“Bien notas, escudero fiel y legal, las tinieblas desta noche, su estraño silencio, el sordo y confuso estruendo destos árboles, [… ], las cuales cosas todas juntas, y cada una por sí, son bastantes a infundir miedo, temor y espanto en el pecho del mesmo Marte, cuanto más en aquel que no está acostumbrado a semejantes acontecimientos y aventuras.”
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.
24 de noviembre de 2013
Después las últimas veces que Cacahuetes subió a Peñalara, siempre en búsqueda de las nieves, quedó claro que la próxima trataría de evitar los tumultos típicos de la Sierra madrileña en los fines de semana.
Cuando unos días antes le planteo subir a estrenar las nieves de esta temporada, le atrae la idea de ir a conocer el Pico del Lobo: con la estación cerrada, no debía haber mucha gente por allí. Buscasombras y yo hacía mucho tiempo que dábamos una vuelta por allí. Podía ser un buen momento para volver.
Allí nos presentamos los tres: Cacahuetes, Buscasombras y el Trasgu, quien suscribe este texto. Ya en el camino, antes del amanecer, Buscasombras nos advierte que el tiempo no va a ser bueno. ¡¡Vaya racha que llevamos!! No acertamos una. La verdad es que a mi me había parecido ver un sol “amarillo” por aquella zona (he de reconocer que no investigué mucho más). A Cacahuetes le debió pasar lo mismo. El único que tiene cabeza entre nosotros es Buscasombras, menos mal que no le solemos hacer mucho caso, y él nos sigue, para meternos en estos fregaos (últimamente demasiado habituales).
Desnivel acumulado: 920 m.
Distancia: 7.4 km.
Así, superando todo tipo de perezas, ya aparcados en un aparcamiento con un único vehículo, nos armamos de valor y abrimos las puertas para comenzar la larga mañana que nos esperaba por delante.
Todo se inicia con el pequeño ritual de ponerse botas, guetres, ropa de abrigo, recomponerse, buscar “hippy-ese”, encenderlo,… Ya sabemos quién es el último en terminar, como es tradicional, … Cacahuetes se percibe pronto… “¡¡este tarda más que yo!!”, me comenta. Buscasombras no tiene rival, todo un protocolario a la hora de apergañarse antes de arrancar.
Hoy estaba claro que acertaríamos en poco. “Los pinchos nos los tenemos que poner en 100m.”, indica Cacahuetes. Yo, para evitar movimientos de mochila innecesarios, los dejo “colgando” de mis piolos. Ya me quedó claro que esto nos les gustaba ni a Buscasombras ni a Cacahuetes, pero solo iban a ser 100 m. Al final los paseé de esta guisa por todo el Pico del Lobo hasta las tres de la tarde, volviendo al coche en la misma posición que salieron. Cacahuetes tampoco había acertado en su pronóstico de 100m.
Al inicio de la subida, con nieve bien cerrada, la discusión de las últimas salidas, como decía, ya demasiado habitual: “¿tú crees que abrirá?”. Jooooooder … ya estamos como siempre. Yo siempre soy optimista, siempre digo que si (me va a dar igual…); Buscasombras… esta vez lo tenía muy claro. No teníamos nada que hacer.
La verdad es que hoy pintaba muy mal, pero ya que estábamos allí … como siempre, habría que subir “a ver” que había allí arriba, aunque hoy “ver”, lo que se dice “ver” íbamos a ver poco. Estamos resignados desde la salida (yo … casi casi también). Al principio de la subida, todavía en las primeras rampas, un hombre se nos acerca a preguntarnos si íbamos a buscar al montañero perdido. La verdad es que no teníamos noticia de ello. Nos indica que un montañero se había perdido hace ya un día y que había pasado la noche por “allí arriba”. Nos advierte de los peligros tal y como estaba el día, pidiéndonos que si lo vemos avisemos mediante la correspondiente llamada telefónica. La verdad es que aquello no dio que pensar. Uuuff!! Tal y como estaba el día… mala noche tuvo que pasar el hombre perdido.
La verdad es que la subida hasta el Gran Plató no debe tener pérdida, siempre que tomes como referencia el telesilla adecuado. En nuestro caso, quizás dejándonos llevar por el pundonor inicial, tomamos como guía un remonte más a la derecha, lo cual nos condicionará durante toda la mañana. Tendremos que ir buscando de nuevo aquel que teníamos que haber seguido. Con no más de 20 m. de visión en la niebla, esta tarea no es fácil.
Aún así, con más vueltas de las necesarias llegamos al Gran Plato. Desde aquí, buscar el acceso al Portillón del Lobo se convierte en otro problema. Uno que si más a la derecha, otro que si más a la izquierda, yo que si subimos por aquí mismo (“a ver lo que hay”)… Parece evidente que no lo teníamos muy claro, y es que no acertábamos a ver ni las piedras que teníamos delante.
