"Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba"
Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.
06 de diciembre de 2018
Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.
06 de diciembre de 2018
En esta ocasión es Jorgito quien decide medir nuestra valía
y valor … nos conducirá por tierras de misterio, lugares donde el ser humano
siempre generó inquietud, con seres temidos y amenazantes que rondarán sin ser
vistos, cada uno cuidando su reino, conjurando nieblas a tu llegada con el
objetivo de que te marches … ir allí suponía toda una demostración de valor.
La prueba será especialmente dura para él mismo, para
Jorgito, quien en su remota juventud, cuando todavía mantenía la osadía del
joven bravo, osó meterse en aquellos recónditos lares, poniendo su más que valiosa vida en riesgo por
ello … todavía a día de hoy no se explica cómo pudo escapar de allí … eso sí,
escapó como pudo, bastante suponía aquello. Todavía a día de hoy, un escalofrío
recorre su cuerpo cuando tiene que recordarlo. Allí se encontraba de nuevo.
El Pico Nogales es la mitad del día, allí pretenderemos llegar …
y de allí habremos de volver … cruzando inhóspitos terrenos, oscuros bosques,
peligrosos pedrerus, … distintos reinos bien conocidos por los aborígenes del
lugar … siempre precavidos ante lo que allí pudiera acontecer.
Distancia (con alturas): 12.75 km.
Desnivel acumulado: 1298 m.
Todo se inicia, cruzado el arroyo Foz, a través del Faedo
del Gumiel. Allí las fayas son las dueñas del terreno. Incluso a la luz le
cuesta trabajo entrar en el mismo. En continua ascensión te irá encogiendo el
alma hasta la extenuación. Entre sus hojas tienen su hábitat trasgus, xanas,
cuélebres, sumicius, … confundido entre sus troncos podrás encontrar al Nuberu,
aunque eso si, pasará desapercibido ante tus ojos, aunque mejor así porque … “De la cara non vos digo nada; la boca
llegai de oreya a oreya y vense los dientes que son como paletes y negros
com´un tormentu; los güeyos brillen como dos fogueruques y maldito si ví en mi
vida unes oreyes más grandes, que paecen fueyes de figal, en fin, que mete mieu”.
Solo algún conjuro o campana podrá salvarte.
El Arroyo Gumiel o del Alba nos guiará hacia la salida, si
es que uno es capaz de llegar. Allí, las xanas o hadas del agua, siempre de
gran belleza, custodian grandes tesoros. Solo al amanecer o anochecer podrás
verlas … pero siempre están por allí. Te protegen los amores y la infidelidad
de los amantes … haciendo ricas a las personas que las desencanten. Perico
demuestra gran interés y destreza en su búsqueda, pero, ante tan difícil objetivo
no alcanza a encontrar a ninguna.
Ya fuera del Faedo, la braña del Gumiel te invita al
descanso. Allí donde las vacas partían. Los
árboles tenían que estar, decían los mayores, brotados incluso en las cotas más
altas, cerca de Fuxaos; y las vacas volvían a escuchar nerviosas la tsueca que
había permanecido callada desde el otoño pasado o desde el día de carnaval
(Jesus Lana Feito, L’Auteiro -Somiedo-). Los espiritus has de espantar con
cencerros, hasta el collado, donde se les deja y uno debe salir corriendo.
Admiramos la gran belleza del lugar, emplazándonos incluso para acompañar las
vacas pasado el mes de mayo. El Busgosu nos estará esperando … mitad hombre,
mitad cabrito, espesas cabelleras, benefactor, guía de pastores cuando se
pierden, cuidador de brañas … no cabe duda de que esta se encontraba entre sus
favoritas.
El Pico Nogales se esconde detrás de la Peña del Alba. Los castillones
te cierran el camino. Solo a través del Fuente Alba podrás seguir en la búsqueda
del ansiado final. Entre collados, laderas el Pico Nogales se planta delante de
ti parece que lo tienes ahí.
Allí podrás encontrar a la Vieya, mujer enorme que puede
cambiar de aspecto a voluntad, apareciéndose joven o anciana, pudiendo cambiar también
el tamaño de gigante a humano, incluso a veces montada a caballo o con un niño
en brazos, encarna todos los poderes de la naturaleza, capaz de controlar el
clima y los elementos a su antojo, a la que se consagran cumbres y cimas. ¿Fue
la Vieya la que nos cruzamos? Allí se nos cruzó, volvió, nos adelantó, subiendo
y bajando de la cima. Volviéndose a cruzar delante nuestro. A Jorgito el sudor
le caía por la espalda, Perico, siempre tan valeroso, incluso osó dirigirle la
palabra.
De esta forma alcanzamos la cima. No había sido fácil. Es
allí donde Jorgito se derrumba y nos cuenta lo que un día allí le aconteció. No
seré yo quien desvele tales secretos pero puedo asegurar que su vida estuvo en
riesgo quedando marcada su alma hasta la eternidad. Pobre hombre, cuanto tuvo
que pasar.
Solo nos quedaba volver, pero ninguno nos sentíamos con
fuerzas para adentrarnos de nuevo en el Faedo y volver a sentir el temor a lo
allí escondido, motivo por el que el retorno lo afrontaremos por el Collado
Vildoso y Braña Redonda … cualquier cosa es mejor que morir en un faedo.
En Collado Vildoso, algún que otro aguerrido montañero nos
pregunta por lo allí vivido. Se le ve anhelante de recorrer tales mágicos y
maravillosos lugares, pero cauteloso y midiendo su valor ante lo que allí
pudiera tocarle vivir. Aparentemente quiere decidir dejarlo para otro día pero
allí lo dejamos en un mar de dudas. ¿Buscaría quizás su Xana a la que
desencantar? Nunca lo sabremos.
De esta forma llegamos al Fielato, oficina que, ubicada a la
entrada de las poblaciones cobraba los impuestos por la entrada o salida de
mercancías. Poca mercancía llevábamos nosotros más allá de a nosotros mismos, y
lo poco que llevábamos lo dejamos en el arroyo Azud, para evitar deudas al
Fielato, volviendo a nuestro inicio tal cual partimos, excepción hecha de la
vivencia por la que el Fielato difícilmente podrá cobrarnos nada.
Había que recuperar fuerzas … el Buey de la Felechosa nos
ayudará a ello. Esta vez había sido duro pero Jorgito, Perico y Trasgu, este
que escribe, habían conseguido vivir a tan ocultos peligros.
Como en otras muchas ocasiones … solo nos quedaba
despedirnos parafraseando a Carmar: Salud y Montaña amigos.
Trasgu, diciembre 2018.
PD: si alguna vez os cruzáis con Jorgito no se os ocurra
preguntarle por lo allí acontecido, demasiado duro para él, y sobre todo, no se
os ocurra imitar lo aquí narrado.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarY acontecer, aconteció lo que suele, cuando alguien se adentra en lo profundo del hayedo, que camina casi sin ser sentido sobre la roja alfombra que todo lo amortigua.
ResponderEliminarAl salir de él se apercibe de que la nieve de antaño falta hogaño y se entristece algo, si bien se le olvida cuando sigue subiendo ¡Qué cómodo se camina sobre pasto!, piensa.
Pero la nieve se sigue añorando. Pronto quizá, se dice a si mismo, y el atardecer, junto al río, le devuelve el apremio de volver a casa.
Un abrazo y Feliz Navidad.
Con muuuuuucho retraso ... Igualmente Carmar!! ;-)))
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