martes, 30 de octubre de 2018

Torres de la Pedriza


Paréceme a mí —dijo Sancho— que los caballeros que lo tal ficieron fueron provo­cados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias; pero vuestra merced ¿qué causa tiene para volverse loco?
Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.

01 de julio de 2018 

¡¡Y el gran Saimon subió a la montaña!!

Valeroso y esforzado caballero, si es que el valor de vuestro fuerte brazo corresponde a la voz de vuestra inmortal fama, obligado estáis a subir tan magna montaña en tan lueñes tierras encontrada, al olor de vuestro fa­moso nombre, buscándoos para remedio de su altivo nombre.

Allí en el abrevadero el lance echado estaba, Saimon, aceptando el envite, d’esta forma dio al amanecer con sus huesos camino de las Torres … difícilmente pudiera hallarse más magno reto que permitiera medir la valía del valeroso caballero.



Distancia: 17.05 km.
Desnivel acumulado: 1196 m.







Si acaso quisieren saber vuestros señores quién fue el osado que tales retos puso, di­gales vuestra merced que es el famoso Trasgu, Caballero de la Triste Figura, siempre añorante de hazañas y deseoso de quien le acompañe.





En la venta San Telmo, donde los gigantes, molinos y lagares de vino ferozmente atrapan la  tuya mente, la afrenta estaba echada, solo cumplir con ella quedaba.

Con pocas horas de sueño emprende camino antes del amanecer … al Saimon ya se sabe, sus arreos son los caminos por recorrer, su descanso el final de los mismos, si no hay final no hay descanso posible. Allí andaba buscando las aventuras por peligrosas que fueran.








Llegando a la Pedriza … Entre vuestra merced, digo, en este paraíso, que aquí hallará estrellas y soles que acompañen el cielo que vuestra merced trae consigo, aquí hallará las armas en su punto y la hermosura en su extremo.

Por delante caminos, pinos, piedras, collados, boliches, paredes, miradores, chozas, cuevas se cruzarían delante de ellos, siempre acompañados de grata y agradables pláticas.







No os despechéis, señor Saimon, de las sandeces que vuestro buen guía fuera dicho, porque quizá no las debe de decir sin ocasión, ni de su buen entendi­miento y recta conciencia se puede sospechar que levante testimonio a nadie; y así, se ha de creer, sin poner duda en ello, que como en estas Torres, según vos, señor Saimon, de­cís, todas las cosas van y suceden por modo de encantamento, podría ser, digo, que Trasgu hubiese visto por esta diabólica vía lo que él dice que vio otras ocasiones.

Subieron y bajaron, varias veces, saludaron a los collados, a los callejones, y como no … a las Torres de la Pedriza su mayor reverencia mostraron.







Cual añagaza ya casi al momento del descanso, en el descenso al collado de las Dehesillas, habrían de ganar su propia supervivencia.






Toma bien las señas, que yo procuraré no apartarme destos contornos —dijo Trasgu—, ¡¡ta to jitao!!, y aun tendré cuidado de subirme por estos más altos riscos por ver si encontramos como bajar. Cuanto más que lo más acertado será, para que no me yerres y te pierdas, que cortes algunas retamas de las muchas que por aquí hay y las vayas poniendo de trecho a trecho hasta salir a lo raso, las cuales te servirán de mojones, jitos y señales para que me halles cuando vuelvas, a imitación del hilo del laberinto de Teseo.




Y cortando algunas, pidió la bendición a su señor y, no sin muchas lágrimas de entram­bos, se despidió dél, dejándolo atrás. Y saltando de bolillo en bolillo, a los que Trasgu se encomendó mucho, y que mirase por él como por su propria persona, se puso en camino del llano, como si no hubiera mañana. Y así, se fue, aunque todavía le importunaba Trasgu que le viese siquiera hacer locuras.


Trasgu —preguntó Saimon—, y ¿es buena regla de caballería que andemos perdidos por estas montañas, sin senda ni camino, buscando a un camino, el cual después de hallado, quizá le vendrá en voluntad de acabar?



Digo, Saimon, que vuestra merced ha dicho muy bien: que para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la bajada de vuestra merced.

En la venta Cantocochinos resarcieron su desgaste cual merece tan magna ocasión quedando para la siguiente, que el Saimon deseoso de nuevas aventuras quedó, siempre persiguiendo los caminos que delante de él mostrarse puedan.

Que grande es el Saimon … cual el lugar aquí hollado, las Torres de la Pedriza, por fuera, y por dentro. Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en lides … y que yo, Trasgu, las vea.

Y en honor al gran Carmar ... Salud y Montaña!!

Trasgu'2018.


5 comentarios:

  1. Genial descripción no podía ser de otra manera que escrita por el más ilustre escritor en lengua castellana.. Cervantes

    ResponderEliminar
  2. Encantador y vucolico paraje con una oratoria pulida y cultivada que, a pesar de ser un simple ascenso a un macizo, nos hace transportar a una de las miles locuras itinerantes al más puro estilo cervantino. Bien podría ser un pequeño entremés de la obra cervantina cumbre. Don Quijote de la Mancha. Sigue así amigo... Sigue sorprendiéndonos gratamente con tus odiseas trotamundisticas

    ResponderEliminar