Finalmente, Cacahuetes, como hombre sabio que es, toma la decisión correcta: sigamos las huellas de los esquiadores, estos siempre bajan por sitios fáciles. Buen razonamiento para no quedarnos enriscados. Este razonamiento nos lo confirmaría un atento y amable esquiador con el que nos cruzaríamos en esta última pala. La demostración de cómo de bien vienen unas “focas” en estas circunstancias es evidente: lo veríamos subir y bajar hasta … ¡¡tres veces!! durante la mañana.
De esta forma, a duras penas conseguimos llegar al Portillón, siguiendo el cordal teníamos delante la cima del Pico del Lobo (eso lo sabíamos por los mapas, no porque viéramos nada). A lomos del cordal surge la discusión del día… ¿Vamos a la cumbre? ¿pa qué? La verdad es que no se veía absolutamente nada. Después de un intercambio de impresiones, alguno quería hasta votar, decidimos bajar por donde hemos subido. El día estaba echado… evidentemente sin abrir … ¡¡ni un pelo!!!
Solo nos quedaba bajar, volver a ver a nuestro amigo el esquiador (que subía por tercera vez), buscar hueco para la típica degustación entre los aportes de todos los allí presentes, incluido orujo… en esta ocasión de café, gracias a Cacahuetes… y mi te calentito (a Buscasombras y Cacahuetes les costaba entender que “meter algo calentito para el cuerpo” fuera reconfortante… jajajaja).
Después de la narración, es evidente que al montañero perdido no lo vimos, el coche de por la mañana seguía allí aparcado, esperemos que esta pequeña historia acabe con un final feliz.
Solo nos quedaba parar en algún sitio a darnos ese pequeño homenaje con el que siempre se debe terminar un “aciago” día de montaña.
Trasgu, 2013.
PD: si viene el Troll… ¡¡no vuelve!! Hizo bien en no venir.
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.
24 de noviembre de 2013
Después las últimas veces que Cacahuetes subió a Peñalara, siempre en búsqueda de las nieves, quedó claro que la próxima trataría de evitar los tumultos típicos de la Sierra madrileña en los fines de semana.
Cuando unos días antes le planteo subir a estrenar las nieves de esta temporada, le atrae la idea de ir a conocer el Pico del Lobo: con la estación cerrada, no debía haber mucha gente por allí. Buscasombras y yo hacía mucho tiempo que dábamos una vuelta por allí. Podía ser un buen momento para volver.
Allí nos presentamos los tres: Cacahuetes, Buscasombras y el Trasgu, quien suscribe este texto. Ya en el camino, antes del amanecer, Buscasombras nos advierte que el tiempo no va a ser bueno. ¡¡Vaya racha que llevamos!! No acertamos una. La verdad es que a mi me había parecido ver un sol “amarillo” por aquella zona (he de reconocer que no investigué mucho más). A Cacahuetes le debió pasar lo mismo. El único que tiene cabeza entre nosotros es Buscasombras, menos mal que no le solemos hacer mucho caso, y él nos sigue, para meternos en estos fregaos (últimamente demasiado habituales).
Desnivel acumulado: 920 m.
Distancia: 7.4 km.
Así, superando todo tipo de perezas, ya aparcados en un aparcamiento con un único vehículo, nos armamos de valor y abrimos las puertas para comenzar la larga mañana que nos esperaba por delante.
Todo se inicia con el pequeño ritual de ponerse botas, guetres, ropa de abrigo, recomponerse, buscar “hippy-ese”, encenderlo,… Ya sabemos quién es el último en terminar, como es tradicional, … Cacahuetes se percibe pronto… “¡¡este tarda más que yo!!”, me comenta. Buscasombras no tiene rival, todo un protocolario a la hora de apergañarse antes de arrancar.
Hoy estaba claro que acertaríamos en poco. “Los pinchos nos los tenemos que poner en 100m.”, indica Cacahuetes. Yo, para evitar movimientos de mochila innecesarios, los dejo “colgando” de mis piolos. Ya me quedó claro que esto nos les gustaba ni a Buscasombras ni a Cacahuetes, pero solo iban a ser 100 m. Al final los paseé de esta guisa por todo el Pico del Lobo hasta las tres de la tarde, volviendo al coche en la misma posición que salieron. Cacahuetes tampoco había acertado en su pronóstico de 100m.
Al inicio de la subida, con nieve bien cerrada, la discusión de las últimas salidas, como decía, ya demasiado habitual: “¿tú crees que abrirá?”. Jooooooder … ya estamos como siempre. Yo siempre soy optimista, siempre digo que si (me va a dar igual…); Buscasombras… esta vez lo tenía muy claro. No teníamos nada que hacer.
