veces habíamos superado cornisas más altas. Con más ilusión si cabe emprendimos la aproximación protegiéndonos en nuestro avance con las rocas de la zona de posibles desprendimientos.
A escasos 20 metros la incrédula mirada del Yeti se une a la mía para ver la cornisa con otros ojos: Estaba la cosa difícil, pero aun así quise acercarme a contemplarla. Con un notable extraplomo se erguía unos escasos y engañosos 2 metros sobre la base “visible” que formaba la pala. Pero como si de una rimaya se tratara debajo había una separación y/o hueco que hacía imposible acercarse con seguridad. Es decir, el tamaño de la cornisa era mucho mayor que el visible y la nieve sobre la que estábamos solo acumulación, lo que convertía el punto en el que nos encontrábamos en un lugar muy peligroso, a pesar de que la cornisa estaba formada por nieve dura. Además, la temperatura subía rápidamente…. ¡Glup!
Con rapidez buscamos una salida que vislumbramos a menos de 25 metros a nuestra derecha, y pa’llí fuimos emprendiendo una trabajosa travesía.
Pasados unos largos 15 minutos llegamos a ese punto y nos dispusimos a superar la Ceja, pero ¡ay¡ , otra sorpresa. La nieve no vale para nah!!. No agarra ni un sello. Ni cavando medio metro alcanzábamos una capa de nieve transformada. Tras un mal rato de negociaciones encuentro una zona “correcta” en la que el regatón de uno de mis piolos se queda sólidamente clavado. Busco sitio para el otro a la derecha pero es imposible. Así que lo hundo lo más posible en la nieve y usándolo más como contrapeso que como seguro me aúpo sobre mi posición y supero trabajosamente la cornisa.
Ahora queda el Yeti, al que por el destrozo hecho en la zona solo le quedó el recurso de asegurarse con la cuerda. Seguro al cuerpo, dinámico, etc. etc.
¿El resto?, el resto es como siempre.
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GUAUUUUUUUU¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarTío, menuda salida. Que cantidad de nieve, ¿no?
La última foto.... !!Chulísima¡¡
Saludos.
Hola Toñi,
ResponderEliminarMuchas gracias. Había muy pocita nieve, pero toda junta en la pala de la Ceja y en la Ceja propiamente dicha.
Un cualquier caso, un gustazo de día.
S2