La verdad es que hoy pintaba muy mal, pero ya que estábamos allí … como siempre, habría que subir “a ver” que había allí arriba, aunque hoy “ver”, lo que se dice “ver” íbamos a ver poco. Estamos resignados desde la salida (yo … casi casi también). Al principio de la subida, todavía en las primeras rampas, un hombre se nos acerca a preguntarnos si íbamos a buscar al montañero perdido. La verdad es que no teníamos noticia de ello. Nos indica que un montañero se había perdido hace ya un día y que había pasado la noche por “allí arriba”. Nos advierte de los peligros tal y como estaba el día, pidiéndonos que si lo vemos avisemos mediante la correspondiente llamada telefónica. La verdad es que aquello no dio que pensar. Uuuff!! Tal y como estaba el día… mala noche tuvo que pasar el hombre perdido.
La verdad es que la subida hasta el Gran Plató no debe tener pérdida, siempre que tomes como referencia el telesilla adecuado. En nuestro caso, quizás dejándonos llevar por el pundonor inicial, tomamos como guía un remonte más a la derecha, lo cual nos condicionará durante toda la mañana. Tendremos que ir buscando de nuevo aquel que teníamos que haber seguido. Con no más de 20 m. de visión en la niebla, esta tarea no es fácil.
Aún así, con más vueltas de las necesarias llegamos al Gran Plato. Desde aquí, buscar el acceso al Portillón del Lobo se convierte en otro problema. Uno que si más a la derecha, otro que si más a la izquierda, yo que si subimos por aquí mismo (“a ver lo que hay”)… Parece evidente que no lo teníamos muy claro, y es que no acertábamos a ver ni las piedras que teníamos delante.
Finalmente, Cacahuetes, como hombre sabio que es, toma la decisión correcta: sigamos las huellas de los esquiadores, estos siempre bajan por sitios fáciles. Buen razonamiento para no quedarnos enriscados. Este razonamiento nos lo confirmaría un atento y amable esquiador con el que nos cruzaríamos en esta última pala. La demostración de cómo de bien vienen unas “focas” en estas circunstancias es evidente: lo veríamos subir y bajar hasta … ¡¡tres veces!! durante la mañana.
De esta forma, a duras penas conseguimos llegar al Portillón, siguiendo el cordal teníamos delante la cima del Pico del Lobo (eso lo sabíamos por los mapas, no porque viéramos nada). A lomos del cordal surge la discusión del día… ¿Vamos a la cumbre? ¿pa qué? La verdad es que no se veía absolutamente nada. Después de un intercambio de impresiones, alguno quería hasta votar, decidimos bajar por donde hemos subido. El día estaba echado… evidentemente sin abrir … ¡¡ni un pelo!!!
Solo nos quedaba bajar, volver a ver a nuestro amigo el esquiador (que subía por tercera vez), buscar hueco para la típica degustación entre los aportes de todos los allí presentes, incluido orujo… en esta ocasión de café, gracias a Cacahuetes… y mi te calentito (a Buscasombras y Cacahuetes les costaba entender que “meter algo calentito para el cuerpo” fuera reconfortante… jajajaja).
Después de la narración, es evidente que al montañero perdido no lo vimos, el coche de por la mañana seguía allí aparcado, esperemos que esta pequeña historia acabe con un final feliz.
Solo nos quedaba parar en algún sitio a darnos ese pequeño homenaje con el que siempre se debe terminar un “aciago” día de montaña.
Trasgu, 2013.
PD: si viene el Troll… ¡¡no vuelve!! Hizo bien en no venir.
Afortunadamente lo encontrarón a última hora del domingo.
ResponderEliminarhttp://www.abc.es/local-castilla-leon/20131124/abci-rescatado-montanero-hipotermia-201311242201.html
Good job!!
Sabio el troll, huele las cuevas antes de meterse en ellas...
ResponderEliminarEsta no olia demasiado bien.
Ay!!
EliminarHubiera sido una experiencia inolvidable.
Con lo alto que eres, ni tus pies hubieras visto en esa niebla.
S2
Así vivirás muchos años ... cuida esossss piessss!
EliminarLas focas..., solo un experto no se hubiera mareado, mal día para el esquí de principiantes como yo, estuvo bien la jornada, más kilómetros de lo que pensaba.
ResponderEliminarsalud.
Cacahuetes!!! esto no es nada para un hombre de pelo en pecho como tu!!
EliminarSi llevas el vino todo hubiera cambiado ...
Hombre Trasgu y compañía, mira que ya el año pasado, cuando nos encontramos cerca del Pingarrón, me dijiste que te ibas a mirar eso del esquí de travesía. Pues nada, ya veo yo que seguís a pie por esas nieves. Con lo bien que os hubieran ido unas tablas y unas foquitas! Un abrazo. Salud y Montaña, amigos.
ResponderEliminarEeeeeeeiiiiinn!! Carmar!!
EliminarAlgún día nos tendremos que poner a ello ... vista la experiencia, parece que se gana.
Nos falta el tiempo ...
Cacahuetes ya le pega ;-))
A ver si nos volvemos a ver.
A disfrutar de la montaña ... ahora que está bien bonita.
Una pasada de reportaje.Saludos.
ResponderEliminarGracias Juan Carlos
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